El tren de los milagros
Un hospital sobre ra¨ªles busca paliar las carencias sanitarias de las zonas m¨¢s pobres de India
E l tren de los milagros". As¨ª le llaman los m¨¢s pobres, porque cambia la vida de aquellos a quienes acoge. El Lifeline Express es un hospital sobre ra¨ªles que recorre la India profunda. En sus vagones, los pasajeros son, en realidad, enfermos que necesitan ser operados y no tienen dinero para pagar una intervenci¨®n quir¨²rgica.
Aunque la econom¨ªa india ha crecido a un promedio anual del 9% en los ¨²ltimos tres a?os, el sistema sanitario apenas s¨ª ha mejorado. Hay 1,5 camas hospitalarias por cada 1.000 habitantes, muy por debajo de las tres o cuatro de otros pa¨ªses en desarrollo como Brasil, China o Sur¨¢frica, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. Adem¨¢s, el 70% de la poblaci¨®n que vive en el campo no tiene hospitales cerca o no puede pagar por sus servicios.
El 70% de la poblaci¨®n que vive en el campo no tiene hospitales cerca o no puede pagar por sus servicios
Por eso, el paso de este tren es la ¨²nica esperanza para muchos campesinos. "Las operaciones que se hacen aqu¨ª son sencillas y de r¨¢pida recuperaci¨®n, pero ayudan a mejorar significativamente la calidad de vida", sostiene uno de los cirujanos voluntarios, Tirumala Prasad. Se realizan cuatro tipos de cirug¨ªas: cataratas, problemas auditivos, deformidades causadas por la poliomielitis y reparaciones de labios leporinos y paladares abiertos.
"El Lifeline Express est¨¢ equipado como cualquier hospital que cuente con equipo moderno y tiene la ventaja de que se puede trasladar de un lugar a otro para ayudar a m¨¢s gente", explica el jefe de operaciones, R. S. Vishwen. "Adem¨¢s", a?ade, "cada parada dura unas tres semanas". EL PA?S lo visit¨® en Vizianagaram, una ciudad costera del Estado de Andhra Pradesh, al sureste de India. All¨ª, cientos de personas de todas las edades esperaban su llegada en tiendas de campa?a. Hab¨ªan llegado desde las cercanas aldeas y, previamente, eran revisadas por voluntarios que decid¨ªan qui¨¦nes pod¨ªan subir al tren, unas cien al d¨ªa.
"No tengo dinero para pagar la operaci¨®n, pero, aunque lo tuviera, recuperar la vista no se paga con nada". As¨ª se expresa D. Chinnayya, un pe¨®n de 60 a?os que sufre de cataratas y que, desde hace un a?o, no puede trabajar porque le ech¨® su patr¨®n. "Me dijo que ya no serv¨ªa para nada", explica nervioso.
A Chinnayya le ha llamado una enfermera para que suba al tren. En un minuto le han puesto una bata de hospital y le han acostado en una de las tres planchas o mesas de operaciones que tiene uno de los dos vagones convertidos en quir¨®fanos. Este tipo de cirug¨ªa se hace en serie. En India, las cataratas constituyen un mal muy com¨²n entre los mayores de 55 a?os. Se debe principalmente a causas gen¨¦ticas y se agrava por la malnutrici¨®n y la contaminaci¨®n, seg¨²n explica el oftalm¨®logo R. Raju.
"Los pacientes creen que es magia: al d¨ªa siguiente de ser operados pueden ver. Todos quedan muy agradecidos, uno hasta me ha llam¨® Dios", cuenta Raju. En el espacio de 15 minutos ha operado a dos personas. "Todo consiste en remover el cristalino, que se ha opacado, implantar una lente y listo". El oftalm¨®logo asegura que en sus 25 a?os de profesi¨®n ha realizado ya esta peque?a operaci¨®n unas 30.000 veces.
En el otro vag¨®n de operaciones, que tiene s¨®lo dos planchas, los tipos de intervenci¨®n var¨ªan. Ese d¨ªa tocaba el turno al labio leporino. Ah¨ª estaba Radha, de 20 a?os. "Al fin mi rostro dejar¨¢ de estar deforme y podr¨¦ salir a la calle sin verg¨¹enza", dec¨ªa. El labio leporino ha marcado su vida: sus padres la sacaron de la escuela a los 10 a?os y le impiden salir de casa porque en la calle le miran con horror.
Pero no todas las historias tienen un final feliz. La demanda de este tipo de servicios es tanta, que el tren no da abasto, por lo que no queda m¨¢s remedio que rechazar a pacientes. Es el caso de Deepa, un beb¨¦ de apenas seis meses al que su abuelo, un viejo sastre, le llev¨® a operar del labio. "No se le puede operar porque tiene una severa desnutrici¨®n", le dijo uno de los encargados de elegir a los pacientes.
Al igual que el oftalm¨®logo R. Raju, que normalmente trabaja en una ONG, la mayor parte de los m¨¦dicos del Lifeline Express en Vizianagaram son voluntarios que s¨®lo reciben agua, t¨¦ y el almuerzo. El resto, 10 doctores y 12 enfermeras, fueron enviados por los hospitales del Gobierno en los que trabajan.
En cada parada del tren hospital, que no lleva equipo m¨¦dico, se recluta "a los mejores" del lugar. En el caso de Vizianagaram fue el club de rotarios quien facilit¨® el transporte de las personas de las aldeas al tren. Dos hospitales, uno del Gobierno y uno privado, cedieron parte de sus camas para que los reci¨¦n operados se recuperaran all¨ª.
La coordinaci¨®n entre Gobierno, empresas privadas y ONG internacionales y locales es precisamente el mayor logro del tren, seg¨²n el jefe de operaciones. La iniciativa es de la ONG internacional Impact India Foundation, que se dedica a luchar contra las discapacidades que se pueden evitar. Hasta ahora, con las operaciones del tren hospital se han mejorado casi medio mill¨®n de vidas.
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