De Robin Hood a Pablo Escobar
Los movimientos guerrilleros latinoamericanos surgieron frente a las dictaduras. Cuatro decadas despu¨¦s, el panorama pol¨ªtico cambi¨®. En la actualidad, las FARC colombianas se han convertido en una narcoguerrilla
Durante la guerra no me preocupaba tanto morir en combate como envejecer de guerrillero. Viendo la juventud de mis compa?eros y la m¨ªa propia en fotograf¨ªas de los primeros a?os del conflicto salvadore?o, conclu¨ª que las insurgencias no eran una soluci¨®n, sino el s¨ªntoma de un problema. M¨¢s que un proyecto pol¨ªtico, fuimos una generaci¨®n que se alz¨® ante la prepotencia del poder antes de cumplir 20 a?os, pero que al llegar a los 40 entendimos que hab¨ªamos transformado al pa¨ªs y firmamos la paz.
En Nicaragua y en El Salvador la gente llamaba a los guerrilleros los muchachos y en Cuba los barbudos entraron a La Habana cuando estaban en la treintena. Los rebeldes uruguayos y argentinos mostraron con habilidad extraordinaria que era posible una guerra urbana a gran escala y el M19 de Colombia convirti¨® una derrota militar en una victoria pol¨ªtica siendo la primera guerrilla que se atrevi¨® a negociar.
Llamar a las FARC narcoguerrilla no es un ataque pol¨ªtico, es una derivaci¨®n del conflicto
Son los mayores extorsionadores y secuestradores del mundo, una amenaza transnacional
?stas son las seis insurgencias m¨¢s importantes, desarrolladas, imaginativas y audaces del continente; rebeliones de j¨®venes que lo dieron todo y en ese camino murieron y perdieron, o vencieron y transformaron, pero todas evitaron envejecer como guerrilleros.
Las insurgencias no surgieron por romanticismo ideol¨®gico, sino por la existencia de dictaduras militares y pr¨¢cticas autoritarias en todo el continente, con excepci¨®n de Costa Rica. Podemos separarlas en dos grupos: las que consideraban la lucha armada como un instrumento para lograr fines y las que hicieron de la lucha armada un fin en s¨ª mismo.
Las guerrillas del primer grupo fueron agentes de cambio y las del segundo no se dieron cuenta cuando el mundo cambi¨®. En este segundo grupo estuvieron las insurgencias que envejecieron luchando en Per¨², Guatemala y Colombia, tanto que la colombiana sobrevivi¨® al fin de siglo.
En los a?os sesenta, setenta y ochenta, las drogas gozaban de tolerancia en la oferta y la demanda. Ahora ya no se tolera la oferta, pero por aquellos a?os ¨¦stas no eran consideradas un problema estrat¨¦gico de seguridad. En los ochenta, la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos trafic¨® con coca¨ªna para financiar a la contra nicarag¨¹ense y militares cubanos permitieron a los narcotraficantes pasar por la isla a cambio de divisas. Se consideraba que "ese veneno era un problema de los gringos". Es en esa misma ¨¦poca los carteles mexicanos se fortalecieron y Pablo Escobar exhib¨ªa en su hacienda la avioneta con la cual llev¨® el primer embarque de coca¨ªna a Estados Unidos.
Las FARC colombianas nacieron en 1964 movidas por un programa agrario para enfrentar a un Estado d¨¦bil en el control de extensas zonas rurales. Al nacer con territorio se desarrollaron m¨¢s como una autodefensa campesina, que como una insurgencia con visi¨®n de poder. Por d¨¦cadas fueron una guerrilla militar y pol¨ªticamente perezosa, sin duda la insurgencia m¨¢s conservadora del continente que envejeci¨® en la Colombia rural profunda.
Para enfrentarse a las FARC, la extrema derecha colombiana invent¨® el paramilitarismo, obviamente con complicidades estatales. Esta lucha se volvi¨® larga y despiadada de lado y lado, una verdadera competencia de masacres que en el ¨¢mbito urbano dej¨® miles de sindicalistas, periodistas y activistas muertos por ambos bandos. Pero en 40 a?os, Colombia y Latinoam¨¦rica cambiaron, las dictaduras y el autoritarismo desaparecieron y las izquierdas, incluso en Colombia, pasaron de la clandestinidad, el exilio, las c¨¢rceles y las monta?as, a gobiernos y parlamentos.
Sin ser perfecta, esta transici¨®n permite ahora que las izquierdas tengan m¨¢s poder pol¨ªtico que las derechas. La violencia criminal desplaz¨® a la violencia pol¨ªtica, el consumo de drogas dej¨® de ser un problema de los "gringos" y se expandi¨® en Latinoam¨¦rica multiplicando pandillas, crimen organizado, corrupci¨®n y todo tipo de delitos. La seguridad se convirti¨® as¨ª en una demanda urgente de los m¨¢s pobres. La envejecida insurgencia colombiana se encontr¨® entonces habitando en los mismos territorios donde estaba la mayor producci¨®n de coca del mundo y con la justificaci¨®n de que en ese negocio hasta la CIA se hab¨ªa metido, pasaron a financiarse con la droga y a montarse en la nueva ola de violencia como un ej¨¦rcito al servicio del narcotr¨¢fico. Llamar a las FARC narcoguerrilla no es un ataque pol¨ªtico, sino una derivaci¨®n estructural del propio conflicto colombiano que contamin¨® tambi¨¦n a los paramilitares y a una parte de la clase pol¨ªtica colombiana.
El extremismo ideol¨®gico hace perder escr¨²pulos porque la intolerancia al enemigo siempre termina justificando los excesos y, por otro lado, la crueldad de ese enemigo se utiliza para disculpar la crueldad propia. De esa forma, "ser los buenos" como principio esencial de cualquier insurgencia que necesita "pueblo", termina desapareciendo.
Contrario a la guerrilla de Fidel Castro que no realiz¨® jam¨¢s un secuestro, las FARC son los mayores extorsionadores y secuestradores del mundo y sus operaciones militares han sido tan indiscriminadas que han destruido pueblos y masacrado a sus habitantes. En uno solo de esos hechos, en Bojay¨¢, las FARC mataron a 119 personas, incluidos 40 ni?os, cuando lanzaron explosivos contra una iglesia.
El calificativo de terroristas no es un invento americano, es algo que las guerrillas colombianas se han ganado por matar a miles de civiles inocentes. Las FARC son tan odiadas como los paramilitares y prueba de esto fueron los millones que protestaron contra ¨¦stas en febrero de este a?o. Jam¨¢s en Latinoam¨¦rica pudo gobierno alguno movilizar a tanta gente contra una insurgencia, lo normal era que los insurgentes llenaran las calles contra los gobiernos.
Las FARC son una amenaza transnacional, tienen el poder financiero del narcotr¨¢fico para corromper, intimidar y destruir instituciones en cualquier parte como cualquier cartel, pero su pasado pol¨ªtico insurgente confunde. Per¨², Brasil y Panam¨¢ los persiguen de forma coordinada con Colombia, sin embargo, Venezuela y Ecuador la consideran una insurgencia leg¨ªtima y esta diferencia provoc¨® la reciente crisis regional.
No son los gobiernos el problema, sino las FARC. La confusi¨®n sobre la naturaleza de ¨¦stas alcanza a sectores de la izquierda europea y latinoamericana, particularmente en M¨¦xico. Estas izquierdas siguen idealizando al guerrillero y justificando una violencia que ya no es pol¨ªtica sino criminal. Sustentan su posici¨®n en el imaginario de un pasado autoritario inexistente, necesitan mentir, justificar excesos y reinventar a su enemigo para tener sentido. Su apoyo a las FARC fortalece en definitiva a la derecha colombiana y constituye un peligro para sus propios pa¨ªses.
La violencia delictiva en las calles de Madrid o M¨¦xico est¨¢ conectada con todo esto. La violencia criminal es ahora hegem¨®nica y, en esas condiciones, la violencia pol¨ªtica organizada, cualquiera que sean sus intenciones, termina cooptada por la primera. El resultado final es el mismo, plata o plomo para pol¨ªticos de izquierdas y de derechas. Sin autoritarismo las izquierdas latinoamericanas tienen ahora un reto m¨¢s intelectual que emocional, deben resolver problemas en vez de multiplicarlos.
Joaqu¨ªn Villalobos, ex guerrillero salvadore?o, es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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