Triste aniversario
Triste aniversario. Ante todo para Irak, sometido a un martirio indecible e inacabable, al borde de la extinci¨®n como pa¨ªs. Cinco a?os de guerra han producido una cifra escalofriante de v¨ªctimas mortales, entre 600.000 y 1,2 millones seg¨²n estudios de diferentes instituciones independientes. Cuatro millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares. M¨¢s de dos millones han tomado el camino del exilio. Quienes han tenido la oportunidad de partir, sobre todo los j¨®venes profesionales, se han instalado en otro pa¨ªs. Cerca de 50.000 personas se hallan encarceladas, ya sean en manos del Gobierno iraqu¨ª, ya de la coalici¨®n, en su gran mayor¨ªa sin cargos. Seg¨²n Amnist¨ªa Internacional, la presencia norteamericana no ha impedido que Irak se haya convertido "en uno de los pa¨ªses m¨¢s peligrosos del mundo, en el que cada mes pierden la vida de forma violenta centenares de civiles". Las condiciones de vida de la poblaci¨®n han empeorado, de forma que el 70% no tiene agua potable y se ve obligado a vivir con unos ingresos de un d¨®lar diario. El ¨ªndice de desnutrici¨®n infantil, que ya era del 19% en los ¨²ltimos a?os de Sadam Husein bajo el r¨¦gimen de sanciones internacionales, ha pasado ahora al 28% de la poblaci¨®n infantil, seg¨²n Oxfam.
Los mayores da?os para EE UU no se pueden cuantificar; afectan a su prestigio en el mundo
Triste aniversario tambi¨¦n para Estados Unidos. Son ya 4.000 los soldados norteamericanos que han perdido all¨ª la vida. Pero otros 60.000 han sido repatriados con heridas, enfermedades o secuelas de por vida. El coste de la guerra ha sido evaluado por los economistas Joseph Stiglitz y Linda Bilmes entre tres y cinco billones de d¨®lares, incluyendo en este c¨¢lculo las reparaciones e indemnizaciones sociales y los costes macroecon¨®micos, entre los que se incluye la repercusi¨®n en los elevados precios del petr¨®leo o los intereses de la deuda. Pero los mayores da?os para EE UU no pueden ser objeto de c¨¢lculo, porque afectan a su lugar y a su prestigio en el mundo. Los invasores han destruido en Irak, y en general gracias a toda su pol¨ªtica antiterrorista, todos los valores que hab¨ªan sido exhibidos como bandera para justificar su actuaci¨®n, empezando por su imagen de liberadores: las detenciones arbitrarias, torturas, c¨¢rceles secretas, matanzas de civiles y actuaciones delictivas de los ej¨¦rcitos privados contratados por Washington han corro¨ªdo la imagen de EE UU en el mundo y har¨¢n falta muchos a?os y esfuerzos para repararla.
Triste aniversario tambi¨¦n para Bush y sus neocons, para Aznar y Blair, y todos los que auxiliaron al presidente norteamericano. No quieren reconocerlo ahora y se obstinan en defender las decisiones que les llevaron a invadir Irak hace cinco a?os en las condiciones en que se hizo. Lo volver¨ªan a hacer, aseguran los infelices. Pero la verdad inconfesa es que han arruinado el proyecto pol¨ªtico en el que estaban empe?ados. Se trataba de imponer la m¨¢s absoluta hegemon¨ªa norteamericana, gracias a la superioridad tecnol¨®gica, y a una acci¨®n en¨¦rgica y decidida, a¨²n a costa de quebrar la legalidad internacional, romper la Uni¨®n Europea y convertir las Naciones Unidas en una instituci¨®n irrelevante. Y lo que tienen ahora es una opini¨®n norteamericana en contra de la guerra y de la presencia militar en el pa¨ªs ¨¢rabe; una superpotencia limitada en su capacidad de acci¨®n gracias a dos guerras simult¨¢neas (Irak y Afganist¨¢n) y a un desgaste militar y econ¨®mico insoportables; y un mundo m¨¢s inestable y complicado, con un Ir¨¢n desafiante en busca de su arma nuclear. El ideario neocon que les llev¨® a una aventura tan sangrienta ha quedado inutilizado como m¨ªnimo para una entera generaci¨®n. Afortunadamente. Ser¨¢ dif¨ªcil que alguien vuelva a usar durante a?os conceptos como guerra preventiva, unilateralismo, coaliciones de voluntarios, o apele a los poderes excepcionales del presidente norteamericano. El siglo XXI, para postre, ser¨¢ menos americano de lo que deseaban quienes idearon la guerra de Irak y m¨¢s chino, indio y ruso o, a pesar de todo, europeo.
Triste aniversario tambi¨¦n para los periodistas y los medios de comunicaci¨®n en general. M¨¢s de doscientos periodistas han muerto violentamente en Irak estos cinco a?os, entre ellos los espa?oles Jos¨¦ Couso y Julio Anguita Parrado. No hay en el mundo ning¨²n pa¨ªs m¨¢s peligroso para este oficio en este momento. Lo era en los primeros d¨ªas de la guerra, cuando el ej¨¦rcito aliado incluy¨® a los periodistas empotrados, pero luego lo fue todav¨ªa m¨¢s, despu¨¦s del derrocamiento del r¨¦gimen. La preparaci¨®n de la guerra signific¨® unas de las mayores operaciones de manipulaci¨®n informativa de la historia. M¨¢s del 60% de los ciudadanos norteamericanos cre¨ªan en el momento de ir a la guerra que Sadam Husein era el responsable de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pent¨¢gono (un 30% lo cre¨ªan todav¨ªa hace dos a?os). La Administraci¨®n norteamericana impuso, con la ayuda sobre todo de Tony Blair, la idea de que el dictador iraqu¨ª ten¨ªa armas de destrucci¨®n masiva que pod¨ªa utilizar en cuesti¨®n de 45 minutos. La informaci¨®n de los servicios secretos norteamericanos y brit¨¢nicos estaba guiada por decisiones pol¨ªticas, sin tener en ning¨²n momento evidencia alguna de que Sadam tuviera todav¨ªa arsenales a su disposici¨®n. Fueron muchos los peri¨®dicos de gran prestigio y las cadenas de televisi¨®n que realizaron parte del trabajo sucio para que se creara tal estado de opini¨®n. Los radiopredicadores norteamericanos tuvieron un papel destacado en la creaci¨®n de este clima b¨¦lico. Con estos cinco a?os de la guerra de Irak el oficio celebra asimismo un penoso naufragio del periodismo.
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