El patio trasero de Europa
Stalin resucita ante nuestros ojos una ma?ana de febrero en Tirana. A trav¨¦s de una estrecha rendija en la pared del almac¨¦n se adivina en la penumbra su silueta con el brazo derecho alzado al infinito y la cabellera encanecida por centenares de cagadas de paloma. Hace a?os que nadie accede a este dep¨®sito municipal. A cambio de cinco euros, el funcionario responsable de su custodia accede abrirnos el port¨®n. Dentro, entre montones de polvo y basura, reposan los ¨²ltimos s¨ªmbolos esculpidos en bronce del ¨²ltimo y m¨¢s opaco r¨¦gimen comunista de Europa: un completo inventario de estatuas de los camaradas Lenin, Stalin y el l¨ªder alban¨¦s Enver Hoxha confinadas en esta ruinosa nave industrial de las afueras de Tirana en 1991 tras la ca¨ªda de la dictadura. Una imponente imagen de Lenin fue serrada por la cintura para encajarla en este espacio. Sus piernas amputadas surgen solitarias de un socav¨®n. Un enorme busto de Stalin con gorra de plato reposa en equilibrio sobre la nariz. El conjunto ofrece un aspecto entre tr¨¢gico y c¨®mico.
Esas estatuas presidieron los enclaves estrat¨¦gicos de la capital de Albania durante d¨¦cadas. Eran el ejemplo a seguir. Los gu¨ªas de la patria. Fiscalizaban desde su atalaya cada movimiento de los ciudadanos. Los mismos que las arrancar¨ªan de cuajo a?os m¨¢s tarde. Nadie las recuerda. Tampoco aquella sociedad en blanco y negro; aislada, blindada, paranoica y sin dios por decreto; en la que cada vecino era un esp¨ªa y un sospechoso; sin coches, tel¨¦fonos ni m¨¢s informaci¨®n que la propaganda. Sin propiedad ni vida privada. Con entrenamiento militar desde los 12 a?os. Los albaneses prefieren no hablar de su pasado. A¨²n duele. Cuando termina nuestra visita, el guarda cierra satisfecho el dep¨®sito y se aleja chapoteando en el barro de un paisaje urbano desolado. Descarga un aguacero sobre Tirana. Cuando llueve, la ciudad se vuelve intransitable. El polvo se transforma en un lodo grasiento. Los coches adoptan un aspecto plomizo. Los atascos desbordan las calles. Unos metros m¨¢s all¨¢ se alza un m¨ªsero poblado de chabolas habitado por gitanos. Los m¨¢s pobres en una sociedad muy pobre. Un ni?o pe??que?o llena de agua una cazuela en una mugrienta boca de riego. Nos sonr¨ªe.
No estamos en el Tercer Mundo. Esto no es Hait¨ª. Aunque a veces lo parezca. Estamos en la vieja Europa. A una hora de avi¨®n de Roma o M¨²nich. En Albania. Cruce de caminos entre Oriente y Occidente; entre el islam y la cristiandad. Monta?osa, primitiva e inaccesible. Ruta obligada del tr¨¢fico de hero¨ªna y seres humanos. Uno de los v¨¦rtices del avispero de los Balcanes. Donde las reglas tribales son la ley. Y un Kal¨¢shnikov duerme en cada desv¨¢n. En torno a tres millones y medio de habitantes. En realidad, nadie sabe cu¨¢ntos: no hay Registro Civil. Ni documento de identidad. A esa cifra hay que a?adir un mill¨®n en la emigraci¨®n. Y varios millones m¨¢s de albaneses ¨¦tnicos salpicados por los Balcanes, principalmente en Kosovo, que acaba de proclamar su independencia de Serbia. Kosovo sale todos los d¨ªas en las noticias del mundo. Nadie pregunta a los albaneses qu¨¦ opinan de sus primos del norte, los albanokosovares. Se encoger¨ªan de hombros. Bastantes problemas tienen para cargar con los del pr¨®jimo.
Albania es el estado m¨¢s desconocido y posiblemente el m¨¢s pobre del continente, con la d¨¦cima parte de la renta por habitante de un espa?ol. Tambi¨¦n uno de los m¨¢s torturados en su historia. Invadido y ocupado durante siglos. Sin un respiro del feudalismo turco a la dictadura del proletariado. Con los intermedios del fascismo de Mussolini y la ocupaci¨®n de Hitler. Por aqu¨ª pasaron de largo la Ilustraci¨®n y la revoluci¨®n industrial. No se vislumbr¨® la democracia. A comienzos de los noventa, el r¨¦gimen comunista fue expulsado del poder tras 45 a?os de poder absoluto. Su ca¨ªda a plomo supondr¨ªa el colapso de las instituciones del Estado. La bancarrota de la econom¨ªa. Y la anarqu¨ªa total. Durante los siguientes 15 a?os, la violencia, la corrupci¨®n y el crimen organizado se har¨ªan con los mandos de un pa¨ªs a la deriva. Y decenas de miles de personas lo abandonar¨ªan en mercantes rumbo a Italia. Empezando por los profesionales m¨¢s brillantes.
Las desgracias no hab¨ªan hecho m¨¢s que empezar. En los primeros meses de 1997, la situaci¨®n de anarqu¨ªa se agravar¨ªa a¨²n m¨¢s tras la crisis de las pir¨¢mides. Un at¨ªpico conglomerado de entidades de inversi¨®n, sin ning¨²n tipo de regulaci¨®n ni vigilancia oficial, que arrastr¨® en su ca¨ªda los ahorros de m¨¢s de dos millones de ingenuos albaneses, a los que hab¨ªan prometido rentabilidades de hasta el 100% anual, adem¨¢s de provocar la ca¨ªda del Gobierno y una guerra civil de baja intensidad que se cobrar¨ªa al menos 2.000 vidas. Todav¨ªa quedar¨ªa el cap¨ªtulo de los cientos de miles de kosovares buscando refugio en Albania a finales de los noventa.
A partir de 2000, las cosas comenzar¨ªan a calmarse. Hoy, la construcci¨®n y las remesas de los inmigrantes tiran de la econom¨ªa. Y la gran esperanza es ingresar en la OTAN y la UE. Regresar a Europa, al Mediterr¨¢neo. Con el apoyo incondicional del amigo americano. Como en su momento fue el amigo chino y antes el amigo sovi¨¦tico. El aliado inevitable. En 2006, Albania firm¨® con la UE el Proceso de Estabilizaci¨®n y Asociaci¨®n, que supone una relaci¨®n preferencial de la UE con Albania y ciertas ayudas econ¨®micas a cambio de reformas pol¨ªticas, econ¨®micas y legislativas. El proceso de adhesi¨®n se prev¨¦ largo. M¨¢s f¨¢cil parece el ingreso en la OTAN dado el control que ejerce del amigo americano en esta organizaci¨®n. El Ej¨¦rcito alban¨¦s ya ha comenzado a destruir su arsenal de origen chino y sovi¨¦tico y sus armas qu¨ªmicas y ha pedido consejo al Gobierno espa?ol para acabar con el servicio militar obligatorio.
Queda un largo camino. Todo est¨¢ por hacer. Todo. "Albania, m¨¢s que un Estado en transici¨®n, como Espa?a tras la muerte de Franco, es un Estado en fundaci¨®n. Est¨¢ todo por crear; desde el padr¨®n hasta el catastro; desde una judicatura independiente hasta unas listas electorales fiables. Aqu¨ª no hay sentido de Estado, de comunidad. Tras 45 a?os de colectivizaci¨®n, nadie quiere saber nada del espacio p¨²blico. Cada uno va a lo suyo. Hay un individualismo muy fuerte. Est¨¢ todo por hacer porque Albania realmente no es un Estado", explica un di??plo?m¨¢tico europeo destinado en el pa¨ªs.
En Albania a¨²n existe una mentalidad heredada de la larga dictadura que hay que borrar. Incluso en el vocabulario. Por ejemplo, el t¨¦rmino voluntariado est¨¢ totalmente desacreditado. Aqu¨ª nadie quiere ser voluntario. "Durante la dictadura, todos ¨¦ramos voluntarios. Y eso supon¨ªa que te pon¨ªan los domingos a recoger ma¨ªz para el Partido o a poner los b¨²nkeres a punto por si nos invad¨ªan. Eso era voluntariado. Hacer algo por otros a cambio de nada. Por eso, las ONG est¨¢n teniendo un ¨¦xito escaso y nulo apoyo del Gobierno. Y lo misma pasa con la palabra colectivo. Aqu¨ª es como hablar del diablo", explica un pol¨ªtico de la oposici¨®n. "No hay un solo proyecto com¨²n m¨¢s all¨¢ de la UE".
Un argumento con el que coincide Edi Rama, alcalde de la capital desde 2000 y actual l¨ªder de la oposici¨®n socialista, que define Tirana como una no-ciudad. "Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen, la ciudad se convirti¨® en un bazar ca¨®tico. Donde cada uno ocupaba el espacio p¨²blico y comerciaba donde quer¨ªa. Cubierto de edificios construidos ilegalmente. Una no-ciudad sin parques ni aceras; sin transporte p¨²blico. Con los coches inundando cada rinc¨®n y un aluvi¨®n de personas procedentes del ¨¦xodo rural llegando a diario en busca de oportunidades. Y estamos transformando ese bazar en una ciudad".
-?C¨®mo?
-Para empezar, hemos demolido 5.000 edificios ilegales; las excavadoras sacaron 123.000 toneladas de viejos bloques de viviendas que ocultaban la vista del r¨ªo Lana. Y ahora se trata de modernizar las instituciones. Aprender a recaudar mejor. Porque no tenemos un sistema fiscal eficaz. Lo que lleva a la corrupci¨®n es la falta de modernidad. Un Estado, cuanto menos moderno, m¨¢s corrupto. Si la Administraci¨®n no te presta servicios, si no te da respuestas, los buscas en la corrupci¨®n. Si la puerta delantera est¨¢ cerrada, vas por la de atr¨¢s, que siempre est¨¢ abierta. Contra la corrupci¨®n se lucha modernizando, no con medidas autocr¨¢ticas, como est¨¢ haciendo el actual Gobierno de derechas de Sali Berisha.
Edi Rama, de 43 a?os, es un tipo alto, carism¨¢tico y arrogante en el que algunos ven al futuro l¨ªder del pa¨ªs. ?l se deja querer. Artista formado en Par¨ªs y Estados Unidos; siempre con el aura de no haber militado en el Partido del Trabajo de Enver Hoxha, el partido ¨²nico durante el comunismo (al contrario que los dirigentes de las dos grandes formaciones pol¨ªticas del pa¨ªs: el Partido Socialista y el Partido Democr¨¢tico); l¨ªder estudiantil contra el comunismo en 1990 y ministro de Cultura con los socialistas entre 1998 y 2000, su golpe de efecto como alcalde ha sido decorar con colores brillantes decenas de cenicientos bloques de viviendas construidos por el comunismo. "Como no ten¨ªamos dinero, nos pusimos a pintar". El resultado es muy desigual. Al menos ha aportado una dosis de alegr¨ªa al mustio perfil de Tirana, una no-ciudad que contaba en 1990 con 230.000 habitantes y hoy supera los 700.000. Y sigue creciendo. S¨®lo hay que acercarse a las zonas de chabolas que circundan la miserable estaci¨®n del tren que parece sacada de Doctor Zhivago, de la Rusia de 1917.
Desde su teatral despacho de alcalde pintado al fresco, en el que destacan una fotograf¨ªa con Hillary Clinton y una ristra de ajos para ahuyentar los malos esp¨ªritus (los albaneses son un pueblo enormemente supersticioso), se domina el coraz¨®n de la ciudad: la plaza del h¨¦roe nacional Sk?nderbeg. Un Cid Campeador a la albanesa. La plaza, escenario de las grandes concentraciones de afirmaci¨®n al r¨¦gimen con Enver Hoxha, es hoy un espacio fr¨ªo, anodino, de paso; un pastiche mellado rodeado de edificios p¨²blicos heredados del fascismo, fuentes que no funcionan y fr¨ªos mazacotes racionalistas legado del comunismo. El tono c¨¢lido lo presta la bella mezquita Et'hem Bey, del siglo XVIII, desde cuyo minarete se llama a la oraci¨®n cinco veces al d¨ªa ante la general indiferencia de los transe¨²ntes. A esa misma hora ta?en las campanas de la cercana catedral cat¨®lica presidida por un infantil mosaico de la madre Teresa de Calcuta, la hero¨ªna nacional. Y demonio personal de Hoxha, que la llamaba "la callejera".
En el centro de la plaza, un grupo de hombres cambia divisas por lek albaneses; algunos visten a la usanza de la dictadura: sombrero, traje gris de la era Jruschov y gab¨¢n. Alguno se mueve en bicicleta. Se rumorea que son antiguos aparatchik comunistas y ex militares reciclados en cambistas. En otro grupo se venden viejos tel¨¦fonos m¨®viles. "Todo lo que se descarta en Europa llega aqu¨ª". Los hombres y mujeres de m¨¢s edad tienen un aspecto rural y desastrado; la gente joven es cl¨®nica a la de cualquier barrio popular de Espa?a. Un gitano pasea un oso ti?oso sujeto con una cadena, y un par de discretas prostitutas deambulan por la parada del autob¨²s. No es lo normal; al contrario de otras capitales del Este, en Tirana la prostituci¨®n es invisible. No hay mercado para esta pr¨¢ctica en un pa¨ªs donde el 25% de la poblaci¨®n es pobre, hasta el 60% se sit¨²a en torno a la l¨ªnea de la pobreza y el paro supera el 20%. "Aqu¨ª no hay mercado para la prostituci¨®n y la droga; las exportamos; lo ¨²nico que podemos exportar es gente", rezonga uno de los cambistas. Seg¨²n informes internacionales, m¨¢s de 30.000 mujeres albanesas practicar¨ªan la prostituci¨®n en la Uni¨®n Europea. M¨¢s all¨¢, las ma??fias de este pa¨ªs controlar¨ªan el mercado de la hero¨ªna y la prostituci¨®n en Italia y Grecia y extender¨ªan sus tent¨¢culos hasta el Reino Unido.
El se?or Abendit tiene una edad indeterminada, entre 60 y 80 a?os; sonr¨ªe sin parar. A veces la mueca se convierte en una extra?a carcajada. Lleva una cazadora de cuero sint¨¦tico y una camisa de franela cerrada hasta la nuez. Era el encargado en la dictadura de la emisi¨®n de las licencias de conducir. Durante 40 a?os, los albaneses no pudieron tener coche. S¨®lo los jerarcas del Partido. Con su risa particular, Abendit confiesa que en 1985 ten¨ªa registrados en Tirana 600 permisos de conducir. En todo el pa¨ªs se contabilizaban 7.000 veh¨ªculos, incluidos tractores y camiones. "No hab¨ªa sem¨¢foros", dice entre risas. "?Las cosas han cambiando, eh?".
22 a?os despu¨¦s de la muerte del dictador, a las puertas del Club Taiwan, la terraza de moda en Tirana, entre tacones de aguja y trajes italianos, se agolpa una completa escuder¨ªa Mercedes ¨²ltimo modelo. Es el coche oficial del pa¨ªs m¨¢s pobre de Europa. Hay m¨¢s coches per c¨¢pita de esa marca en Tirana que en ninguna otra capital del mundo. Desde los m¨¢s viejos modelos llegados de Alemania, con cientos de miles de kil¨®metros en sus ballestas, capaces, seg¨²n los albaneses, "de soportar las terribles carreteras albanesas", hasta los ¨²ltimos modelos provenientes muchas veces del mercado europeo de coches robados y que aqu¨ª circulan sin papeles. Muchos son, directamente, el resultado del lavado del dinero sucio que llega de otros pa¨ªses. Un caso similar se vive con el boom de la construcci¨®n. La locomotora de la econom¨ªa gracias a las remesas de los inmigrantes y tambi¨¦n del lavado de dinero negro de la regi¨®n. "Es imposible saber de d¨®nde sale esa gente con tanto dinero en un pa¨ªs donde un maestro cobra 270 euros y donde un tercio de los ni?os viven con menos de dos d¨®lares al d¨ªa", explica la profesora Milva Ekonomi. "Ves esos coches y esos pisos de lujo y no sabes de d¨®nde pueden salir. En Albania hay dos econom¨ªas. Una est¨¢ lavando dinero de fuera".
Milva Ekonomi es una de las fundadoras del grupo c¨ªvico Mjaft (Basta), el m¨¢s s¨®lido del pa¨ªs, cuyo l¨ªder, el medi¨¢tico Erion Velliaj, se plantea su pr¨®ximo salto a la pol¨ªtica. Mjaft naci¨® a comienzos de 2000 para combatir la corrupci¨®n, la pobreza y la ignorancia. Para dar un impulso ¨¦tico al pa¨ªs. "Queremos decir ?basta! a la violencia, el tr¨¢fico il¨ªcito, la contaminaci¨®n y la pol¨ªtica inmoral e indiferente. ?Basta! a los sistemas de educaci¨®n y salud en deterioro", explica uno de sus miembros. Hoy es la organizaci¨®n m¨¢s odiada por los capos de la corrupci¨®n y por la derecha que gobierna desde 2005 el pa¨ªs.
La ciudad portuaria de Durres, a orillas del Adri¨¢tico, puerta de salida de Albania hacia Italia, es el mejor reflejo de la fiebre inmobiliaria que afecta al pa¨ªs; los grandes bloques de apartamentos han hurtado sin contemplaciones centenares de metros a la playa. Se construye sin licencia. Mientras, el puerto aparece inactivo; algunos esqueletos de viejos mercantes est¨¢n a punto de hundirse. En muchos de ellos huyeron como sardinas en lata 60.000 albaneses hacia Italia tras el colapso del r¨¦gimen comunista, en 1991. El Estado era el due?o de los barcos; el Estado era due?o de todo. Hoy, la flota mercante albanesa est¨¢ considerada la segunda m¨¢s peligrosa del mundo, tras la de Corea del Norte. El ¨²ltimo para¨ªso comunista.
A la entrada del puerto, un enorme cartel anima a los ciudadanos a denunciar a los corruptos; forma parte de una campa?a institucional que, seg¨²n el director del puerto, Agron ?opja, "busca abrir la mente de la gente para que si necesitan un permiso, una licencia, una aduana, no deben pagar nunca por debajo de la mesa. No podemos aceptar m¨¢s la corrupci¨®n. Nos lo exige Europa, el Banco Mundial y el FMI. Es nuestro futuro".
Acabar con la corrupci¨®n fue el ¨®rdago electoral del actual primer ministro, Sali Berisha, del Partido Democr¨¢tico. La oferta que llev¨® al viejo cardi¨®logo del dictador a la presidencia. Al parecer, con muy escaso ¨¦xito en estos casi tres a?os. La corrupci¨®n es un aut¨¦ntico Estado paralelo en Albania. La econom¨ªa sumergida, el sector gris, se cifra en m¨¢s del 50% del PIB y resta unos ingresos cada a?o a las arcas del Estado de 1.000 millones de euros, una cifra equivalente a las remesas que env¨ªan cada a?o los inmigrantes.
Las ra¨ªces de las poderosas mafias albanesas se encuentran en organizaciones subterr¨¢neas que ya exist¨ªan durante el sistema comunista y obligaban a pactos secretos a sus miembros a cambio de sobrevivir a las sangrientas purgas de Hoxha. Esas organizaciones, que dominaban el contrabando, se reciclaron a partir de los noventa, en torno a la droga, el tr¨¢fico de seres humanos (ni?os, mujeres, inmigrantes ilegales), de ¨®rganos para trasplantes, armas y coches robados. Hoy cuentan con ej¨¦rcitos privados. Y su poder se extiende a todas las esferas de la sociedad, aunque de una forma m¨¢s discreta que hace unos a?os. La cuesti¨®n es ingresar en la UE. Y eso lo saben tambi¨¦n los delincuentes. Y hay que ser m¨¢s discretos.
Esas mafias albanesas se han beneficiado en su enorme y r¨¢pido desarrollo de los c¨®digos de sangre que dictaban la ley en las zonas rurales del pa¨ªs. Especialmente en el norte; "los monta?eses". El far west. El c¨®digo m¨¢s extendido es el Kanum, un centenario conjunto de reglas que ordena las relaciones familiares, las herencias, las venganzas y hasta las transacciones comerciales en amplias zonas del pa¨ªs. Siempre al margen de los poderes del Estado. Hoxha prohibi¨® el Kanum. Como hizo con la religi¨®n a partir de 1967. Miles de iglesias y mezquitas fueron cerradas. Los religiosos, perseguidos y en??carcelados. En Albania s¨®lo se pod¨ªa rendir culto al l¨ªder. Y el Kanum era considerado propio de los enemigos del r¨¦gimen. Sigui¨® funcionando en la clandestinidad. Tras la ca¨ªda del r¨¦gimen comunista, la debilidad del Estado provoc¨® su rebrote. Hoy, las mafias acuden a sus sentencias para justificar los ajustes de cuentas. Y los maltratadores, sus asesinatos. Se habla de un millar de muertos cada a?o v¨ªctimas de esa legislaci¨®n tribal. Cuando una pareja se casa, el padre de la novia entrega a su yerno una bala; podr¨¢ hacer uso de ella libremente si la mujer le deshonra. 180 mujeres murieron v¨ªctima de la violencia machista en Albania en 2006 frente a 80 en 2005. Muchas mujeres viven hoy aterrorizadas por el Kanum.
Porque, parad¨®jicamente, el fin del co??munismo provoc¨® un repentino retroceso del papel de la mujer en la sociedad albanesa. "Con Hoxha, la mujer, la proletaria, la madre, ten¨ªa unos derechos otorgados; era parte de la revoluci¨®n; y, de pronto, con la democracia, ten¨ªa que ponerse a luchar por ellos", resume la profesora Milva Ekonomi. Con el comunismo, el hombre y la mujer eran iguales. En el sistema postotalitario, las cosas iban a cambiar. Supon¨ªa la vuelta de la ley isl¨¢mica entre muchos musulmanes y del Kanum entre muchos campesinos. Y la aparici¨®n del fen¨®meno de los malos tratos. Eralda Methasana, catedr¨¢tica, profesora y presidenta de la ONG Femjet Sot, explica: "Con el comunismo, la polic¨ªa sab¨ªa todo; ten¨ªa los o¨ªdos en todos los sitios y si ten¨ªa noticia de que pegabas a tu mujer, pod¨ªas terminar en la c¨¢rcel. El Gobierno interfer¨ªa en las relaciones familiares como un ¨¢rbitro y avergonzaba p¨²blicamente al maltratador. Ya no existen esas estructuras de control y las que se han creado, judiciales y policiales, no son fuertes. No dan miedo a nadie".
-?Hay una ola de islamismo radical en estos momentos en Albania?
-No, tras 50 a?os de sociedad laica, la gente pasa mucho de religi¨®n. Hay muchos matrimonios mixtos. No se ve ni un velo. Las muertes de esas mujeres tienen mucho m¨¢s que ver con el machismo que con la religi¨®n.
Sin embargo, nada m¨¢s caer el comunismo, Albania se convirti¨® en blanco predilecto de los predicadores de todas las religiones del mundo. Las grandes y las peque?as. Tres millones y medio de ciudadanos sin dios como clientes. Un terreno virgen y f¨¦rtil para los extremistas de todo signo. Los cat¨®licos construyeron su catedral en 2002 en pleno centro de Tirana; los ortodoxos est¨¢n a punto de concluir la suya junto al Taiw¨¢n, el bar de moda. Y los petrod¨®lares del Golfo han financiado la construcci¨®n de mezquitas por todo el pa¨ªs. Doce mil chicos albaneses han sido becados para estudiar en madrasas de Estados ¨¢rabes. Siempre bajo la mirada atenta de los servicios de informaci¨®n occidentales. En especial de Estados Unidos, que considera Albania su portaaviones en los Balcanes. Y teme un rebrote fundamentalista. Sin embargo, el laicismo es la pr¨¢ctica religiosa m¨¢s extendida. Miles de coranes con remite de Arabia Saud¨ª se pudren abandonados en el patio de la bella mezquita de Fushe Cruje, cerca de Tirana. En esa misma ciudad compartimos raki, el poderoso aguardiente turco, y cigarrillos locales con varios lugare?os. Todos son musulmanes. Cae una botella tras otra.
La religi¨®n fue sustituida durante d¨¦cadas por la superstici¨®n y la ley de la tribu. El mismo dictador acudi¨® a los ancestrales c¨®digos de sangre para justificar sus fines. Lo explica Kujtim ?ashku, viejo luchador por los derechos humanos y director de la escuela de cine Marubi, en Tirana: "Hoxha mezcl¨® en su ideolog¨ªa la lucha de clases con los mecanismos tribales. Mezcl¨® el Kanum con el comunismo. La base del Kanum es vengarse del que haga mal a la familia. Eso, aplicado al r¨¦gimen comunista supon¨ªa combatir a muerte al que hace da?o al Partido; si haces da?o al Partido, haces da?o al clan y sufrir¨¢s nuestra venganza. As¨ª logr¨® Hoxha perpetuarse cuatro d¨¦cadas en el poder eliminando al que no le conven¨ªa".
Cuando se derrumb¨® el comunismo, se vino abajo ese inestable andamiaje. Albania dej¨® de existir. Nada era de nadie. No exist¨ªa la propiedad privada. Nadie tomaba decisiones. Los despachos quedaron vac¨ªos. El ej¨¦rcito y la polic¨ªa, sin direcci¨®n. "Nadie sab¨ªa para qu¨¦ ni para qui¨¦n trabajaba. Hasta entonces viv¨ªamos en un sistema econ¨®mico cerrado, irreal. Se produc¨ªa lo que se consum¨ªa. Pero nadie sab¨ªa cu¨¢nto se produc¨ªa ni cu¨¢nto se consum¨ªa", relata la polit¨®loga Milva Ekonomi. "Y, de pronto, la productividad era lo m¨¢s importante de nuestra econom¨ªa. Producir m¨¢s y m¨¢s barato. Competir. Capitalismo salvaje. Y nuestro sistema se vino abajo. Y arrastr¨® a los servicios p¨²blicos y al sistema educativo. Hoy, en este pa¨ªs no est¨¢ ni siquiera garantizado el derecho de la mujer a parir en condiciones sanitarias aceptables".
El experimento del comunismo hab¨ªa fracasado. No hab¨ªa recambio. Ni plan B. Los obreros abandonaron en masa durante aquellos d¨ªas de 1990 y 1991 sus puestos de trabajo en las empresas p¨²blicas; muchos robaron los equipos. Las granjas colectivas de ma¨ªz, vi?edo y c¨ªtricos, que autoabastec¨ªan al pa¨ªs, quedaron desiertas. Hoy son terrenos bald¨ªos en el extrarradio de Tirana.
La estatua de Stalin que descubrimos abandonada en el viejo almac¨¦n de Tirana presidi¨® durante a?os el orgulloso Combinado Textil I¨®sif Stalin, a las afueras de la capital. Un impresionante complejo fabril que reun¨ªa en su interior desde hilaturas hasta empresas manufactureras que realizaban las prendas. Y contaba incluso con su propia central t¨¦rmica. El glorioso pedestal del padrecito Stalin es hoy un monolito desnudo, ennegrecido y sin sentido. A su alrededor, los centenares de hect¨¢reas del complejo se han transformado en un cementerio industrial tomado al asalto por familias gitanas que malviven en su l¨®brego interior. No es un sitio recomendable para pasear. Otro ejemplo de la decadencia industrial de Albania es el glorioso Combinado de Acero del Partido, en el valle de Elbasan, a un par de horas en coche de Tirana. Construido en secreto en los a?os sesenta con ayuda de la China de Mao, ocupa una inmensa superficie inactiva. Sus chimeneas est¨¢n mudas. Las m¨¢quinas, cubiertas de ¨®xido. Su legado es haber hecho de Elbasan la ciudad m¨¢s contaminada del pa¨ªs.
Un par de centenares de kil¨®metros m¨¢s all¨¢ de Elbasan, entre monta?as, lejos de los centros urbanos, por caminos sin asfaltar, cerca de la frontera con Macedonia, llegamos a Gizavesh. Un millar de habitantes. Un b¨²nker en cada huerto: Hoxha construy¨® 700.000 en todo el pa¨ªs para repeler una invasi¨®n que nunca lleg¨®. Hoy no saben qu¨¦ hacer con ellos. Surgen en cada esquina.
Aqu¨ª, en el campo, la situaci¨®n es mejor y peor. La vida es m¨¢s digna y autosuficiente; no tiene el tono decadente de Tirana. El paisaje es bell¨ªsimo. Pero la pobreza es extrema; los cortes de luz y agua, continuos. Los servicios p¨²blicos, nulos. Cada hogar tiene alg¨²n miembro en la inmigraci¨®n. De eso se come. Y de una m¨ªnima ganader¨ªa y agricultura de subsistencia. Se habla de un tercio de ni?os malnutridos en estas ¨¢reas rurales.
En casa de la familia Buzro, frente a un explosivo caf¨¦ turco, rodeados de varios vecinos del pueblo, se desata un debate sobre el pasado y el presente del pa¨ªs al preguntarles el periodista qu¨¦ fue lo mejor de la dictadura. El primero en contestar es el cabeza de familia: "Lo mejor es que ten¨ªamos tranquilidad y seguridad. Echamos de menos eso. Tenemos miedo a que nos ataquen los ladrones y violen a nuestras mujeres". Le refuta con sorna uno de sus vecinos: "S¨ª, con Hoxha ten¨ªamos la tranquilidad de la prisi¨®n y del cementerio". Rebate el defensor de Hoxha: "Y adem¨¢s, antes ten¨ªamos las cosas de la vida aseguradas. Ahora estamos todo el d¨ªa pensando en el dinero". Interviene otro vecino: "S¨ª, pero es nuestro dinero. Nos llevaban a trabajar y no sab¨ªamos para qui¨¦n, ni para qu¨¦ serv¨ªa. Ahora, al menos, trabajamos para nosotros".
El se?or Hoxhaji reconoce rojo como un tomate que tiene armas en su casa. "Por lo que pueda pasar". Una pr¨¢ctica habitual en el pa¨ªs. Con la dictadura hab¨ªa armas para defenderse del invasor. Y tras la muerte de Hoxha, los dep¨®sitos del Ej¨¦rcito fueron asaltados por la poblaci¨®n. Sin embargo, de lo dicho anteriormente no hay que deducir que los albaneses sean violentos. De ninguna manera. Es un pa¨ªs tranquilo; no se siente inseguridad en la v¨ªa p¨²blica. M¨¢s all¨¢ de caer en un socav¨®n. Tirana no es una ciudad agradable; no tiene monumentos ni un comercio sofisticado. Padece continuos cortes de agua y luz. Su transporte p¨²blico es ineficaz. Y toneladas de basura sin recoger se acumulan en las esquinas y contaminan el curso del r¨ªo. Pero sus habitantes son amables y educados. Tienen la curiosidad e ingenuidad del que ha estado aislado durante d¨¦cadas. No rechazan posar para una fotograf¨ªa. Ni siquiera los polic¨ªas. Siempre est¨¢n dispuestos a un rato de charla frente a una copa de raki. La comunicaci¨®n no es dif¨ªcil: todos chapurrean el italiano y las ¨¦lites se manejan en ingl¨¦s con una soltura de la que carecen los espa?oles.
Albania es un pa¨ªs amable, pobre, visceral, que tiene todo por hacer y que sabe que su ¨²nica esperanza es la Uni¨®n Europea. Y no quiere perder su ¨²ltima oportunidad.
Ya nada volver¨¢ a ser lo mismo en la opaca Albania. El tiempo y la historia pueden correr por fin a su favor. Y en ese sentido, es muy curioso percatarse en el aeropuerto de Tirana c¨®mo los polic¨ªas del control de seguridad registran hasta el tu¨¦tano al nieto mayor del dictador, al pr¨ªncipe heredero, Shpati Hoxha, de 30 a?os, un empresario especializado en canalizar inversiones extranjeras. Pelo engominado, traje de Versace, gesto arrogante, tendencia a la gordura, Shpati Hoxha se quita con paciencia los zapatos puntiagudos y deshace su equipaje ante la polic¨ªa. Nadie sabe qui¨¦n es. Pero es todo un s¨ªmbolo.
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