Alguien est¨¢ volando sobre un nido de v¨ªboras
Una parte representativa de la sociedad vasca est¨¢ volando sobre un nido de v¨ªboras sin entrar en la guarida y sin tomar conciencia del peligro que representa. En la pel¨ªcula que me ha inspirado el t¨ªtulo de estas l¨ªneas (Alguien vol¨® sobre el nido del cuco, Milos Forman, 1975), el protagonista, Jack Nicholson, se hace pasar por loco para conseguir su internamiento en un psiqui¨¢trico y desmontar el poder autoritario y desp¨®tico de la enfermera jefe.
El llamado "conflicto vasco" viene de lejos. Se mantiene despu¨¦s de una primera dictadura, una rep¨²blica y una larga y sangrienta dictadura que asol¨® a todos los vencidos, sin distinci¨®n. Pero la Constituci¨®n de 1978 ha servido para que Euskadi asuma una capacidad de autogobierno de la que carecen algunos Estados de sistemas federales. Y sin embargo, ha pasado el tiempo y el balance de la colaboraci¨®n del nacionalismo vasco, en el que es necesario incluir a los que se agrupan bajo ese magma indescifrable del abertzalismo de izquierdas, nunca ha sido generoso -yo dir¨ªa m¨¢s bien ingrato- con aquellos espa?oles que, en medio de dificultades que ellos no est¨¢n pasando, tenemos que convivir con los herederos, cada vez m¨¢s crecidos y numerosos, de una de las dos Espa?as.
Euskadi tiene m¨¢s autogobierno que algunos Estados de sistemas federales
En la sociedad vasca se ha creado una segregaci¨®n violenta de sus habitantes
Esos herederos de una de las dos Espa?as consideran cualquier signo de racionalidad como una debilidad inaceptable, traidora, cobarde e impropia de la Espa?a imperial. En el mismo plano, los fundamentalistas vascos realizan un an¨¢lisis parecido al de los ultranacionalistas espa?oles. La violencia siempre necesita una justificaci¨®n para sublimarla y convertirla en un acto heroico. Para disparar en la nuca a una persona es necesario que el asesino llene antes sus v¨ªsceras de un odio irracional alimentado por la existencia de un supuesto enemigo exterior, que s¨®lo persigue el exterminio de los aut¨¦nticos e indomables vascos.
Si los sue?os de la raz¨®n engendran monstruos, los delirios de la sinraz¨®n han alimentado a una camada de v¨ªboras. Que conste que no se trata de un exabrupto descalificante, sino de una autodefinici¨®n de los que tienen por anagrama el hacha y la serpiente.
Empieza a visualizarse lo que tem¨ªamos. La sociedad vasca, se ha escindido en dos comunidades, no necesariamente separadas irreconciliablemente por opciones pol¨ªticas, sino por una realidad m¨¢s cruda y descarnada: los que pueden deambular, hablar y manifestarse sin temor a ser asesinados y los que por el simple hecho de existir, aunque no hablen porque no pueden o no quieren, son objetivos reales de los criminales que escenifican su presencia pol¨ªtica con la pl¨¢stica sangrienta del tiro en la nuca o, lo que quiz¨¢ sea mas per
-sistente e insoportable, con el apartheid cotidiano de los que aspiran a otra Euskadi m¨¢s tolerante e integradora.
Hay demasiadas noches de los cristales rotos en la vida cotidiana de la sociedad vasca. Se ha creado una segregaci¨®n violenta de sus habitantes, independientemente de cualquier opci¨®n vital. El grupo que utiliza la pistola y la bomba como medio de acci¨®n pol¨ªtica, ha introducido un factor de perversi¨®n y una masa de c¨¦lulas malignas en el cuerpo social.
Bertolt Brecht est¨¢ presente en la vida de Euskadi, con una intensidad y asimilaci¨®n de la ¨¦poca nazi que tiene que estremecer o, por lo menos hacer reflexionar, a los responsables pol¨ªticos y sociales del Pa¨ªs Vasco.
Alg¨²n ciudadano vasco puede repetir con el dramaturgo alem¨¢n: "Cuando comenzaron a asesinar ser¨ªa porque sus v¨ªctimas algo hab¨ªan hecho: no era mi caso. Mataron tambi¨¦n a polic¨ªas y militares: pero yo no era ninguno de ellos. Tambi¨¦n dispararon a la nuca de algunos que dec¨ªan que eran narcotraficantes. Yo no lo era. Despu¨¦s pusieron sus objetivos en la nuca de personas que optaron libremente por una opci¨®n pol¨ªtica contraria a sus exclusivas ideas: yo me manten¨ªa en un exquisito apoliticismo. Finalmente, vinieron por los apol¨ªticos, pero ya era tarde".
Todo esto est¨¢ sucediendo, no es una pesadilla y no se puede tratar como una anormalidad con la que se pueda convivir sin la autodestrucci¨®n de la convivencia y de la dignidad social.
Hay que ser justos y reconocer que el Partido Nacionalista Vasco tiene serios motivos para mostrarse agraviado por determinados comportamientos de los poderes centrales hacia su pol¨ªtica, sus dirigentes y la m¨¢xima representaci¨®n institucional de la comunidad aut¨®noma. Los pol¨ªticos de Madrid han cometido algunos errores, pero, sobre todo, los voceros de la Espa?a sin horizonte no facilitan la tarea de desmontar en ciertos sectores de la sociedad vasca la idea de una democracia agresora y poco atractiva.
La Ley de Partidos Pol¨ªticos no pasar¨¢ a la historia de nuestra democracia como una medida acertada. En el campo del Derecho Penal existe un amplio cat¨¢logo de respuestas a hechos directamente criminales o indirectamente impulsores de los mismos. No era necesario dejar fuera del juego pol¨ªtico de manera aleatoria a unos cientos de miles de ciudadanos que, mal que nos pese, se han cre¨ªdo la tesis, tan querida por todos los autoritarios, del enemigo exterior.
El Partido Nacionalista Vasco, que se siente leg¨ªtimamente agraviado por ciertos comportamientos del poder judicial, no puede seguir sobrevolando sobre este nido de v¨ªboras, como si se tratase de un fen¨®meno biol¨®gico o una simple barbaridad. Es algo m¨¢s, es el germen de la destrucci¨®n de una sociedad que se suicida contemplando c¨®mo la serpiente forma parte de su propio cuerpo social y el hacha, en la prehistoria s¨ªmbolo del progreso, se utiliza para segar las vidas de los disidentes.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado em¨¦rito del Tribunal Supremo.
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