Adolescencia
Ciertos debates son in¨²tiles. El que gira en torno a la adolescencia, por ejemplo. Basta con abrir los ojos: la eclosi¨®n hormonal se ha convertido en el centro de gravedad de nuestro consumo, de nuestra cultura, de nuestra civilizaci¨®n. Resulta ocioso discutir sobre la condici¨®n de nuestros adolescentes porque es hegem¨®nica. Es nuestra condici¨®n, la condici¨®n del Occidente feliz.
Los padres abroncan a los hijos porque no quieren que hagan lo mismo que hacen e hicieron ellos: es una forma como cualquier otra de pasar el tiempo. Los adultos se distinguen por la hipoteca, por el empleo (o su ausencia), por una vaga sensaci¨®n de experiencia acumulada e inservible. Y porque sufren por sus hijos, lo cual, bien mirado, constituye una penitencia merecida. Antes, el tiempo creaba una zanja divisoria: de un lado, el volc¨¢n sexual; del otro, la mansedumbre. Parece que la medicina ha acabado tambi¨¦n con esa zanja.
Adoramos los valores adolescentes. Adoramos la gloria instant¨¢nea, la inmortalidad. El m¨²sculo del deportista, el grito del cantante, la piel tersa, la primavera perenne, la ausencia de dolor. Adoramos las sensaciones, la convicci¨®n que dura un minuto. La campa?a electoral del PSOE ha sido mod¨¦lica en ese sentido: la promesa de varios regalos, una Z onomatop¨¦yica, un gesto circunflejo con el dedo.
Personalmente, nada en contra. S¨®lo una objeci¨®n: la ropa. Me parece triste envejecer y morir bajo un disfraz de ni?o.
F¨ªsica o qu¨ªmica, la serie que Antena 3 emite los lunes por la noche, intenta retratar a los profesores como alumnos y a los alumnos como profesores: es normal, son iguales. No existe esc¨¢ndalo en eso. Los personajes fornican, se drogan, acumulan errores, se hieren, se suicidan.
Es lo que hacemos. Se podr¨ªa lamentar, quiz¨¢, el penoso nivel de los guiones y, en general, de todos los elementos que componen la serie. Pero ser¨ªa est¨¦ril, como el debate sobre la adolescencia. Esa serie no es culpa nuestra. Es culpa de la sociedad, que nos ha hecho as¨ª.
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