Un a?o en un tren
Memorias. El d¨ªa que cumpli¨® los 77, P. D. James decidi¨® escribir sus memorias, o mejor, comenzar un diario que, adem¨¢s de dejar constancia de aquel a?o, ir¨ªa reconstruyendo su vida entera. Pero, como bien sab¨ªa la famosa novelista, la biograf¨ªa de un escritor es la de su desarrollo intelectual y de su escritura, m¨¢s que la de sus peripecias vitales, as¨ª que La hora de la verdad ha terminado por ser una curiosa fusi¨®n. Teor¨ªa literaria, reflexi¨®n pol¨ªtica, inquietudes religiosas, recuerdos personales, y todo ello al hilo de la actividad desenfrenada de la que ya era una celebridad. Una gran dama del crimen, que aquel mismo a?o -no del calendario, sino de cumplea?os a cumplea?os- publicaba una de sus novelas m¨¢s importantes, Una cierta justicia, y recib¨ªa un esca?o vitalicio en la C¨¢mara de los Lores.
La hora de la verdad (Un a?o de mi vida)
P. D. James
Traducci¨®n de Victoria Sim¨®
Bruguera. Barcelona, 2008
432 p¨¢ginas. 18 euros
La primera anotaci¨®n del diario, subtitulada 'Un a?o de mi vida', est¨¢ fechada el 3 de agosto de 1997, y sigue, m¨¢s o menos pegada a su planteamiento original -contar los sucesos ocurridos entre registro y registro, y retroceder en flash-back seg¨²n va pidiendo la memoria- hasta el 2 del mismo mes de 1998. Ese a?o, lady James no par¨®. Casi siempre en tren -como yo, adora el tren- recorri¨® todos esos peque?os pueblos brit¨¢nicos, tan parecidos unos a otros y tan distintos al mismo tiempo, centenares de iglesias, conciertos, librer¨ªas, almuerzos con discurso. Reuniones, firmas de libros -toda la promoci¨®n de Una cierta justicia-, la gira americana, tan agotadora y excitante como la inglesa. Pero P. D. James encuentra el momento, cada dos o tres d¨ªas, para seguir con ese trabajo met¨®dico y autoimpuesto que es el diario, y en ¨¦l deja constancia de los temas de que habla, es decir, de sus ideas. As¨ª que la primera trama argumental, por as¨ª decir, es una trama fr¨ªa. Vemos una mujer inteligente, en la c¨²spide de la fama de una escritora, con la madurez suficiente como para mirar atr¨¢s, y la fuerza necesaria para responder a una agenda vertiginosa.
Claro que enseguida encontramos recurrencias significativas. Por ejemplo, todos los domingos asiste a la iglesia (anglicana), a la misa, y algunas veces a otros servicios lit¨²rgicos: los maitines o las v¨ªsperas. No es que se defina constantemente desde el punto de vista religioso o doctrinal. No hace falta. Tampoco hay grandes definiciones pol¨ªticas, pero alguna vez asiste a ciertas reuniones de los tories, almuerza con lores y obispos, y est¨¢ el tema de la C¨¢mara alta. En suma, estamos ante una se?ora conservadora y religiosa, aunque se presente con una cierta distancia elegante, en uno y otro tema.
Esa distancia se observa tambi¨¦n respecto a la fama literaria y sus servidumbres. La recurrencia de las preguntas -por qu¨¦ novela policial, de d¨®nde saca los temas, qu¨¦ m¨¦todo sigue para escribir...-, el cansancio de las firmas de libros, los viajes, los hoteles... Y entonces es cuando se puede sumergir uno un poco m¨¢s, y ah¨ª est¨¢ Cambridge y la familia. Las hijas, los nietos. Y la gata. Y las amigas, alguna muri¨¦ndose. Ese presente vital de los afectos contados con un pudor infinito, ese pudor t¨ªpicamente brit¨¢nico. Pero desde el que se puede bucear en el pasado. Y la mirada a la muerte, sin altaner¨ªa pero sin escaqueos.
As¨ª que, por fin, el pasado. Es decir, Phillis Dorothy James, nacida en 1920, que de ni?a visitaba a su madre internada en una cl¨ªnica psiqui¨¢trica, mientras la hermana m¨¢s peque?a desconoc¨ªa d¨®nde pudiera estar; que de joven madre visitaba a Connor, su marido, en sucesivos internamientos por problemas mentales a consecuencia de la guerra; y la guerra -que es la Segunda Guerra Mundial-, los bombardeos n¨ªtidamente recordados, la escasez, el miedo. Por ella misma, por sus hijas tan ni?as, por su marido en el frente. Y la viudedad. Y la nostalgia, porque la fama y el dinero han llegado despu¨¦s.
El pasado es tambi¨¦n el trabajo. En hospitales primero, en Interior enseguida, en la polic¨ªa, en el espionaje. De ah¨ª arrancar¨¢ la novelista, del contacto, puramente burocr¨¢tico con el crimen, y tras el ¨¦xito de sus primeras historias -Cubridle el rostro, Un impulso criminal-, la dedicaci¨®n exclusiva a la literatura. A la literatura popular, dice ella, con una especie de humildad que levanta m¨¢s si cabe su importancia y la agudeza de su reflexi¨®n.
Porque lo de literatura popular es, en el caso de P. D. James, bastante discutible y, desde luego, nada peyorativo. Es verdad que la seriaci¨®n de las obras, gracias a un personaje protagonista, y la elecci¨®n de las tramas criminales, la sit¨²a voluntariamente en la literatura de g¨¦nero. Ahora bien, no hay concesiones ni simplificaciones. Adam Dalgliesh, el polic¨ªa viudo y taciturno, poeta m¨¢s que ocasional, rabiosamente guapo, es m¨¢s de pensamiento que de acci¨®n. Los personajes y las tramas se sostienen en un nivel de crueldad tolerable, interior, y la mirada de la escritora llega al fondo de la diferencia individual, as¨ª que crea sujetos completos, verdaderos caracteres. Y el paisaje, y el clima, acompa?an con fuerza rom¨¢ntica y una singular eficacia los pasos de la acci¨®n. Esos paisajes, muy especialmente el mar, el cielo tormentoso, los caminos escarpados: uno podr¨ªa estar en algunas noches de Friedrich, por ejemplo, o en algunas tormentas de Turner. Como si lo que pasa en el alma criminal, y en la torturada alma policial, se amplificara en una naturaleza c¨®mplice en la distancia... No es raro que, como en una de mis preferidas,
Muertes poco naturales, los sucesos se den entre escritores. Ese mundo que James conoce tan bien. La emoci¨®n del libro, intacta con cada uno; los momentos desiertos y la excitaci¨®n de la escritura; la presi¨®n de la fama. El mundo de la literatura termina siendo el verdadero protagonista de La hora de la verdad. Y muy especialmente, el de la literatura criminal y la participaci¨®n de las mujeres en el g¨¦nero, que suscita una reflexi¨®n constante.

Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.