La sirena domada
La dama del mar es la respuesta de Ibsen a la oleada de cr¨ªticas que levant¨® Casa de mu?ecas. En ambos dramas plantea el mismo asunto: no hay vida en pareja si la mujer no puede decidir por s¨ª misma lo que desea. Nora, harta de Helmer, opta por dar un portazo que pas¨® a la historia. Ellida, la sirena varada, tambi¨¦n est¨¢ a punto de coger la puerta, en su caso para irse con un amante anterior que la tiene hechizada. Pero su marido, con todo perdido, pronuncia unas palabras m¨¢gicas: "Eres libre, haz lo que quieras". Y esa libertad, que ella no hab¨ªa sentido hasta entonces, hace que, de s¨²bito, lo mire con ojos nuevos: su marido ahora le parece mucho m¨¢s atractivo que su enigm¨¢tico amante. Ya no quiere separarse de ¨¦l.
La dama del mar
De Susan Sontag, a partir de Ibsen. Con: ?ngela Molina, Manuel de Blas, Agust¨ªn Sasi¨¢n, Lara Grube, Carlota Gavi?o y Dami¨¤ Plensa. M¨²sica: Michael Galasso. Escenograf¨ªa y direcci¨®n: Robert Wilson. Madrid. Naves del Matadero. Del 27 de marzo al 27 de abril.
Susan Sontag, por encargo de Robert Wilson, dej¨® el argumento original en el hueso y a?adi¨® una coda, que no desvelar¨¦. Con ese texto sint¨¦tico, m¨¢s narrativo que dram¨¢tico, el director estadounidense ha hecho un espect¨¢culo bello como un eclipse, de factura impecable, con momentos hipn¨®ticos y alma de hielo. En sus manos, el escenario es una caja de ilusiones por la que los actores se mueven como peces en un acuario: con la misma y fascinante morbidez. Cautivan nuestra atenci¨®n sin producir empat¨ªa alguna. Los vemos all¨ª, en un mundo ajeno, donde nadie siente ni padece: parecen marionetas o recortes de papel.
Decir que la luz y el sonido son la mitad de este espect¨¢culo no va en dem¨¦rito de sus int¨¦rpretes, que est¨¢n tan bien como los de cualquier producci¨®n for¨¢nea de Wilson que hayamos visto en Espa?a. Todos ellos son mu?ecos espl¨¦ndidos, movidos con tiral¨ªneas por un demiurgo que no les deja ni una porci¨®n de libre albedr¨ªo. Este montaje mantiene y acent¨²a aun la densidad simb¨®lica del drama original, aunque lo deje en la raspa, sin carne ni sangre. Vestida por Armani y con el rostro pintado con luz verde por A. J. Weissbard, ?ngela Molina es una sirena varada e ind¨®mita, hasta que su marido la rinde. El trabajo de Manuel de Blas se adapta bien a la est¨¦tica expresionista del director y Lara Grube consigue en su deb¨² teatral poner algo de aliento aut¨¦ntico en medio del oc¨¦ano Glaciar ?rtico.
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