?Es posible una sola China?
El resultado de los procesos electorales vividos en Taiw¨¢n el 12 de enero (legislativas) y 22 de marzo (presidenciales) abre un nuevo escenario: el retorno del Kuomintang (KMT) al centro de la vida pol¨ªtica. En enero, impuso una severa derrota a su rival, el Partido Democr¨¢tico Progresista (PDP), al obtener una mayor¨ªa holgada en el Parlamento. Y ahora, su candidato, Ma Ying-jeou, ha logrado la presidencia.
Tras perder la guerra civil contra el Partido Comunista de Mao Zedong, el KMT de Chiang Kai-shek se instal¨® en Taiw¨¢n en 1949 y, con el apoyo de EE UU y las potencias occidentales, aplic¨® en la isla varias d¨¦cadas de terror blanco, hasta que a fines de los a?os ochenta lider¨® la transici¨®n democr¨¢tica. Durante ese per¨ªodo, el KMT mantuvo la ficci¨®n de representar a toda la China "libre" y la aspiraci¨®n de "reconquistar" el continente. Los dem¨®cratas taiwaneses, por el contrario, defend¨ªan la necesidad de abandonar la ret¨®rica del KMT, originaria del continente, y defender que Taiw¨¢n es hoy un sujeto m¨¢s de la comunidad internacional. Y as¨ª, en 2000, los partidarios de hacer de Taiw¨¢n un pa¨ªs "normal", los soberanistas del PDP, lograron la presidencia, ejercida desde entonces por Chen Shui-bian, cuyo segundo mandato ha estado marcado por la corrupci¨®n.
El proceso de acercamiento entre Pek¨ªn y Taipei ser¨¢ tan largo como el r¨ªo Yangts¨¦
Parad¨®jicamente, esta evoluci¨®n aproxim¨® de nuevo a los viejos enemigos, comunistas y nacionalistas, pues ambos, a diferencia de los soberanistas de Taiw¨¢n, comparten la idea de una sola China, aunque cada uno con una interpretaci¨®n diferente. Los a?os de mandato del PDP, si bien moderados por la influencia del KMT, mayoritario en el Parlamento, fueron especialmente dif¨ªciles para la China continental, quien se mostr¨® dispuesta a impedir, incluso por la fuerza, la separaci¨®n irreversible de Taiw¨¢n. Misiles orientados a la isla, ejercicios militares de intimidaci¨®n y Ley Antisecesi¨®n ejemplifican esa respuesta. Pero fall¨® la estrategia electoral del PDP, basada en dos premisas. Primera, China continental es una gran amenaza para Taiw¨¢n, lo cual es dif¨ªcil de acreditar cuando las relaciones econ¨®micas entre ambos son tan importantes (102.300 millones de d¨®lares de comercio bilateral en 2007, con un aumento del 16,1% y un saldo muy favorable a la isla), cuando m¨¢s de un mill¨®n de empresarios taiwaneses residen en el continente y cuando el PCCh y el KMT, los dos bandos que pelearon a muerte en la guerra civil, dialogan sin problema desde 2005. Segunda, utilizar el reclamo de un imposible, el ingreso de Taiw¨¢n en Naciones Unidas, como aglutinante y movilizador de su base electoral. El rechazo internacional al refer¨¦ndum para la incorporaci¨®n de Taiw¨¢n a la ONU present¨® al PDP como una amenaza para la estabilidad.
?Estamos ahora en la antesala de la unificaci¨®n tan anhelada por Pek¨ªn? Es poco probable porque las dificultades son muchas.
En primer lugar, pol¨ªticas: a la imposibilidad de que el KMT pueda existir en el continente como un partido m¨¢s se debe a?adir que Taipei no comparte el sue?o nacionalista chino. Se requiere una mayor influencia de Taiw¨¢n en los comportamientos continentales y una mayor apertura de Pek¨ªn, tendiendo puentes, incluso hacia los soberanistas, que ayuden a superar la confrontaci¨®n que divide la isla; de lo contrario, las resistencias persistir¨¢n.
En segundo lugar, estrat¨¦gicas: la importancia del estrecho de Taiw¨¢n para Jap¨®n es enorme, y, por otra parte, de llevarse cabo la unificaci¨®n, EE UU ver¨ªa enormemente debilitada una condici¨®n "arbitral" que hoy facilita su presencia en ese entorno geopol¨ªtico. En tercer lugar, sociales: las nuevas generaciones de taiwaneses ya no se identifican con el continente y los millones de exiliados de 1949 son cada vez menos. Los a?os de gobierno del PDP han estimulado la taiwanizaci¨®n, obligando incluso a modificar la estrategia pol¨ªtico-electoral del KMT. Y cabe a?adir que la corriente mayoritaria en el seno del KMT no apuesta por la unificaci¨®n, como tampoco por la independencia, sino por el statu quo.
En el marco del principio "un pa¨ªs, dos sistemas", Pek¨ªn ofrece a Taipei mantener su sistema pol¨ªtico y econ¨®mico, incluso sus fuerzas armadas, pero no parece suficiente. Hu Jintao ha sido m¨¢s inteligente que su antecesor, Jiang Zemin, quien recurr¨ªa a la amenaza y ejercicios militares para contrarrestar el auge secesionista. El actual presidente chino, que en el reciente XVII Congreso del PCCh propuso un acuerdo de paz entre ambas partes, ha apostado por el di¨¢logo con todos aquellos que no aspiran a la independencia y ha obtenido mejores resultados. Ello puede facilitar una considerable profundizaci¨®n de los intercambios econ¨®micos y comerciales, ya muy importantes, en materia de inversiones, turismo y comunicaciones -que a¨²n no son directas, a pesar del clamor de la poderosa comunidad empresarial taiwanesa-, afectando a sectores como la banca o los seguros, eliminando progresivamente las restricciones impuestas por motivos de seguridad.
Las elites econ¨®mico-empresariales de la isla y del continente comparten muchos intereses comunes. Habr¨¢ tambi¨¦n m¨¢s contactos sociales y culturales. Y, sobre todo, habr¨¢ m¨¢s di¨¢logo pol¨ªtico, pero conscientes ambas partes de que el proceso de acercamiento podr¨ªa ser tan largo como el cauce del r¨ªo Yangts¨¦, sin poder arribar a ninguna orilla en bastante tiempo.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China y autor de Taiw¨¢n, el problema de China.
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