Elogio de Darwin (y de los detalles)
Pr¨®ximo a cumplirse el segundo centenario del nacimiento de Charles Darwin (1809-1882) y el 150? aniversario de la publicaci¨®n de su obra capital, El origen de las especies (1859), constituye una magn¨ªfica noticia la aparici¨®n de la traducci¨®n al espa?ol de otro de sus libros, uno no tan conocido, La fecundaci¨®n de las orqu¨ªdeas (1862), m¨¢s a¨²n si se anuncia como el primero de una Biblioteca Darwin (dirigida por el profesor Mart¨ª Dom¨ªnguez), al que seguir¨¢n traducciones de otras obras tambi¨¦n in¨¦ditas hasta ahora en espa?ol.
La publicaci¨®n de La fecundaci¨®n de las orqu¨ªdeas es, adem¨¢s, especialmente bienvenida porque ayudar¨¢ a comprender mejor a Darwin, al que habitualmente se encasilla en El origen de las especies, obra de la que ¨²nicamente se suele recordar su tesis principal: la de que la selecci¨®n natural, surgida de la lucha por la vida, constituye el motor de la evoluci¨®n de las especies. Sucede, sin embargo, que con esto no basta para entender a Darwin. La idea de la selecci¨®n natural naci¨® en ¨¦l tras un laborioso proceso, en el que hay que destacar al menos tres apartados: 1. Lo que observ¨® durante el viaje alrededor del mundo que realiz¨® entre 1831 y 1836 en el Beagle. 2. Sus estudios posteriores sobre la evoluci¨®n producida por la selecci¨®n artificial de animales dom¨¦sticos. 3. Las ideas que tom¨® del economista Thomas Robert Malthus. "En octubre de 1838, esto es, quince meses despu¨¦s de haber empezado mi estudio sistem¨¢tico", escribi¨® en su conmovedora Autobiograf¨ªa, "se me ocurri¨® leer por entretenimiento el ensayo de Malthus sobre la poblaci¨®n y, como estaba bien preparado para apreciar la lucha por la existencia que por doquier se deduce de una observaci¨®n larga y constante de los h¨¢bitos de animales y plantas, descubr¨ª enseguida que con estas condiciones las variaciones favorables tender¨ªan a preservarse, y las desfavorables a ser destruidas. El resultado ser¨ªa la formaci¨®n de especies nuevas".
"Las orqu¨ªdeas me han interesado m¨¢s que casi cualquier otra cosa en mi vida", escrib¨ªa en 1861 a John Lindley, editor del 'Gardeners' Chronicle'
Sin embargo, desde que ley¨® a Malthus hasta la aparici¨®n de El origen de las especies pasaron 21 a?os. La raz¨®n de semejante demora es que el exigente esp¨ªritu de Darwin no se conformaba con algunos indicios, por muy claros que ¨¦stos pareciesen. Deseaba estar seguro, y as¨ª se convirti¨® en un infatigable, casi obseso, buscador de hechos, de detalles que completasen el gran rompecabezas que quer¨ªa componer: nada m¨¢s y nada menos que la historia natural de la Tierra. En este punto reside precisamente su singularidad: algunos antes que ¨¦l pensaron en la existencia de procesos evolutivos, pero propusieron mecanismos imposibles, sin pr¨¢cticamente datos que los sustentaran, mientras que Darwin dispon¨ªa de una idea plausible y de una enorme cantidad de datos que la apoyaban.
Aun despu¨¦s de que El origen de las especies viese la luz, continu¨® con su b¨²squeda de argumentos para poder entender la naturaleza como un gran escenario dominado por la evoluci¨®n. La fecundaci¨®n de las orqu¨ªdeas se enmarca en este contexto. Llegar¨ªa un d¨ªa, 1871, en que se atrever¨ªa incluso con los humanos: dedic¨® uno de sus mejores libros, The descent of man (El origen del hombre), a esta cuesti¨®n (en El origen de las especies s¨®lo hizo una m¨ªnima alusi¨®n a la evoluci¨®n humana).
El estudio de las orqu¨ªdeas se adaptaba particularmente bien a los gustos y situaci¨®n de Darwin. "Las orqu¨ªdeas me han interesado m¨¢s que casi cualquier otra cosa en mi vida", escrib¨ªa el 17 de octubre de 1861 a John Lindley, editor del Gardeners' Chronicle. Y recluido en su finca familiar de Down, pod¨ªa estudiarlas y experimentar con ellas en el campo o en sus invernaderos. As¨ª, concluy¨® que las flores, las orqu¨ªdeas en particular, hab¨ªan evolucionado, y que uno de los principales est¨ªmulos para ello hab¨ªa sido el atraer insectos con el fin de que ¨¦stos las ayudasen en la reproducci¨®n sexual. Ten¨ªa raz¨®n, por supuesto (hoy sabemos que algunas orqu¨ªdeas presentan los olores sexuales de avispas hembras para atraer a los machos, mientras que otras llegan incluso a mimetizar el cuerpo de la avispa hembra).
La fecundaci¨®n de las orqu¨ªdeas nos ense?a el valor de los detalles. Nos muestra que para entender la naturaleza no basta con las grandes ideas; que hay que buscar en recovecos aparentemente, s¨®lo aparentemente, m¨¢s humildes.
Es verdad que se trata de un libro t¨¦cnico, cuya lectura no tiene nada que ver con El origen de las especies o con El origen del hombre, pero disponer de ¨¦l ahora en una magn¨ªfica traducci¨®n y edici¨®n en espa?ol ennoblece tanto a esta lengua como a la comunidad que la utiliza.
Es, asimismo, de agradecer la Bibliograf¨ªa cr¨ªtica ilustrada de las obras de Darwin en Espa?a (1857-2005) compilada por Alberto Gomis y Jaume Josa. Aunque tenga m¨¢s valor para los estudiosos darwinianos que para un p¨²blico general, a trav¨¦s de sus p¨¢ginas los lectores se podr¨¢n hacer una idea de la recepci¨®n de las ideas de Darwin en Espa?a. El procedimiento es sencillo: la enumeraci¨®n y descripci¨®n de las traducciones que se hicieron en nuestro pa¨ªs de sus libros (junto con la reproducci¨®n de las cubiertas). -
La fecundaci¨®n de las orqu¨ªdeas. Charles Darwin. Traducci¨®n de Carmen Pastor. Introducci¨®n de Mart¨ª Dom¨ªnguez. Laetoli. Pamplona, 2007. 297 p¨¢ginas. 19 euros. Bibliograf¨ªa cr¨ªtica ilustrada de las obras de Darwin en Espa?a (1857-2005). Alberto Gomis Blanco y Jaume Josa Llorca. Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas. Madrid, 2007. 439 p¨¢ginas. 38,46 euros.
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