El retorno del cardenal tronante

La lente fotogr¨¢fica no miente. Antonio Mar¨ªa Rouco Varela era un hombre feliz el martes pasado, cuando se present¨® ante los periodistas como nuevo presidente de los obispos espa?oles. Su aspecto -con gafas m¨¢s ligeras, un corte de pelo discreto y un brillo nuevo en la mirada- disipaba cualquier duda sobre la salud del cardenal de Madrid, ya superada la enfermedad que oblig¨® a extirparle un ri?¨®n en el oto?o de 2004. Recuperar a los 71 a?os su puesto en la sala de mando de la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola en v¨ªsperas de una previsible (seg¨²n las encuestas) victoria socialista, no pod¨ªa resultar indiferente al cardenal que m¨¢s ha batallado contra algunas leyes del PSOE.

La victoria ten¨ªa tambi¨¦n una lectura personal. Hombre propenso a la melancol¨ªa, la derrota de 2005, cuando se qued¨® a un voto de ser reelegido por tercera vez presidente de los obispos y el tim¨®n pas¨® a manos del moderado obispo de Bilbao, Ricardo Bl¨¢zquez, le hab¨ªa producido una gran decepci¨®n.

La izquierda se tienta la ropa, los nacionalistas se llevan las manos a la cabeza, los progresistas cat¨®licos se resignan

En Roma, el cardenal practica su deporte preferido, caminar. En sus paseos recorre al menos cuatro kil¨®metros

Durante el gobierno de Bl¨¢zquez, Rouco dio un paso atr¨¢s, dejando casi todo el protagonismo, en lo que al ala dura del episcopado se refiere, al cardenal de Toledo, Antonio Ca?izares, y al de Valencia, Agust¨ªn Garc¨ªa-Gasco. Su perfil se mantuvo bajo, aunque su voz se alzara para rechazar el derecho del Estado a dar una educaci¨®n moral a los escolares (a trav¨¦s de la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa); para denunciar una y otra vez el laicismo creciente de la sociedad espa?ola o la maldad intr¨ªnseca de los matrimonios gays. Su verdadera reaparici¨®n estelar no se produjo hasta el 30 de diciembre pasado, en la multitudinaria manifestaci¨®n de la plaza de Col¨®n de Madrid. All¨ª, Rouco fue de nuevo Rouco. El poderoso cardenal que congrega masas gigantescas. El que fustiga al Gobierno socialista con verbo afilado.

"El ordenamiento jur¨ªdico ha dado marcha atr¨¢s respecto a lo que la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas reconoc¨ªa: que la familia es el n¨²cleo fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida", dijo ante las m¨¢s de 160.000 personas congregadas. Y no se la protege, sigui¨® Rouco, porque con "las leyes vigentes" se "relativiza radicalmente la idea del matrimonio" y "se fomentan desde las edades m¨¢s tempranas pr¨¢cticas y estilos de vida opuestos al valor del amor indisoluble".

Era el Rouco de siempre, tronando con su garganta propensa a la ronquera. El l¨ªder indiscutible del sector m¨¢s integrista del catolicismo espa?ol. El ¨²nico capaz de tejer las alianzas precisas con el principal inquilino del Vaticano, Benedicto XVI, que asom¨® por la pantalla gigante, en conexi¨®n directa desde la plaza de San Pedro. La manifestaci¨®n fue, para muchos, la se?al del cambio que se avecinaba. Y el cambio se materializ¨® este martes.

Rouco vuelve a ponerse al frente de la poderosa empresa eclesi¨¢stica espa?ola, con sus 20.000 sacerdotes, 4.500 religiosos y 54.000 religiosas, la mayor parte de estos ¨²ltimos dedicados a la ense?anza; su centenar largo de catedrales, sus 120 seminarios y sus 23.000 parroquias. Y, lo m¨¢s importante, su ej¨¦rcito de unos 39 millones de cat¨®licos, aunque s¨®lo el 30% se reconozca verdaderamente practicante.

Vuelve el afable conversador, el hombre que se desenvuelve a las mil maravillas en las distancias cortas, el purpurado espa?ol con m¨¢s influencia en el Vaticano de los tiempos modernos. El hombre que acumula condecoraciones -desde el Grelo y el Percebe de Oro a la Cruz de Isabel la Cat¨®lica-, doctorados honoris causa y cargos en la curia romana -pertenece a varias congregaciones y consejos, y se sienta en la Prefectura de Asuntos Econ¨®micos-, ha tomado de nuevo las riendas de la Iglesia espa?ola, provocando un estremecimiento general dentro y fuera de la instituci¨®n.

La izquierda se tienta la ropa, los nacionalistas se llevan las manos a la cabeza, los progresistas cat¨®licos acogen la elecci¨®n con resignaci¨®n. ?De verdad es para tanto? "Entre la derecha y la extrema derecha, la diferencia no es tanta", dice el portavoz de los homosexuales cat¨®licos, del colectivo Lambda de Valencia. "Rouco representa el sector m¨¢s hom¨®fobo, reaccionario y machista de la Iglesia. Claro que para nosotros la jerarqu¨ªa no es la Iglesia; la Iglesia es la gente, el pueblo de Dios".

M¨¢s diplom¨¢tico, Manuel de Castro, secretario general de la Federaci¨®n de Religiosos de la Ense?anza (FERE), opina que las cosas no cambiar¨¢n mucho. "Al contrario, ahora que Rouco asume la direcci¨®n de la CEE es m¨¢s probable que haya un entendimiento con el nuevo Gobierno socialista si ganan las elecciones".

Los religiosos de la ense?anza quieren di¨¢logo a toda costa y se han distanciado de algunos obispos que abogaban por la objeci¨®n de conciencia en la nueva materia de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. Ellos se dan por satisfechos con que se les reconozca el poder de elaborar a su gusto los textos de la asignatura. Quieren paz a toda costa. Buscan consenso y que desaparezca "el apoyo impl¨ªcito a un partido determinado". De Castro no lo nombra, pero se refiere al Partido Popular, el m¨¢s pr¨®ximo al ideario de Rouco Varela y al ala conservadora de la Iglesia, la ¨²nica gran formaci¨®n que ha saludado con satisfacci¨®n el regreso al poder del cardenal de Madrid. "Nos gustar¨ªa que esta nueva fase del gobierno episcopal se distinguiera por un esp¨ªritu dialogante", insiste De Castro.

?Ser¨¢ as¨ª? Son muchos los entrevistados para este reportaje que no ven sustanciales diferencias entre Bl¨¢zquez y Rouco. El cambio se establece m¨¢s bien en el talante de cada uno y en las fuerzas en las que se apoyan. "Bl¨¢zquez es una persona buena, sin doblez; Rouco es m¨¢s pol¨ªtico, tiene m¨¢s don de gentes", dice un sacerdote que ha coincidido con ambos. Prueba de que el obispo de Bilbao no parece hecho para llevar las riendas del gobierno episcopal es que en la manifestaci¨®n del 30 de diciembre se le vio descolocado, ampliamente sobrepasado por la potencia fustigadora de los cardenales que le escoltaban, aunque no falt¨® a la cita. Y luego est¨¢ su car¨¢cter, m¨¢s bien suave y poco amigo de las intrigas.

Hasta hace muy poco, Bl¨¢zquez no ten¨ªa siquiera tel¨¦fono m¨®vil y llevaba los asuntos de la Conferencia Episcopal desde su despacho de la ciudad vasca. A Rouco Varela, en cambio, le sobran contactos en toda Espa?a y est¨¢ en permanente comunicaci¨®n con la c¨²pula vaticana. Es un hombre de amplio espectro. Pasa del clergyman a la sotana p¨²rpura con la mayor naturalidad. En Roma es su eminencia; en Madrid, don Antonio, y en familia, simplemente Tucho. De su lado est¨¢n los grandes movimientos cristianos, desde el Opus Dei hasta Comuni¨®n y Liberaci¨®n, y sobre todo el Camino Neocatecumenal de Kiko Arg¨¹ello, el hombre que ha decorado las vidrieras de la catedral de la Almudena, para consternaci¨®n general, aunque al cardenal le gusten.

Los kikos, como se conoce a los seguidores de Arg¨¹ello, llenan plazas y catedrales a una llamada de don Antonio. Rouco se apoya en los kikos, y en Roma est¨¢n encantados con las masas que congrega. A cambio, todas las puertas de la curia se abren a su paso. Y el laberinto vaticano ha dejado de tener secretos para ¨¦l. Hombre de confianza de Juan Pablo II, que le distingui¨® con multitud de honores y le nombr¨® cardenal en 1998, ha sabido establecer una comunicaci¨®n fundamental con su sucesor, Benedicto XVI. Rouco ha abrazado la cruzada de Ratzinger contra el relativismo de las sociedades desarrolladas y la defensa de la familia tradicional con el mismo entusiasmo con el que abraz¨® el folclore multirracial de los encuentros de la juventud de Wojtyla. Pero siempre con pies de plomo. ?Un ejemplo? Mientras otros cardenales conservadores presid¨ªan en Roma misas en lat¨ªn, con la liturgia preconciliar, ¨¦l escond¨ªa bajo la alfombra a la peque?a comunidad de sacerdotes y fieles que practicaba el rito en Madrid, temeroso de las cr¨ªticas.

Su sinton¨ªa con Benedicto XVI es, sin embargo, innegable. ?De d¨®nde arranca? Se ha contado hasta la saciedad que la amistad surgi¨® en M¨²nich. Rouco estudi¨® en esa universidad alemana entre 1959 y 1964, y Ratzinger fue, supuestamente, profesor suyo. En esa etapa, sin embargo, el hoy Pont¨ªfice era profesor en Bonn y en M¨¹nster. Nada impide que se encontraran en la capital b¨¢vara con otro motivo. Sea como fuere, el cardenal de Madrid habla alem¨¢n con fluidez (adem¨¢s de lat¨ªn, italiano y gallego), y puede conversar con el Papa en su idioma. El Pont¨ªfice le apoya y todo el mundo lo sabe. "En el Vaticano es una persona muy apreciada. Entre otras cosas porque puede presentar una cuenta de resultados encomiable", dice el socialista Francisco V¨¢zquez, embajador espa?ol ante la Santa Sede y, desde los a?os ochenta, amigo y admirador de Rouco. En ese balance est¨¢n no s¨®lo las masas de fieles que es capaz de reunir el cardenal de Madrid, sino el seminario de la archidi¨®cesis, repleto de aspirantes a sacerdotes en tiempos de galopante crisis de vocaciones, y la devoci¨®n con la que Rouco contribuye al ¨®bolo papal. Estos mismos poderes conquistaron a Karol Wojtyla cuando visit¨® Santiago de Compostela en 1989, para presidir la IV Jornada de la Juventud. El Papa se encontr¨® en el Monte del Gozo con una multitud dif¨ªcil de reunir en Europa. Y apunt¨® en su agenda el nombre del art¨ªfice de aquel ¨¦xito: el arzobispo local, un tipo s¨®lido con aspecto de cura rural llamado Rouco Varela. Catorce a?os despu¨¦s, ya arzobispo de Madrid, volvi¨® a demostrar su poder¨ªo al reunir otra masa oce¨¢nica en la capital espa?ola, donde un Wojtyla en total declive f¨ªsico beatific¨® a cinco espa?oles.

Con raz¨®n, en la curia romana se conf¨ªa en Rouco. Y su elecci¨®n al frente de los obispos espa?oles s¨®lo puede haber sido acogida con entusiasmo. Seis semanas antes de la crucial elecci¨®n, el cardenal fue recibido por el Papa en el Vaticano. Son audiencias que han dejado de ser novedosas por lo frecuentes. El cardenal vive casi a caballo entre Madrid y Roma. Hasta el punto de que tiene un guardarropa completo, con trajes de ceremonial y sotanas cardenalicias, en el colegio-residencia espa?ol de Via Giulia, donde se aloja siempre. Y una rutina fija. Se levanta temprano, celebra misa a las ocho de la ma?ana, acude a las reuniones de la curia que le corresponden y encuentra siempre tiempo para acercarse a comer al Palacio de Espa?a. "Es un asiduo de esta embajada", reconoce V¨¢zquez con un punto de orgullo. "Viene a comer y luego le gusta mucho hacer un poco de tertulia. No discutimos de pol¨ªtica, hablamos siempre de valores, de la marcha de la sociedad". Oyendo a V¨¢zquez es f¨¢cil imaginarse la tertulia romana de Rouco, en torno a una metaf¨®rica mesa camilla, con el rector de la iglesia espa?ola de Santiago y Montserrat, Jos¨¦ Luis Gonz¨¢lez Noval¨ªn, y otros sacerdotes espa?oles que viven en la Ciudad Eterna. En Roma reinan la paz y la concordia, y Rouco puede practicar sin problemas el ¨²nico deporte que practica: caminar.

"Recorre sus buenos cuatro kil¨®metros a pie. Siempre en c¨ªrculo", dice Gonz¨¢lez Noval¨ªn. Camina hacia la plaza de San Pedro, luego enfila hacia el Tribunal Supremo, atraviesa Piazza Navona, Campo dei Fiori, y reaparece en Via Monserrato, escoltado siempre por uno de sus secretarios. A veces, los compatriotas le reconocen y le paran para saludarle. En pleno c¨®nclave, dos periodistas se lo tropezaron paseando por Via Giulia. "Cardenal, ?c¨®mo van las deliberaciones?, ?qu¨¦ perspectivas hay?", le preguntaron. "Todo bien, todo bien", respondi¨® ¨¦l con una media sonrisa socarrona de gallego desconfiado.

Los pasos de Rouco en Madrid son mucho m¨¢s dif¨ªciles de seguir, como imposible es sumergirse en los detalles de la biograf¨ªa de este hombre de 71 a?os de edad, 167 cent¨ªmetros de estatura y unos 75 kilos de peso, que controla directa o indirectamente la Iglesia espa?ola desde hace una d¨¦cada. El obispo secretario de la CEE, Juan Antonio Mart¨ªnez Camino, uno de sus m¨¢s estrechos colaboradores, se excusa por no poder hablar, recluido en los trabajos de la Conferencia. Tampoco su sobrino, Alfonso Carrasco, flamante obispo de Lugo, que participa en la misma reuni¨®n. Y los que pueden hablar no quieren hacerlo. "No me gusta participar en estas cosas de la prensa", se disculpa el de¨¢n de la catedral de Santiago, que fue compa?ero de pupitre de nuestro cardenal en sus a?os de seminarista en Mondo?edo. No habla su familia, y muchos de sus amigos se obstinan en presentarse como simples conocidos. A juzgar por las reacciones, cualquiera dir¨ªa que el nombre del cardenal arzobispo de Madrid quema como una tea encendida.

"Pero si es un hombre de lo m¨¢s sencillo y tratable. Viene siempre de inc¨®gnito. A m¨ª me avisan los vecinos. '?Vimos a Tucho paseando junto al r¨ªo!', me dicen". Lo cuenta Gerardo Criado, alcalde de Villalba, el pueblo de Lugo donde naci¨®, el 20 de agosto de 1936, nuestro cardenal. Criado conoce a su hermana, Visitaci¨®n, y a tres de los sobrinos de Rouco que viven todav¨ªa en el pueblo, en la vieja casa de los abuelos, y regentan la tienda de telas familiar. Rouco, el menor de seis hermanos, vivi¨® poco en Villalba.

A los 10 a?os ingres¨® en el seminario de Mondo?edo; de ah¨ª pas¨® a la Universidad Pontificia de Salamanca -ciudad donde fue ordenado sacerdote- para estudiar teolog¨ªa y derecho can¨®nico, y luego a M¨²nich, donde se doctor¨® en esta ¨²ltima materia.

Salamanca, adonde regres¨® para dar clases de derecho en 1969, tras un periodo de profesor en Mondo?edo y en M¨²nich, parece haber sido una ciudad clave en su mete¨®rica carrera eclesi¨¢stica, pero pocos se dieron cuenta. Compa?eros de aquellos a?os lo recuerdan como una persona introvertida, muy aficionado al cine y sumamente ortodoxo en sus clases. Rouco obtuvo la c¨¢tedra de Derecho Can¨®nico y fue vicerrector del centro hasta 1976, cuando el destino le llev¨® de vuelta a Galicia, como obispo auxiliar de Santiago. Ya hu¨¦rfano, el joven obispo encontr¨® un segundo padre en el titular de la archidi¨®cesis, ?ngel Suqu¨ªa. Un vasco de car¨¢cter explosivo que se convertir¨ªa en su mentor y allanar¨ªa el camino hacia la c¨²spide del joven gallego. Suqu¨ªa, en excelentes relaciones con el papa Wojtyla, consigui¨® que Rouco le sustituyera cuando fue nombrado arzobispo de Madrid. Un puesto que pasar¨ªa a Rouco en 1994, al jubilarse el cardenal vasco. "Es obvio que Suqu¨ªa fue un verdadero mecenas para Rouco. Sus carreras son paralelas, arzobispos en Santiago y Madrid, y su talante, muy similar", se?ala el te¨®logo Juan Jos¨¦ Tamayo.

Las similitudes con Suqu¨ªa (fallecido en julio de 2006 y enterrado con todos los honores en la catedral de la Almudena) no terminan ah¨ª. Entre 1987 y 1993, el cardenal vasco presidi¨® con mano firme la CEE y dio m¨¢s de un quebradero de cabeza a los Gobiernos socialistas. Hasta el punto de que el entonces presidente del Ejecutivo, Felipe Gonz¨¢lez, dej¨® pasar el segundo mandato del cardenal sin recibirle, pese a la insistencia del purpurado.

Comparado con su padrino y mentor, Rouco podr¨ªa parecer casi un moderado. Suqu¨ªa conden¨® el aborto en los t¨¦rminos m¨¢s duros, y lleg¨® a pedir la c¨¢rcel para los perpetradores de semejante delito. En su mensaje de despedida como l¨ªder del episcopado espa?ol reivindic¨® el derecho de la Iglesia a "asesorar" a los fieles en cuestiones pol¨ªticas.

Rouco no est¨¢ muy lejos de estos planteamientos, pero su tono es m¨¢s conciliador, "al menos cuando la situaci¨®n lo requiere", constatan los que le han tratado. Internacionalmente, sin embargo, el cardenal de Madrid no ha llegado a despegar. Relator general del S¨ªnodo de Obispos Europeos de 1999, sus intervenciones, te?idas de catastrofismo, no contribuyeron a aumentar su popularidad. Aun as¨ª, en v¨ªsperas de la muerte de Juan Pablo II, Rouco figur¨® fugazmente en la lista de papables, entre los candidatos m¨¢s conservadores.

El cardenal de Madrid tuvo sus quince minutos de fama planetaria en la primavera de 2004, cuando celebr¨® el matrimonio del pr¨ªncipe Felipe con Letizia Ortiz, en una ceremonia retransmitida a millones de telespectadores en todo el mundo. Su discurso, sin embargo, fue plano, seg¨²n coincidieron la mayor¨ªa de los medios, impropio del escenario y del momento.

"Mantened la amistad con Cristo a lo largo de toda vuestra vida matrimonial y familiar", les inst¨®. "Cuidad la oraci¨®n personal. Participad en la oraci¨®n de la Iglesia, especialmente en la eucarist¨ªa dominical, donde Cristo transforme en vino nuevo el agua de vuestra existencia". Una homil¨ªa larga que exasper¨® a los miembros m¨¢s peque?os de la familia real y a buena parte de los invitados.

Cualquiera echa un borr¨®n, porque, insiste el embajador V¨¢zquez, "el cardenal es uno de los grandes te¨®logos de la Iglesia universal. No es una casualidad que forme parte de varios dicasterios

de la curia romana". No todo el mundo est¨¢ de acuerdo. Su eminencia ha publicado pocos libros de impacto. Para ser exactos, su producci¨®n se limita a la tesis doctoral (Relaciones Iglesia-Estado en la Espa?a del siglo XVI, publicada en alem¨¢n en los a?os sesenta y en espa?ol en 2001) y otros cuatro libros -uno de ellos como coautor-; el ¨²ltimo, publicado en 2006, lleva por t¨ªtulo Espa?a y la Iglesia cat¨®lica. Y seg¨²n la p¨¢gina web de una gran librer¨ªa madrile?a, sigue habiendo ejemplares disponibles que se pueden comprar con descuento si se adquiere a la vez un segundo libro; por ejemplo, La ¨²ltima vidente de F¨¢tima, escrito por el cardenal Tarsicio Bertone y el periodista italiano Giuseppe di Carli.

"Rouco no es un te¨®logo propiamente dicho, su especialidad es el derecho can¨®nico. Tiene una mente muy jur¨ªdica, o mejor dicho, canonista; lo importante para ¨¦l es que se cumplan los c¨¢nones", dice el te¨®logo Tamayo. Echando mano de los c¨¢nones resolvi¨® el espinoso conflicto de la iglesia de San Carlos Borromeo de Madrid, amenazada de cierre por haberse alejado de la liturgia oficial. El cardenal se present¨® en el templo una noche, cen¨® con los tres sacerdotes que lo llevan y les explic¨®, ante una dorada al horno, que la cosa ten¨ªa f¨¢cil remedio: bastaba con reconvertir el templo en centro pastoral. Asunto resuelto. Con la misma mentalidad adicta a las normativas afronta otras cuestiones como la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa o la del matrimonio gay. Para Tamayo, que no cree en los cambios desde arriba, el regreso de Rouco es "la reafirmaci¨®n de la estructura jer¨¢rquico-patriarcal y piramidal de la Iglesia. Lo que significa m¨¢s represi¨®n para los te¨®logos, m¨¢s trabajo para la Congregaci¨®n de la Doctrina de la Fe (antigua Inquisici¨®n) y el mantenimiento de una l¨ªnea dura con el poder legislativo y el ejecutivo".

Pocas novedades, en ¨²ltima instancia, porque la bronca con el Gobierno socialista viene de lejos, aunque haya arreciado s¨®lo unos meses antes de las elecciones generales que se celebran hoy. Un enfrentamiento ¨¢spero quiz¨¢ atizado por ambas partes. El presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero no dud¨® en protestar ante el nuncio por la injerencia de los obispos en los asuntos del Gobierno espa?ol en la famosa manifestaci¨®n de diciembre. El martes pasado, tras la elecci¨®n de Rouco, Zapatero y el nuevo presidente del episcopado intercambiaron corteses y constructivos mensajes. "El cardenal es un pol¨ªtico nato", aseguran quienes le conocen bien. "Mide cuidadosamente sus palabras y sus actos, pero est¨¢ dispuesto a defender los intereses de la Iglesia". A su estilo. Pu?o de hierro en un guante de terciopelo.

Rouco Varela, elegido nuevo presidente de la Conferencia Episcopal