El ¨²ltimo desaf¨ªo de la 'duquesa roja'
La boda en el lecho de muerte de la duquesa de Medina-Sidonia con su secretaria amenaza con provocar una disputa legal entre sus tres hijos y su viuda y heredera
El palacio de Medina-Sidonia, con su fachada de mortero de cal y sus rejas antiguas, parece, a plena luz del sol, opresivo como una c¨¢rcel. No hay un alma en la plaza de los Condes de Niebla, en el barrio alto y antiguo de Sanl¨²car de Barrameda, pero la forastera tiene la inquietante sensaci¨®n de que alguien la esp¨ªa desde el interior del edificio. La casona, sede de la Fundaci¨®n Casa de Medina-Sidonia, que engloba todos los bienes muebles e inmuebles y el valios¨ªsimo archivo de esta linajuda familia espa?ola, aparece casi desierta. En el interior, la madura empleada que atiende la secretar¨ªa fulmina con la mirada a la visitante. "No, no se puede visitar el archivo. La se?ora Liliana no quiere hablar con nadie. Ya estamos hartos", vocifera.
Seg¨²n la duquesa, sus archivos desmontan la historia oficial del descubrimiento de Am¨¦rica y de Espa?a
Era un secreto a voces que no se llevaba bien con sus hijos, que litigaron con ella en m¨¢s de una ocasi¨®n
Por m¨¢s que la fundaci¨®n reciba ayudas p¨²blicas, entre las cuatro paredes del palacio, forradas de tapices, cuadros y muebles antiguos, imperan una ley propia y un rigor agravado por la p¨¦rdida repentina del alma m¨¢ter de este convento laico: Luisa Isabel ?lvarez de Toledo y Maura, 21? duquesa de Medina-Sidonia, princesa de Montalb¨¢n, marquesa de Villafranca del Bierzo, marquesa de Los V¨¦lez, tres veces grande de Espa?a, muerta de neumon¨ªa (extraoficialmente, de c¨¢ncer de pulm¨®n) a los 71 a?os, la tarde del viernes 7 de marzo.
Desde ese d¨ªa, la nueva se?ora de la casa y flamante presidenta de la fundaci¨®n es Liliana Dahlmann, una mujer en la cicuentena de la que casi nadie sabe nada, excepto que lleg¨® a Sanl¨²car de Barrameda, en diciembre de 1983, como invitada a la boda de Leoncio Gonz¨¢lez de Gregorio, hijo mayor de la duquesa, y que se qued¨® en el palacio para siempre. "Era una mujer guapa, amiga de la novia", recuerdan los cofrades de la Hermandad de la Vera Cruz, que tienen su local a un paso del palacio. "Pero claro, ya se le han echado encima los a?os".
Liliana, de ascendencia alemana, con su dulce acento latinoamericano, conquist¨® a la duquesa roja, que la nombr¨® secretaria vitalicia de su fundaci¨®n y cambi¨® los estatutos, en abril de 2005, para dejarla como presidenta vitalicia a su muerte. Nada menos que su heredera. En manos de la nueva presidenta queda un fabuloso archivo de m¨¢s de seis millones de documentos. Historia viva de la casa ducal m¨¢s importante de Espa?a, por ser el primer ducado hereditario, que se concedi¨® en 1445. Legajos de tanto valor, que la fundaci¨®n ha contado siempre con el mecenazgo de universidades espa?olas que han ayudado a protegerlos. Aunque el impulso esencial ha partido de la duquesa, que ha encontrado en Dahlmann una especie de alter ego.
Luisa Isabel ?lvarez de Toledo, famosa por haberse puesto el mundo por montera en vida, decidi¨® dar un ¨²ltimo toque maestro a su biograf¨ªa, y contrajo matrimonio con su secretaria un d¨ªa antes de morir. La titular del Juzgado n¨²mero 3 de Sanl¨²car, Roc¨ªo Mart¨ªn, las cas¨® en el palacio, que pasa a ser domicilio conyugal de la viuda.
Jos¨¦ Rodr¨ªguez, ministro evang¨¦lico y vecino de la duquesa durante los ¨²ltimos 20 a?os, fue testigo ese jueves del revuelo de coches oficiales en el patio delantero del palacio. "Lo que no sab¨ªa es que la duquesa se estaba muriendo. Ni tampoco que se hab¨ªa casado". La noticia trascendi¨® un par de d¨ªas despu¨¦s, cuando ya la duquesa hab¨ªa sido incinerada tras un solemne funeral, y sus cenizas, cuentan, esparcidas por los jardines de su residencia.
Esa boda in art¨ªculo mortis es estos d¨ªas la comidilla del pueblo, aunque no haya sido una sorpresa. "No me extra?a nada. Conociendo a mi madre, lo raro es que haya sido un matrimonio secreto, porque ella actuaba muy a las claras", dice Pilar Gonz¨¢lez de Gregorio, duquesa de Fernandina, segunda de los tres v¨¢stagos de la duquesa. De Gregorio, de 51 a?os, divorciada dos veces, madre de dos hijos, no quiere hablar de las dif¨ªciles relaciones con su madre. "Su muerte ha sido tan repentina que estoy muy impactada", dice. "Acababa de morirse mi padre. Y ahora ella, que hac¨ªa ejercicio, que nadaba, que estaba tan sana que pens¨¢bamos que nos iba a enterrar a todos".
En Sanl¨²car, la gente habla del destino tr¨¢gico "de estos tres chicos", porque tambi¨¦n el padre, Jos¨¦ Leoncio Gonz¨¢lez de Gregorio y Mart¨ª, muerto unos d¨ªas antes que su ex esposa, "se cas¨® in art¨ªculo mortis con la se?ora que le atend¨ªa", cuenta un cofrade de la Vera Cruz. Las relaciones con el padre no eran tan fr¨ªas como con la duquesa, aunque su hija prefiere recordar lo bueno. Despu¨¦s de todo, su madre la saludaba cuando se cruzaban por las calles de Sanl¨²car. "Era una persona singular; ten¨ªa muchas cualidades, pero la maternidad no era lo suyo". Como sus hermanos, Leoncio, de 52 a?os, conde de Niebla y nuevo duque de Medina-Sidonia, y Gabriel, de 50, el m¨¢s enfrentado a la duquesa, Pilar dar¨¢ su opini¨®n cuando se abra el testamento.
En Sanl¨²car todo el mundo dice que los tres hijos "tienen derecho a la leg¨ªtima". ?Pero qu¨¦ parte exactamente?, porque todos los bienes han quedado incluidos en el patrimonio de una fundaci¨®n que ya tiene presidenta, y en la que el hijo mayor, en tanto que nuevo duque de Medina-Sidonia, tendr¨¢ un mero voto en el patronato.
Jes¨²s Barba, abogado y amigo de la fallecida, adem¨¢s de vocal de la fundaci¨®n hasta hace poco, se niega a aclarar ning¨²n aspecto del testamento, pero no teme recursos legales porque, dice, "la duquesa construy¨® una estructura jur¨ªdica perfecta que protege ese patrimonio. Los hijos, claro est¨¢, habr¨ªan preferido que se lo dejara todo a ellos, pero para el resto de los ciudadanos es mejor as¨ª". Los estatutos de la fundaci¨®n, dedicada a mantener el patrimonio de la familia y, muy especialmente, los archivos hist¨®ricos, contemplan su disoluci¨®n en caso de dificultades econ¨®micas insalvables, con lo que todos los bienes pasar¨ªan al Ayuntamiento de Sanl¨²car. Con raz¨®n, el consistorio acaba de hacer a la difunta "hija adoptiva" de la localidad, despu¨¦s de decretar tres d¨ªas de luto por su muerte. La jovenc¨ªsima alcaldesa, la socialista Irene Garc¨ªa, espera, no obstante, que con la inminente incorporaci¨®n de la Junta de Andaluc¨ªa y de la Diputaci¨®n de C¨¢diz al patronato, el control p¨²blico se deje sentir m¨¢s en una instituci¨®n que siempre ha funcionado de acuerdo con los deseos y caprichos de su creadora.
"Sobre todo al principio [finales de los a?os setenta], cuando estaba catalogando los archivos, no puede decirse que diera facilidades a los expertos que ven¨ªan al palacio", reconoce el profesor de lengua y literatura espa?ola y sacerdote de Sanl¨²car Narciso Climent, amigo de la duquesa y cooficiante en el funeral. Una cierta dificultad de consulta se mantuvo siempre. "Depend¨ªa un poco del libre albedr¨ªo de la duquesa, y de las personas que trabajaban con ella, el acceso a los archivos. Se quejaba de que le faltaban papeles", a?ade Climent, que reconoce el fuerte car¨¢cter de la dama.
Un car¨¢cter "tremendo" y "an¨¢rquico" que la llev¨® a abrazar con pasi¨®n las causas en las que cre¨ªa. En su juventud fue una destacada antifranquista. Fue a la c¨¢rcel por apoyar las reivindicaciones campesinas. Esta experiencia le sirvi¨® para denunciar, en una serie de art¨ªculos, el sistema carcelario. De aquellos a?os combativos le qued¨® el sobrenombre de duquesa roja. Un puro nervio. Una mujer que clam¨® con toda la potencia de su notoriedad p¨²blica en casos que consideraba clamorosos. Reconstruy¨® el episodio de las bombas ca¨ªdas en Palomares, en 1966, en una obra, Palomares. Memoria, escrita dos a?os despu¨¦s, y que tuvo problemas de censura. La UNED sac¨® una edici¨®n en 2001 que s¨®lo est¨¢ disponible en la fundaci¨®n que ella misma cre¨®.
La duquesa dedic¨® tambi¨¦n sus energ¨ªas a denunciar los abusos padecidos por los jornaleros andaluces. Su novela La huelga (parte de una trilog¨ªa) le vali¨® ser procesada por el extinto Tribunal de Orden P¨²blico franquista. La causa termin¨® en el Supremo cuando la imputada viv¨ªa ya refugiada en Hasparren (Francia). En Sanl¨²car recuerdan todo esto, y tambi¨¦n su regreso, a la muerte del dictador, y su renovado inter¨¦s por recuperar el disperso legado familiar.
El ministro evang¨¦lico Rodr¨ªguez cuenta que el patrimonio inmenso de los duques de Medina-Sidonia, medio abandonado durante a?os, hab¨ªa sufrido alguna merma. En el r¨ªo revuelto de aquella etapa, mucha gente sac¨® provecho. Pinares de los Medina-Sidonia fueron acotados y requisados por la v¨ªa directa por algunos de sus paisanos. Y la duquesa se qued¨® sin alguna de sus posesiones, como la iglesia de la Merced, uno de los templos m¨¢s hermosos de Sanl¨²car, hoy auditorio municipal.
Lo que le importaba para entonces era casi exclusivamente la historia. Escarbando en c¨¦dulas, cartas y legajos antiguos descubri¨® cosas tremendas. Seg¨²n ella, sus archivos desmontaban poco menos que toda la historia oficial de Espa?a. Dedic¨® un libro a defender la tesis de que Am¨¦rica estaba m¨¢s que descubierta cuando lleg¨® Crist¨®bal Col¨®n, y cultiv¨® una especie de filoarabismo que la llev¨® a defender p¨²blicamente la pertenencia a Marruecos de Ceuta y Melilla, para satisfacci¨®n de Mohamed VI, que la recibi¨® con todos los honores en 2000.
Sus hijos se enteraban de la nueva vida de la duquesa por los medios de comunicaci¨®n. Era un secreto a voces que no ten¨ªa relaci¨®n con ninguno de los tres. "Ellos le pusieron varios pleitos, y eso, l¨®gicamente, no es algo agradable", confiesa su abogado, Jes¨²s Barba. Pleitos que perdi¨® la duquesa en alg¨²n caso. "Es que quer¨ªa quedarse una finca de Mortera que era de la bisabuela de los chicos y se la hab¨ªa dejado a ellos", dice un vecino que recuerda el episodio. "La duquesa, mire usted", pontifica uno de los cofrades, "cambiaba de humor seg¨²n soplaba el viento. Se ve¨ªa en un espejo y discut¨ªa con ¨¦l. Y adem¨¢s, que ni roja ni verde, ella iba siempre de duquesa".
Eso mismo piensa el evang¨¦lico Rodr¨ªguez, un hombre pac¨ªfico acostumbrado a estar en minor¨ªa. En Sanl¨²car, un pueblo de 72.000 habitantes, hay una veintena de templos cat¨®licos. "Nosotros tambi¨¦n estamos creciendo, no crea". La sede de su iglesia comparte un muro con el palacio de Medina-Sidonia. "La duquesa se empe?¨® en que un pedazo de esta casa era suyo, unos 200 metros cuadrados, aunque figuraba en mi escritura de compra. Al final se lo regal¨¦. Ella se qued¨® sorprendida, y entonces yo le dije: 'Conf¨ªo en que tenga un gesto con esta entidad religiosa, y nos d¨¦ un donativo de un mill¨®n y medio de pesetas'. Y accedi¨®. No me iba a poner a litigar. Esa se?ora era una duquesa, aunque fuera en vaqueros y fumara Celtas; descolgaba un tel¨¦fono y todos se le pon¨ªan firmes". Ya fueran ministros o regidores.
"Ha hecho mucho por la cultura, por Andaluc¨ªa y por Sanl¨²car", subraya Irene Garc¨ªa, la alcaldesa. Y no por coincidencia ideol¨®gica con la corporaci¨®n actual. Con el anterior Ayuntamiento del PP se llevaba igual de bien. Lo importante para ella era que las autoridades mostraran inter¨¦s por su fundaci¨®n y echaran mano de la chequera para atender sus necesidades. La contribuci¨®n al mantenimiento de la fundaci¨®n por parte de la hospeder¨ªa Duques de Medina-Sidonia y la cafeter¨ªa, que lleva el nombre de Guzm¨¢n el Bueno, antepasado de la duquesa, no ha sido sustancial hasta el momento. Y los nuevos tiempos parecen azarosos. El can¨®nigo Climent, que ha visitado el palacio en estos d¨ªas, no es optimista. "Me parece que las cosas no han quedado completamente claras. No veo una transici¨®n pac¨ªfica, porque los hijos reclamar¨¢n, obviamente, sus derechos de sangre".
Porque, aunque la duquesa, como dice un vecino de Sanl¨²car, "haya tenido el m¨¦rito de haber vivido como le ha dado la gana", su independencia ha causado siempre da?os colaterales. Si sus hijos, disconformes con su ¨²ltima voluntad, la recurren, la casa de Medina-Sidonia podr¨ªa verse envuelta en un serio litigio por la herencia.
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