El Aral ha muerto, viva el petr¨®leo
Los hidrocarburos, esperanza para los pa¨ªses ribere?os del esquilmado mar interior
La tragedia vivida por el mar de Aral deja paso a la esperanza. El agua que desde los a?os sesenta del pasado siglo ha ido desapareciendo de aquel entorno pesquero puede ser sustituida por el gas y el petr¨®leo si prosperan las exploraciones internacionales que tal vez hagan el milagro de transformar esta zona depauperada en una r¨¦plica centroasi¨¢tica de los Emiratos.
Muinak (Uzbekist¨¢n), el centro de un distrito poblado por 28.000 habitantes, es una localidad deprimida. Su principal atracci¨®n es el cementerio de barcos. Distribuidas sobre la arena ante un mirador, las barcazas que un d¨ªa surcaron el mar son hoy cad¨¢veres de chatarra y s¨ªmbolos de la tragedia del Aral, en cuyos alrededores se reproducen por inercia pol¨ªticas agr¨ªcolas que fueron fatales para este mar. Desde hace dos a?os, Muinak produce algod¨®n, seg¨²n cuenta el jakim (gobernador local) Jarilqap Tursinb¨¦kov. "El algod¨®n es riqueza y divisas", afirma el funcionario, aunque la rentabilidad de este cultivo es escasa en las aguas cargadas de sal y pesticidas.
El Aral ya no existe como unidad. Esta gran reserva centroasi¨¢tica de agua se ha fragmentado en tres partes
Se calcula que las reservas son importantes, pero no tanto como las del Caspio, y de extracci¨®n m¨¢s dif¨ªcil
Introducido en Asia central por el imperio zarista, el cultivo del algod¨®n fue privilegiado por la URSS y sigue siendo hoy una de las principales fuentes de ingresos de Uzbekist¨¢n. En la pr¨¢ctica, el Estado, monopolista de las exportaciones, incentiva esta producci¨®n y establece planes de cosecha. El resultado es la atrofia de las alternativas. El cultivo de hortalizas con riego gota a gota no ha cuajado, confiesa el jakim. Esta t¨¦cnica requerir¨ªa un enfoque avanzado que no encajar¨ªa con un sistema basado en el despilfarro de los escasos recursos de agua.
El Aral comenz¨® a alejarse de Muinak en los sesenta. En 1979 ces¨® la navegaci¨®n y en 1984 comenz¨® a desmantelarse la industria pesquera, que daba trabajo a 10.000 personas. Daulet Rajm¨¦tov, ex director de la f¨¢brica de conservas de Muinak y representante local de la Fundaci¨®n Internacional para la Salvaci¨®n del Aral, recuerda c¨®mo durante a?os viaj¨® de puerto en puerto por las costas de la URSS en busca de pescado para frenar la agon¨ªa de su empresa. "El pescado ven¨ªa del Caspio, del B¨¢ltico, del ?rtico en vagones refrigerados, pero no bastaba, as¨ª que fuimos reduciendo la producci¨®n hasta que el a?o 2000 clausuramos la f¨¢brica. Fue muy duro, porque el combinado pesquero era el centro de la econom¨ªa local", dice. Rajm¨¦tov no quiere seguir el ejemplo de los muchos vecinos que han emigrado, pero tres de sus cuatro hijos y dos de sus hermanos viven hoy en la vecina Kazajist¨¢n. "Aqu¨ª soy un hombre respetado", afirma. Junto con su esposa, Shurp¨¢n, y su hija menor, Rajm¨¦tov vive en una casa sin agua corriente y con un primitivo retrete en el patio. Shurp¨¢n padece bronquitis por el polvo que se cuela por todas partes. El Aral est¨¢ muerto, pero en los mercados callejeros de Muinak se vende a¨²n pescado fresco de los embalses.
El Aral, que fue centro de un ecosistema alimentado por los r¨ªos Am¨² Dari¨¢ y Sir Dari¨¢, ya no existe como unidad. Esta constataci¨®n se impone poco a poco a quienes creyeron poder salvar esta reserva centroasi¨¢tica fragmentada ahora en tres partes. La primera, al norte, en Kazajist¨¢n, ha vuelto a llenarse gracias a un dique artificial que la separa de Uzbekist¨¢n. Las otras dos, en territorio de este pa¨ªs, siguen encogi¨¦ndose, y desde 2007 son exploradas por un consorcio petrolero que busca hidrocarburos en el fondo de las aguas y en los terrenos salinizados que han dejado tras de s¨ª (m¨¢s de cuatro millones de hect¨¢reas hasta 2007) al retirarse hasta 140 kil¨®metros de su antiguo litoral. V¨ªctima del regad¨ªo despilfarrador, el Aral sigue padeciendo por la falta de un enfoque sistem¨¢tico y coordinado de los cinco Estados de la zona, vinculados entre s¨ª por el sistema fluvial dominado por el Am¨² Dari¨¢ y el Sir Dari¨¢.
En la ribera uzbeka del Aral, las esperanzas de recuperar el mar y restablecer la econom¨ªa tradicional, basada en la pesca, se orientan cada vez m¨¢s hacia el gas, que, de ser explotado a gran escala, dar¨ªa un impulso a la deprimida Karakalpakst¨¢n (166.000 kil¨®metros cuadrados y 1,5 millones de habitantes), la rep¨²blica aut¨®noma lindante con el Aral y dependiente de Uzbekist¨¢n.
El antiguo fondo del mar es hoy un paisaje inh¨®spito. De Nuk¨²s, capital de Karakalpakst¨¢n, a Muinak hay 220 kil¨®metros, asfaltados, a diferencia de las rutas que llevan desde Muinak hacia el litoral, a cerca de 100 kil¨®metros. Ah¨ª, el desierto salpicado de arbustos resecos y conchas de moluscos se alterna con pantanos y terrenos saturados de sal. Los ge¨®logos que hacen exploraciones dejan sus huellas sobre esta naturaleza adusta en forma de l¨ªneas paralelas que se pierden en la distancia. De vez en cuando, las perforadoras o los camiones de la compa?¨ªa de gas uzbeka rompen la soledad imperante. Circulan a campo traviesa cargados con tubos o maquinaria. Las llamas anaranjadas de las antorchas de gas recuerdan los campos de petr¨®leo de Siberia.
Desde 2007, la Aral Sea Operating Company (ASOC) -formada por la petrolera rusa Lukoil, la Compa?¨ªa Nacional de Petr¨®leo de China, la corporaci¨®n nacional de petr¨®leo de Corea, Petronas de Malaisia y Uzbekneftegaz- realiza exploraciones geof¨ªsicas en el Aral tras firmar un contrato de reparto de producci¨®n (PSA) con Uzbekist¨¢n. La primera fase, en la que se prev¨¦ invertir unos 100 millones de d¨®lares, permitir¨¢ para 2010 valorar las perspectivas de explotaci¨®n del gas, lo que ya hace Uzbekneftegaz. Desde 2004 tambi¨¦n est¨¢ presente el consorcio ruso Gazprom, que extrae gas en la cercana meseta de Ustiurg, al oeste del Aral. Aviones de Gazpromavia realizan vuelos regulares de pasajeros entre Mosc¨² y Nuk¨²s.
La informaci¨®n sobre las reservas potenciales de hidrocarburos del Aral es escasa, explica en Tashkent Vasili Y¨¢kovlev, vicedirector de ASOC y representante de Lukoil en el consorcio. Los ¨²ltimos datos cient¨ªficos sovi¨¦ticos, dice, son de los a?os setenta y sirven de poco, en parte porque se estropearon los discos magn¨¦ticos en los que se grabaron, y en parte por haber sido repartidos entre Kazajist¨¢n, Uzbekist¨¢n y Rusia. Las estimaciones difieren. Uzbekneftegaz calcula las reservas potenciales de gas en 500.000 millones de metros c¨²bicos, y Lukoil, en 200.000 millones. Estas cifras son inferiores a las de los grandes yacimientos del Caspio. La lejan¨ªa y falta de infraestructura hace que las condiciones de trabajo sean mucho m¨¢s duras que en aquel otro mar interior.
La exploraci¨®n llevada a cabo por el ASOC abarca toda la superficie uzbeka del mar, 18.000 kil¨®metros cuadrados, entre la parte oriental, la occidental y la isla de Vozrozhdenie, que en realidad es una pen¨ªnsula situada entre ambas. Las 200 personas empleadas ahora se multiplicar¨¢n por diez si se llega a una explotaci¨®n industrial del gas. No es sorprendente, pues, que en Nuk¨²s hayan comenzado a preparar ya personal de servicio para el sector, y m¨¢s de un ec¨®logo desear¨ªa hoy convertirse en petrolero.
En ¨¦poca sovi¨¦tica, la isla de Vozrozhdenie alberg¨® un importante pol¨ªgono militar de pruebas con armas biol¨®gicas, que fue clausurado en 1992. Una zona de 119 metros cuadrados, emplazamiento de aquellas instalaciones secretas que experimentaban con virus especialmente peligrosos, ha sido excluida del contrato con ASOC. Esta exclusi¨®n alimenta las sospechas sobre los posibles riesgos para la salud, motivo por la cual una compa?¨ªa de servicios francesa renunci¨® a pujar por un contrato en la zona, se?ala Y¨¢kovlev. Al margen de las inc¨®gnitas del antiguo pol¨ªgono, abundan los problemas: en el aire hay poco ox¨ªgeno, y en el suelo, metales pesados, como n¨ªquel, plomo y mercurio. Los trabajadores est¨¢n vacunados contra la peste, enfermedad de la que se han detectado dos focos entre los roedores.
Las exploraciones geof¨ªsicas permiten al consorcio comprobar c¨®mo se encoge el Aral. En un a?o, afirma Y¨¢kovlev, la l¨ªnea de costa ha retrocedido 60 metros y la superficie ha descendido 30 cent¨ªmetros. La parte occidental del mar, con profundidad m¨¢xima de 40 metros, tiene una concentraci¨®n de hasta 114 gramos de sal por litro. La parte oriental, con s¨®lo dos metros, es pr¨¢cticamente una salmuera, con 240 gramos de sal por litro. El Ejecutivo asegura que las actividades petroleras no perjudicar¨¢n a este entorno ecol¨®gico, sino todo lo contrario. "S¨®lo pueden mejorarlo", dice.
Ubbiniaz Ashirb¨¦kov, director de la filial de Nuk¨²s de la Fundaci¨®n Internacional para la Salvaci¨®n del Aral (FISA), apoya la b¨²squeda de hidrocarburos, y opina que los petroleros "deben dedicar una parte del beneficio a mantener el ecosistema y ayudar a mejorar las condiciones de vida de la poblaci¨®n". La FISA es una organizaci¨®n en la que est¨¢n integrados cinco Estados centroasi¨¢ticos (Uzbekist¨¢n, Kazajist¨¢n, Tayikist¨¢n, Kirguizist¨¢n y Turkmenist¨¢n), y su filial de Nuk¨²s siembra arbustos para evitar la difusi¨®n del polvo y la erosi¨®n y mantiene un sistema de embalses que, a modo de cintur¨®n de humedad, contribuye a mantener la habitabilidad en la zona contigua al mar. El agua es mala; la mortalidad infantil, elevada, y s¨®lo el 25% de Nuk¨²s (ciudad de 280.000 personas) tiene canalizaci¨®n, se?ala Ashirb¨¦kov. Al delta del Am¨² Dari¨¢, el agua llega escasa, cargada de pesticidas y sustancias t¨®xicas recogidas en su tr¨¢nsito. En Uzbekist¨¢n sospechan que Turkmenist¨¢n se queda m¨¢s de lo que necesita, y temen que los proyectos de lujo de aquel Estado cerrado y enigm¨¢tico, como la creaci¨®n de un lago artificial, meng¨¹en a¨²n m¨¢s el Amu Dari¨¢.
La FISA tiene un programa de minicr¨¦ditos para sostener a la poblaci¨®n local, peque?os empresarios ganaderos o artesanos. Una de sus receptoras en Nuk¨²s es Abdimurat Zeraj¨¢n, de 49 a?os, ex profesora de matem¨¢ticas y ahora modista. Con un cr¨¦dito de 3,7 millones de soms (1.870 euros) compr¨® dos m¨¢quinas de coser, y hoy, con ingresos entre 200.000 y 400.000 soms mensuales, es el principal sost¨¦n de su familia. Sus perspectivas de desarrollo son limitadas por la escasa capacidad adquisitiva de sus clientes. La modista debe devolver el cr¨¦dito en tres a?os con un inter¨¦s del 10%. La inflaci¨®n oficial en Uzbekist¨¢n es del 6,8%, pero expertos occidentales la calculan en el 30%.
En la plaza central de Nuk¨²s ha desaparecido la estatua de Lenin y ha aparecido un caf¨¦ con el pomposo nombre de Sheraton Club. La atracci¨®n cultural m¨¢s importante de la ciudad, de categor¨ªa internacional, es la colecci¨®n de arte de vanguardia de los a?os veinte que el entusiasta ruso ?gor Savitski form¨® al margen de los comisarios culturales del estalinismo. Los cuadros de Liubov Popova, Robert Falk o Mija¨ªl Kurzine son hoy una compensaci¨®n exquisita en el entorno desangelado.
Alrededor del Aral se tejen los conflictos entre los Estados de esta region centroasi¨¢tica, que no han podido ponerse de acuerdo en unas normas y un sistema para la explotaci¨®n racional del agua en el Am¨² Dari¨¢ y el Sir Dari¨¢. La superficie de los glaciares en las monta?as de Kirguizist¨¢n y Tayikist¨¢n se ha reducido, y existen conflictos cr¨®nicos entre los pa¨ªses ribere?os situados en la parte superior de los r¨ªos, interesados en la producci¨®n hidroenerg¨¦tica, y los de la desembocadura, interesados en el regad¨ªo. Unos y otros se tantean en b¨²squeda de nuevas f¨®rmulas de intercambio entre energ¨ªa y agua. Las autoridades de Kirguizist¨¢n se plantean cobrar por el agua en respuesta al anuncio de Uzbekist¨¢n, Kazajist¨¢n y Turkmenist¨¢n de aumentar el precio del gas a nivel europeo.
Aunque, desde su fundaci¨®n en 1993, la FISA no ha logrado convertirse en la organizaci¨®n coordinadora de los intereses de los Estados miembros, Ashirb¨¦kov es optimista: "Gracias a organizaciones como ¨¦sta, los pa¨ªses centroasi¨¢ticos no han ido a la guerra por el agua, lo que en s¨ª mismo es un logro". -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.