Guanacos en Torres del Paine
TRAS UN VIAJE en avi¨®n algo accidentado, con retrasos y escalas t¨¦cnicas no previstas, por fin aterrizamos en el aeropuerto de Punta Arenas, en Chile, una de las ciudades m¨¢s meridionales del planeta. Deb¨ªamos darnos prisa, pues a¨²n nos quedaba un buen trecho hasta nuestro destino, el parque nacional de Torres del Paine. Se trataba de un trayecto de unos 180 kil¨®metros, la primera parte por la autopista patag¨®nica, hasta Puerto Natales, pero de ah¨ª en adelante por carreteras de ripio, con el inconveniente de que por el retraso del avi¨®n se nos hizo de noche por el camino.
El tiempo era bastante malo a finales del oto?o austral, con algo de ventisca y muy poca visibilidad. Por suerte, la se?alizaci¨®n era impecable y el todoterreno alquilado respondi¨® a la perfecci¨®n, sobre todo cuando en la entrada del hotel en que nos hospedamos el barro hac¨ªa dif¨ªcil la movilidad.
La ma?ana siguiente, nada m¨¢s levantarnos, pudimos ver enseguida la magnitud de la belleza natural que nos rodeaba. El d¨ªa anterior, al haber entrado en el parque con noche cerrada, s¨®lo hab¨ªamos visto las luces del autom¨®vil rompiendo la oscuridad. Pero ahora, desde la misma habitaci¨®n se divisaban los dos picos que dan nombre a este impresionante parque nacional, Torres del Paine.
El hotel estaba casi vac¨ªo, pues apenas dos semanas despu¨¦s terminaba la temporada tur¨ªstica y cerraban hasta la llegada de la primavera. Los ¨²nicos hu¨¦spedes adem¨¢s de nosotros eran unos periodistas de la televisi¨®n alemana que estaban rodando un documental sobre Chile. El primero de los tres d¨ªas que permanecimos all¨ª fue espl¨¦ndido, con un cielo raso que permit¨ªa ver los picos del final de la cordillera de los Andes. Seg¨²n nos dijeron, hac¨ªa d¨ªas que no se ve¨ªan por el mal tiempo y la niebla.
Tres d¨ªas apenas dan para hacerse una idea de la belleza de esta parte del sur de Chile, pero los aprovechamos al m¨¢ximo, recorriendo senderos en los que los guanacos pastan tranquilamente sin asustarse, impresionados por las visitas desde los miradores que se reparten por todo el parque y alucinados por las decenas de matices que puede alcanzar el color azul en el glaciar del lago Grey.
Ya hab¨ªamos estado en la capital, Santiago, y despu¨¦s vendr¨ªa un viaje hacia el norte, en barcos que cruzaban lagos y autobuses que sub¨ªan por carreteras inveros¨ªmiles por los Andes. Y miles de kil¨®metros m¨¢s all¨¢, el incre¨ªble desierto de Atacama. Todo ello en un viaje de 15 d¨ªas a Chile que deja un mono tremendo por descubrir m¨¢s despacio la enorme diversidad de este inabarcable pa¨ªs.
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