La imprevista madurez de Kevin Ayers
Huidizo y vividor, el pionero de la psicodelia brit¨¢nica resucita, tras lustros de ausencia, con The unfairground
El talento de Kevin Ayers es tan afilado que podr¨ªa servir para una operaci¨®n de cirug¨ªa ocular". As¨ª hablaba hace a?os John Peel, gur¨² de la radio musical brit¨¢nica, a prop¨®sito del hombre que se desternilla al otro lado del tel¨¦fono: "?No conoc¨ªa esa cita, es un tributo muy agradable!". Entusiasmo enga?oso. Ayers (Herne Bay, Kent, 1944) ha estado unos d¨ªas enfermo, y el tono de su conversaci¨®n a¨²n conserva rescoldos de los calmantes. Su voz recuerda el elegante bar¨ªtono, casi de crooner, exhibido en su nuevo disco, The unfairground (Tuition/Dock). "Nunca la he trabajado, siempre ha sido as¨ª".
?Le har¨¢ gracia al m¨²sico brit¨¢nico hablar de talento? El suyo suele asociarse al adjetivo "desaprovechado". Un dato: su anterior entrega discogr¨¢fica se public¨® hace 15 a?os. "No sabr¨ªa decir por qu¨¦ ha transcurrido tanto tiempo. En mi carrera he escrito cientos de canciones, pero llega un momento en que no eres tan cr¨ªtico como antes, ya no tienes tantas ideas ni cosas que decir. Conforme envejeces, escribes menos. Y adem¨¢s hoy no resulta f¨¢cil obtener dinero de las discogr¨¢ficas para grabar".
"Nunca he dejado de componer, es mi oficio. Muchas de estas canciones las iba registrando en el contestador de mi cocina. Ha sido un proceso largo: algunas llevaban escritas casi una d¨¦cada, otras son de este a?o". Entre las recientes se encuentra la que da t¨ªtulo al ¨¢lbum, un juego con las palabras inglesas unfair (injusto) y fairground (feria): "Sirve como perfecto resumen de mis pensamientos. Todos viajamos en el t¨²nel del amor de una feria injusta". Noria, monta?a rusa y dem¨¢s atracciones pueblan la colorista portada del ¨¢lbum, cortes¨ªa del pintor pop estadounidense Tim Shepard. ?ste ejerce de representante y actual mano derecha de Ayers. Nada que ver con su compinche fraternal m¨¢s a?orado, el guitarrista Ollie Halsall, fallecido en 1992. Desde entonces a Kevin Ayers se le hab¨ªa tragado la tierra. "A¨²n le recuerdo cada d¨ªa. Le echo mucho de menos tambi¨¦n musicalmente. Creo que si ¨¦l siguiera vivo, yo estar¨ªa haciendo algo muy distinto. Pero es lo que hay".
The unfairground ofrece la misma maestr¨ªa folk-pop y el encanto l¨¢nguido que hab¨ªan convertido a Shepard en fan de Ayers antes de su encuentro. "Nos conocimos en una galer¨ªa de arte en el sur de Francia. Me dijo que por qu¨¦ no me planteaba un nuevo disco, y yo le contest¨¦: 'est¨¢ bien, lo har¨¦, ?quieres ser mi m¨¢nager?". Y Shepard puede presumir de mu?idor en la sombra del brillante retorno. La escena brit¨¢nica recupera a uno de sus h¨¦roes de culto en parte gracias a ¨¦l, catalizador de m¨²ltiples adhesiones en forma de colaboraci¨®n. "Tim capt¨® a casi todos, incluidos viejos amigos m¨ªos como Phil Manzanera o Bridget St. John". Al margen del guitarrista de Roxy Music y de la cantautora, una generaci¨®n posterior, fan¨¢tica de la obra del relajado Ayers, se sumergi¨® en el proyecto. De jazzmen como Bill Wells a deudores obvios tipo Euros Childs, pasando por Teenage Fanclub, banda emblem¨¢tica del pop escoc¨¦s. Glasgow fue uno de los puntos neur¨¢lgicos en la elaboraci¨®n del ¨¢lbum. Las sesiones tambi¨¦n pasaron por Estados Unidos: Nueva York y el Wavelab Studio de Tucson, en Arizona. Y hubo cuarta parada: Londres, con masterizaci¨®n incluida en los m¨ªticos Abbey Road Studios.
Dos ex Soft Machine -la banda esencial que cofund¨® en 1966 con compa?eros de estudios universitarios en Canterbury-, el bajista Hugh Hopper y Robert Wyatt, participan en The unfairground. El segundo, desde hace a?os en silla de ruedas, por medio de lo que llama el Wyattron: "Son muestras de su voz que se pueden tocar con un teclado", aclara Ayers, poco expresivo al rememorar los tiempos de Soft Machine y Pink Floyd como pioneros de la psicodelia brit¨¢nica, con el UFO Club como marco. "No he le¨ªdo el libro (Bicicletas blancas, un relato de aquella ¨¦poca) de uno de sus due?os, el productor Joe Boyd. Siempre andaba alrededor. Y a Syd Barrett, aunque luego le dediqu¨¦ una canci¨®n, le conoc¨ª cuando ya hab¨ªa empezado a perder un poco la cabeza".
Como solista, Ayers arranc¨® con inspirados manuales de pop, folk y psicodelia. En paralelo creci¨® su leyenda de bon vivant, entre hippy y dandi, capaz seg¨²n las malas lenguas de seducir a esposas del artisteo. "Todav¨ªa creo en el poder redentor del amor, pero a veces tienes que pasarte mucho tiempo sin ¨¦l", afirma socarr¨®n. En su disco parece sincero al respecto (Shine a light), igual que cuando habla del paso del tiempo (Only heaven knows) o de la fama mal entendida (Walk on water). "Nunca me met¨ª en esto para llegar a ser muy famoso", asegura, sabedor de su peque?o impacto comercial. No le veremos de gira ("eso queda s¨®lo para artistas que sean j¨®venes o ricos"), aunque con The unfairground se haya desmentido a s¨ª mismo: "Una vez dije que no se pod¨ªa lograr nada importante despu¨¦s de los 40, pero entonces era joven. Sigo disfrutando con lo que hago y s¨ª, estoy satisfecho con mi carrera. M¨¢s me vale". -
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