Rescatemos Annapolis
Las conversaciones de paz entre israel¨ªes y palestinos que comenzaron hace tres meses en Annapolis no sufren por falta de ideas sobre c¨®mo abordar las cuestiones fundamentales del conflicto. Tras a?os de intentos frustrados de llegar a un acuerdo, y con docenas de planes de paz, tanto oficiales como extraoficiales, a disposici¨®n de los negociadores, queda poco margen para la creatividad.
El problema fundamental reside en otros factores: en la pobreza de los dirigentes y la fragmentaci¨®n de la pol¨ªtica palestina. El ¨²nico hombre que habr¨ªa podido lograr un acuerdo de paz basado en una soluci¨®n de dos Estados que los palestinos pudieran considerar leg¨ªtimo, Yasir Arafat, se llev¨® la legitimidad consigo a la tumba.
Se necesita un alto el fuego entre Israel y Ham¨¢s y un Gobierno palestino de unidad
El presidente Mahmud Abbas nunca ha sido una figura que inspire a los palestinos. Al perder Gaza en beneficio de Ham¨¢s, su peso pol¨ªtico ha disminuido todav¨ªa m¨¢s. Es m¨¢s, Abbas no controla ni siquiera a las milicias de su propio partido, Al Fatah, que son incluso m¨¢s activas que Ham¨¢s a la hora de llevar a cabo atentados terroristas contra Israel. El Gobierno de la Autoridad Palestina en Cisjordania habr¨ªa ca¨ªdo hace tiempo si no fuera por las incursiones israel¨ªes diarias contra Ham¨¢s y Al Fatah en zonas controladas por Abbas.
A lo largo de la historia, los movimientos nacionalistas, formados casi siempre por alas radicales y alas pragm¨¢ticas, han tenido que escindirse para alcanzar la Tierra Prometida. El consenso es la negaci¨®n del liderazgo y, con frecuencia, una receta para la par¨¢lisis pol¨ªtica.
El sionismo es un buen ejemplo. Si en 1947 el partido ultranacionalista Irg¨²n, de Menahem Begin, se hubiera unido con el pragm¨¢tico Mapai, de Ben Gurion, los sionistas habr¨ªan rechazado la partici¨®n de Palestina y Ben Gurion no habr¨ªa podido proclamar el Estado jud¨ªo en mayo de 1948.
Por supuesto, ¨¦sta no es una lecci¨®n que haya que elevar a la categor¨ªa de dogma. En el caso palestino, con la falta de una direcci¨®n como la que representaba Arafat, el ala radical, Ham¨¢s, no puede quedar al margen del proceso para crear el Estado palestino. Adem¨¢s, a diferencia del caso de Israel, en Palestina el ala radical representa a la mayor¨ªa democr¨¢tica, porque sali¨® victoriosa de las elecciones celebradas hace dos a?os.
El resultado es que la cuesti¨®n que domina el discurso israel¨ª hoy en d¨ªa es si hay que invadir o no el territorio de Gaza, que controla Ham¨¢s. Israel, encerrado en una par¨¢lisis conceptual que ¨¦l mismo se ha creado y que no deja margen para una soluci¨®n que no sea militar, se niega a comprender que los lanzamientos de cohetes de Ham¨¢s contra el territorio israel¨ª no pretenden arrastrar a Israel a una invasi¨®n, sino que quieren establecer un nuevo elemento disuasorio que obligue a Israel a aceptar un alto el fuego (tahdiye).
Es iluso pensar que los representantes del lado palestino que participaron en todo el desacreditado proceso de Oslo siguen contando con la legitimidad popular necesaria para obtener el apoyo a un compromiso con Israel que exigir¨ªa dolorosas concesiones sobre aspectos cruciales para el esp¨ªritu nacional palestino.
Tampoco est¨¢ claro, en absoluto, que una gran invasi¨®n de Gaza pueda acabar con los ataques contra Israel. Ham¨¢s, con ayuda de Ir¨¢n, est¨¢ llevando a cabo un proceso de hezbolizaci¨®n. Sus unidades ya no son meras c¨¦lulas terroristas; son unidades de combate muy bien entrenadas y equipadas, que lanzan sus cohetes, como los del sur de L¨ªbano, mediante temporizadores y desde una especie de silos subterr¨¢neos.
La traum¨¢tica experiencia de la guerra de L¨ªbano en 2006 ha hecho que los dirigentes israel¨ªes desconf¨ªen de otra guerra asim¨¦trica en la que nunca sea posible declarar una victoria clara y la aritm¨¦tica de la sangre tenga necesariamente que convertir las v¨ªctimas de la fuerza superior, Israel, en una crisis interna.
Israel debe cambiar su objetivo estrat¨¦gico en Gaza, dejar de centrarse en derrocar a Ham¨¢s y, en cambio, tratar de rescatar el proceso de Annapolis y la ¨²ltima oportunidad de lograr una soluci¨®n de dos Estados. Para ello es preciso no s¨®lo un alto el fuego con Ham¨¢s, sino tambi¨¦n la vuelta a un gobierno palestino de unidad nacional, que es el ¨²nico capaz de ofrecer al proceso de paz la crucial legitimidad de la que hoy carece. Sin la resurrecci¨®n del acuerdo de La Meca, que situ¨® a Ham¨¢s y la OLP en un gobierno de coalici¨®n, ni Ham¨¢s puede aspirar a asegurar su control de Gaza ni la OLP puede proporcionar un acuerdo de paz con Israel.
La idea, tan querida para los arquitectos del proceso de Annapolis, de que lograr la paz es posible s¨®lo si se abre una brecha entre los "moderados" y los "extremistas" palestinos es un error. Un gobierno palestino de unidad nacional no impedir¨ªa el acuerdo, por la sencilla raz¨®n de que los moderados que negocian ahora con Israel, en cualquier caso, tienen que buscar un acuerdo del que los extremistas no puedan decir que es una traici¨®n. Por tanto, las diferencias entre las posiciones de los palestinos en las negociaciones actuales y las que puedan sostener cuando se restablezca un gobierno de unidad ser¨ªan m¨ªnimas.
? Project Syndicate, 2007.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
Shlomo Ben-Ami, antiguo ministro de Exteriores de Israel, es en la actualidad vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz.
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