Un pa¨ªs de mentiras
Hoy voy a hablar de un pa¨ªs de mentiras. S¨ª, ya s¨¦ que puede interpretarse de dos modos: un pa¨ªs en el que todo son mentiras. O un pa¨ªs imaginario. Pues tomen el 50% de cada y acertar¨¢n. Porque en este pa¨ªs de mentiras, la mitad de la poblaci¨®n siempre dec¨ªa mentiras. Y la otra mitad, verdades. En ¨¦l hab¨ªa dos grupos pol¨ªticos. Y en proximidad de elecciones los resultados de las encuestas siempre daban ganador al grupo de la verdad 100 a cero. Pero luego casi empataban. Yo ten¨ªa un primo al que le pregunt¨¦ c¨®mo era esto posible y ¨¦l me lo explic¨®: la realidad y el resultado no se contradec¨ªan sino todo lo contrario: los que iban a votar al grupo de la verdad, en la encuesta dec¨ªan eso, claro. Y los que iban a votar al grupo de la mentira, l¨®gicamente ment¨ªan y dec¨ªan lo mismo que los otros. Cien a cero. Y entonces ?no se puede conocer quien ganar¨¢?, pregunt¨¦. No, respondi¨® ¨¦l. Es imposible. Ya... ?Y t¨² a quien votar¨¢s?, le pregunt¨¦. Y ¨¦l, tras pensarlo, me dijo: mira, te lo dir¨¦ porque eres mi primo, pero si lo dices por ah¨ª, dir¨¦ que mientes: yo voy a votar al partido de la mentira. ?De verdad? Pregunt¨¦ yo. ?l ri¨® y finalmente me dijo que s¨ª, que, con perd¨®n y solo por esta vez, me estaba diciendo la verdad. ?Y por qu¨¦ votar¨¢s a los de la mentira? pregunt¨¦ yo. Y ¨¦l me contest¨®: desde que nac¨ª no he hecho m¨¢s que mentir: ment¨ª a mis padres cuando me fumaba las clases del cole y cuando no hac¨ªa los deberes, les ment¨ª cuando me iba de fiesta y les dec¨ªa que estaba estudiando en casa de un amigo, y luego, cuando sal¨ª con chicas; y a las chicas. Cuando tuve novia, le ment¨ª, y a mis l¨ªos, tambi¨¦n. Tras casarme, segu¨ª enga?ando (y mintiendo) a mi mujer, y ment¨ª en el trabajo. Ment¨ª a Hacienda..., en fin ?Por qu¨¦ no iba a votar al grupo que reflejaba aquello que hab¨ªa dado sentido a mi vida? Lo comprend¨ª. Lo asum¨ª. Y pregunt¨¦: pero entonces, si gana el grupo de la mentira, ?Qu¨¦ har¨¢ cuando gobierne? La respuesta fue r¨¢pida: mentir¨¢, naturalmente. O sea que ser¨¢ horrible, dije. No lo creas, contest¨® ¨¦l: entraremos en guerras injustas por motivos falsos, pactaremos a escondidas con nuestros enemigos y apu?alaremos a nuestros amigos por el lucro, nos aprovecharemos de los incautos votantes para apoderarnos de su dinero y sus posesiones, que recalificaremos y, gracias a ellos, seremos mucho m¨¢s ricos y la econom¨ªa florecer¨¢. Al menos la nuestra...
?Y el bien com¨²n? Pregunt¨¦ yo. ?Ah...! Respondi¨® ¨¦l haciendo como que miraba al infinito... El bien com¨²n..., eso ?qu¨¦ es? No me dej¨® responder. Sonri¨® y dijo: mira, ya se ha acabado el tiempo de la verdad: tengo mucho trabajo, y estas conversaciones me aburren. Y sin decir nada m¨¢s, sonriendo, se fue caminando despacio. Cuando estaba ya lejos se volvi¨®, me mir¨® con una cara entre p¨ªcara y conmiserada y me dijo: eres carne de verdad, as¨²melo. V¨®talos. Hay m¨¢s gente como t¨². A lo mejor gan¨¢is. Yo bastante tengo en convencer a los que no se dan cuenta de que, si votan a mi grupo, utilizaremos su voto para mentirles hasta que no les quepa una sola mentira m¨¢s en su bolsillo vac¨ªo. Pero no se lo cuentes a nadie. O dir¨¦ que eres t¨² el que miente.
Adolfo Celdran es profesor de la Universidad de Alicante y miembro de la Plataforma de Apoyo a Zapatero. www.adolfoceldran.com
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