El derecho a perder
La celebraci¨®n del Aberri Eguna demostr¨® ayer que el Partido Nacionalista Vasco sigue dividido entre el apoyo a la l¨ªnea soberanista encabezada por Ibarretxe y su Gobierno, y una alternativa sin duda m¨¢s pragm¨¢tica pero que nada tiene ya que ver con el autonomismo, convertido, a lo que parece, en un viejo e inservible artefacto pol¨ªtico. Los discursos pronunciados por el lehendakari y por el presidente del partido, I?igo Urkullu, dejaron en la nebulosa el futuro de la consulta prometida para octubre de este a?o, pero coincidieron en dar por superada cualquier salida que concluyese, sin m¨¢s, en un nuevo Estatuto de autonom¨ªa. En el caso de Ibarretxe no se trata de una novedad: sus cartas est¨¢n sobre la mesa desde que se lanz¨® a la aventura de promover un plan al margen de cualquier procedimiento constitucional y, luego, imagin¨® una consulta para desbloquear lo que s¨®lo ¨¦l hab¨ªa bloqueado. En el caso de Urkullu, sin embargo, falta por saber el contenido y el alcance de ese "acuerdo singular" al que se refiri¨® ante los militantes nacionalistas convocados en Bilbao.
No es el PSOE el que necesita acuerdos con el PNV; es ¨¦ste el que busca salida a la consulta
Los resultados del 9 de marzo han concedido un parad¨®jico protagonismo al PNV, coincidiendo con el segundo rev¨¦s electoral desde que se decant¨® por la v¨ªa soberanista inspirada por el lehendakari. La raz¨®n es que, por alguna causa dif¨ªcil de entender, se ha prestado mayor atenci¨®n al hecho de que sus votos podr¨ªan contribuir a la investidura del candidato socialista, y eventualmente a un acuerdo estable de legislatura, que a la realidad incontestable de que sus propuestas pierden apoyo en el Pa¨ªs Vasco. Convendr¨ªa que el PNV no recibiera un mensaje equivocado. No son los socialistas los que necesitan de un acuerdo con ellos, sino ellos los que necesitan encontrar una salida m¨¢s o menos airosa a una promesa que, como la de la consulta, les coloca fuera de la legalidad y, adem¨¢s, pone en riesgo su apoyo electoral. Su fuerza en el Pa¨ªs Vasco se encuentra en descenso mientras que la de los socialistas podr¨ªa seguir en aumento. Si las consideraciones legales e institucionales no hab¨ªan hecho reflexionar hasta ahora a los nacionalistas, las cifras electorales parecen estar pesando en su ¨¢nimo, puesto que podr¨ªan llegar a invalidar desde la ra¨ªz su discurso sobre las supuestas insuficiencias del marco pol¨ªtico.
El Partido Socialista ha manifestado su inter¨¦s en contar con el PNV en un nuevo consenso antiterrorista, y es un prop¨®sito razonable. Pero el mensaje, de nuevo, deber¨ªa evitar cualquier ambig¨¹edad. Un acuerdo antiterrorista, aunque se trate de un acuerdo no escrito, en el que estuviera el PNV y no el principal partido de la oposici¨®n -o, para el caso, cualquiera de las fuerzas parlamentarias- resultar¨ªa tan incompleto como el contrario. Los socialistas han tenido ocasi¨®n de experimentarlo en algo m¨¢s de los cuatro a?os que dura un mandato: pactaron s¨®lo con los populares estando en la oposici¨®n y, luego, contaron con el apoyo del PNV, y no con el de los populares, mientras condujeron desde el Gobierno el infructuoso intento de encontrar un final dialogado al terrorismo. No es que a estas alturas los nacionalistas aporten como tales nacionalistas ning¨²n valor especial a un posible acuerdo antiterrorista. Quiz¨¢ lo aportaran en el pasado, pero ahora ese valor s¨®lo deriva de que son la cuarta fuerza en el Congreso y controlan el Ejecutivo vasco.
En respuesta a los intentos de Urkullu por escapar al callej¨®n sin salida del soberanismo impulsado por Ibarretxe, los socialistas han reiterado su disposici¨®n a reformar el Estatuto de Gernika. Se tratar¨ªa del tercer mensaje equ¨ªvoco que puede recibir el PNV. Con independencia del coste que representar¨ªa para el PSOE una nueva legislatura consagrada a las tortuosas abstracciones de la "Espa?a plural", la estrategia del PNV -por lo dem¨¢s, expresamente anunciada en sus discursos y documentos- intentar¨ªa forzar el reconocimiento del "derecho a decidir" o, en t¨¦rminos m¨¢s claros, del derecho a la autodeterminaci¨®n. Suponiendo que los socialistas se plantasen ante esta exigencia, y es dif¨ªcil imaginar que no lo hicieran, puede que el nuevo Estatuto se aprobara sin el apoyo del PNV, con lo cual se habr¨ªa propiciado un viaje a ninguna parte. Pero suponiendo que la acogiesen, expres¨¢ndola a trav¨¦s de alguna f¨®rmula rebuscada, el coste ser¨ªa a¨²n mayor. Y no ya porque los populares se desmarcasen sino porque el calvario del Estatuto catal¨¢n no habr¨ªa servido para nada: la carrera por la ampliaci¨®n del autogobierno volver¨ªa al punto de partida.
Los resultados del 9 de marzo han puesto al PNV ante la tesitura de escoger entre las dos estrategias que conviven en su interior. Es una elecci¨®n que tiene que hacer a solas, puesto que los votantes le han mostrado las consecuencias de optar por uno u otro camino. Si, como parece, el soberanismo lleva al descalabro electoral, no se entiende que ning¨²n partido deba correr en socorro de quien se obstina en sus errores y no reivindica, en el fondo, m¨¢s que su derecho a perder.
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