Las arenas de Marte
Supongo que hay dos tipos de personas, los que leyeron a Arthur C. Clarke porque un cuento suyo dio origen al gui¨®n de 2001 de Stanley Kubrick y los que fueron a ver la pel¨ªcula porque estaba basada en una narraci¨®n de Clarke. Pertenezco al segundo y probablemente minoritario grupo. Hab¨ªa descubierto a Clarke a mis 15 a?os, por un relato suyo -Los nueve mil millones de nombres de Dios- incluido en El retorno de los brujos de Louis Pauwels y Jacques Bergier (en ese mismo libro tambi¨¦n tropec¨¦ para mi felicidad con El Aleph de Borges). Y a partir de ese momento procur¨¦ leer todo lo que se pon¨ªa a mi alcance de ¨¦l, fuese ficci¨®n o profec¨ªa ensay¨ªstica.
Lo m¨¢s curioso de esa afici¨®n es que Arthur C. Clarke representa el tipo de ciencia-ficci¨®n que habitualmente no ha solido gustarme, la de base m¨¢s cient¨ªfica o aun tecnol¨®gica. Yo siempre he preferido las novelas con monstruos y extraterrestres aunque no tengan ciencia y apenas conciencia. Pero siempre hay excepciones. Por ejemplo, la novela Las arenas de Marte -publicada en aquella admirable colecci¨®n Nebulae que fue la Austral de la ciencia-ficci¨®n- es una narraci¨®n carente de color pulp y por supuesto de romanticismo a lo Bradbury, pero apasionante y perfecta en su estilo hiperrealista. A¨²n mejor es Cita con Rama, donde los extraterrestres s¨®lo son puro "dise?o inteligente" aunque no del que tanto le gusta a George Bush y compa?¨ªa. En cuanto a El final de la infancia, ya m¨¢s del estilo nave-misteriosa-con-bicho-dentro, baste decir que es una de las par¨¢bolas m¨¢s divertidas e inteligentes escritas el pasado siglo. Atributos que comparten, en tono a¨²n m¨¢s jocundo, los Cuentos de la posada del Ciervo Blanco. De modo que 2001 est¨¢ muy bien, pero Clarke podr¨ªa haberse abierto paso aun sin ayuda de Kubrick por m¨¦ritos propios.
"Arthur C. Clarke fabric¨® algunas p¨®cimas para la nostalgia del porvenir"
Imagino, claro est¨¢, que alg¨²n pelmazo aprovechar¨¢ la ocasi¨®n de la muerte de Clarke para recordarnos que eso no es literatura. "Eso" es lo que han hecho Clarke, Bradbury, Isaac Asimov, A. E. van Vogt, Poul Anderson, Robert A. Heinlein, Brian W. Aldiss, Zenna Henderson y otros enemigos del buen gusto y la preceptiva literaria. ?Malos escritores porque no se parecen a Proust o Thomas Mann? En el mismo sentido que Bob Dylan es un mal cantante porque no juega en la misma liga que Pavarotti. El mundo est¨¢ lleno de literatos serios cuyas obras olvidamos en cuanto volvemos la ¨²ltima p¨¢gina de sus libros -en el caso de que lleguemos hasta ah¨ª- que miran por encima del hombro a los fr¨ªvolos autores cuyas invenciones nos acompa?an una vez le¨ªdas toda la vida. Si quieren repasar las joyitas selectas de bastantes de ellos les aconsejo la antolog¨ªa de cuentos Obras maestras de la ciencia-ficci¨®n, preparada por Orson Scott Card (Ediciones B). Tampoco faltan las aportaciones espa?olas al g¨¦nero. Quiz¨¢ la figura m¨¢s veterana y respetada en este campo sea Domingo Santos, editor, escritor y agitador cultural desde hace muchos a?os (yo recuerdo su Nomanor, una especie de Conan al hisp¨¢nico modo). Acaba de publicar El d¨ªa del drag¨®n (Ediciones B), una distop¨ªa catastrofista un poco demasiado sociol¨®gica para mi gusto, pero no carente de inter¨¦s.
Lo m¨¢s hermoso de la literatura es que constituye una farmacia donde hay remedios para todos nuestros males (salvo la muerte) y t¨®nicos de todo tipo e intensidad. S¨®lo los pedantes desde?an a la humilde aspirina porque no cura el c¨¢ncer... Arthur C. Clarke fabric¨® algunas p¨®cimas para esa dolencia extra?a, la nostalgia del porvenir. Y quienes hemos recurrido m¨¢s de una vez a ellas no queremos despedirle sin que le acompa?e nuestra gratitud.
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