Otra lectura de las elecciones andaluzas
El PP de Andaluc¨ªa no logra desprenderse de una imagen se?oritil y reaccionaria que no se corresponde con la realidad de la mayor¨ªa de sus militantes y cuadros. Si lo consigue, a¨²n puede sumar votos en 2012
Incluso las personas mejor informadas no recordar¨¢n dentro de unas semanas el n¨²mero de diputados que cada uno de los partidos pol¨ªticos obtuvo en las elecciones al Parlamento de Andaluc¨ªa del pasado 9 de marzo. Apenas quedar¨¢n en la memoria colectiva dos titulares sumarios. A saber, que el PSOE repiti¨® mayor¨ªa absoluta y que los andalucistas no lograron representaci¨®n. Poco m¨¢s.
La opini¨®n p¨²blica se gu¨ªa por mensajes escuetos en su formulaci¨®n y simples en su simbolog¨ªa. Manuel Chaves vuelve a estar al frente de la Junta y Javier Arenas en la oposici¨®n. Lo mismo de siempre.
Las ¨²ltimas han sido las octavas elecciones en Andaluc¨ªa desde la aprobaci¨®n del primer Estatuto de Autonom¨ªa en diciembre de 1981. Las ocho las ha ganado el Partido Socialista, en cinco ocasiones por mayor¨ªa absoluta, y salvo la accidentada legislatura de 1994, concluida anticipadamente a los dos a?os, ninguno de los Gobiernos que se han sucedido tuvo especiales problemas, soportados como estaban por sus solos diputados y en dos ocasiones (1996 y 2000) con la ayuda del Partido Andalucista, siempre presto a ir en socorro del vencedor.
El PSOE andaluz no est¨¢ haciendo la necesaria lectura autocr¨ªtica de los resultados del 9-M
Con un lenguaje centrista y moderado, los populares tienen todav¨ªa espacio que ganar en la regi¨®n
El Partido Popular, por tanto, lleva m¨¢s de un cuarto de siglo en la oposici¨®n y, de no mediar disoluci¨®n anticipada, cumplir¨¢ tres d¨¦cadas, o lo que es lo mismo treinta a?os sin haber pisado moqueta como dicen los cursis. Y sin embargo, en los ¨²ltimos comicios los populares han dado un notable estir¨®n al pasar de 37 a 47 esca?os (295.000 votos m¨¢s que en 2004), mientras que el PSOE bajaba de 61 a 56 -la C¨¢mara tiene 109 asientos-. IU ha mantenido sus seis actas, lo que quiere decir que el PP le ha quitado cinco a los socialistas y otras tantas a los andalucistas, que como queda dicho est¨¢n ya fuera del Parlamento. Los l¨ªderes del centro-derecha andaluz se apresuraron la noche electoral a pregonar la buena nueva de unos resultados que les devolv¨ªan a las posiciones de 2000, cuando Te¨®fila Mart¨ªnez obtuvo 46 esca?os y mill¨®n y medio largo de votos con una abstenci¨®n de casi siete puntos m¨¢s que ahora. Todo parece indicar que con la estructura actual de partido, los mismos candidatos y un discurso escasamente renovado, los populares han tocado techo en la regi¨®n espa?ola con mayor n¨²mero de ciudadanos con derecho a voto: 6.233.350.
En cuanto a los responsables del PSOE, no han querido entrar en el an¨¢lisis profundo de lo que, sin la menor duda, constituye para su formaci¨®n un serio aviso ante comicios venideros. En una regi¨®n como la andaluza en la que han mantenido desde hace un cuarto de siglo mayor¨ªas sobradamente incontestables, el empuj¨®n que el electorado ha dado a los populares deber¨ªa de servirles de advertencia, en lugar de continuar instalados en un triunfalismo conformista. Muy pocos han sido los dirigentes socialistas que han reconocido que los tiempos empiezan a parecer ya distintos. La gente habla desde las urnas con un lenguaje inconfundible. Acaso esta vez ha querido decirle a Manuel Chaves: bien, est¨¢ usted aprobado pero espabile y haga cambios de verdad, que Andaluc¨ªa lleva demasiado tiempo estancada. Y estos chicos de la eterna oposici¨®n vienen empujando.
La derecha tiene de antiguo mala imagen en Andaluc¨ªa. Bien es verdad que ganada a pulso desde tiempos remotos. El viejo caciquismo tuvo continuidad y caldo de cultivo durante la dictadura de Franco. Hasta no hace muchos a?os los c¨ªrculos, casinos o clubes sociales de los pueblos lo eran "de propietarios". En las fincas no hab¨ªa empresarios, sino due?os, y los se?oritos aparec¨ªan raramente a cobrar las rentas o dedicarse a las monter¨ªas. Nada de esto nos es ajeno a quienes hemos nacido y crecido en Andaluc¨ªa, pese a que las diferencias entre las zonas pobres y ricas determinaban tambi¨¦n una peculiar casta de amos que, por ejemplo, yo no he conocido nunca en Almer¨ªa. Junto a estas excrecencias de la sociedad andaluza acomodada siempre hubo una clase intermedia de profesionales liberales, de agricultores y de comerciantes que perteneciendo a la derecha sociol¨®gica no se reconoc¨ªan en aquellos otros se?ores de vidas y haciendas. Se ha exagerado tanto la caricatura que es muy dif¨ªcil cambiar algunas im¨¢genes sobre Andaluc¨ªa, y de manera especial sobre su clase conservadora.
El Partido Popular de Andaluc¨ªa no tiene hoy nada que ver con aquel clich¨¦ de la derecha antediluviana, ni sus dirigentes ni sus afiliados se parecen de ninguna manera al esperpento del cacique sacado de alg¨²n entrem¨¦s de los ?lvarez Quintero. Los militantes del PP, reciclados por la propia din¨¢mica de los tiempos, son en su mayor parte el cuerpo central de una nueva burgues¨ªa andaluza, conservadora pero no intolerante, que ve pasar los a?os sin que se mueva ni una pieza de la s¨®lida estructura socialista que ha hecho cuerpo en el tejido social. Y depositan sus esperanzas en que un d¨ªa la izquierda pase a la oposici¨®n con la naturalidad que quiere el devenir democr¨¢tico del conjunto de la naci¨®n.
Los t¨®picos sobre Andaluc¨ªa en el resto de Espa?a son una pesadilla recurrente que hace estragos antes y despu¨¦s de cada proceso electoral. El PP no ha sabido quitarse el sambenito de encima y arrastra como una condena esa sarta de lugares comunes que han sido desmontados por la acci¨®n del tiempo y de las costumbres. Tienen los populares parte de responsabilidad: no han sabido dar la nueva imagen centrista y moderada a cuya observancia pertenece la inmensa mayor¨ªa de sus partidarios. Una publicidad convencionalmente anticuada y unos procedimientos de comunicaci¨®n nada efectivos, contribuyen a que la generalidad de los espa?oles siga pensando que los l¨ªderes de la derecha andaluza est¨¢n cortados por el mismo patr¨®n que cuando Fernando VII usaba palet¨®n.
No es verdad. Como no lo es que Andaluc¨ªa contin¨²e siendo una comunidad subsidiada. Otras regiones lo son m¨¢s por distintos vericuetos fiscales. Pero el PP, inasequible a reconocer que la realidad es ya otra, sigue erre que erre en el discurso del voto cautivo. No es menor la aportaci¨®n que a esa imagen deformada de Andaluc¨ªa hacen los llamados jornaleros del campo, con Juan Manuel S¨¢nchez Gordillo a la cabeza, especializados en ocupar fincas acompa?ados de fot¨®grafos y c¨¢maras de TV. Esa estampa del novecento que componen en singular coreograf¨ªa los seguidores del diputado andaluz y alcalde de Marinaleda contiene una inmensa estafa intelectual. Las fincas que ocupan, supuestamente improductivas, lo son merced a la pol¨ªtica agraria de la Uni¨®n Europea, circunstancia que aprovecha este gran impostor para enga?ar a la opini¨®n p¨²blica por un supuesto abandono de las tierras de cultivo.
Cerca de dos millones de andaluces que se inclinan por el voto moderado y centrista ven con creciente frustraci¨®n que, despu¨¦s de ocho convocatorias auton¨®micas, el PP consigue extraordinarios resultados que en la pr¨¢ctica no le sirven nada m¨¢s que para salvar los muebles y para que si a alguna corriente interna se le ocurriera empujar, ceje en su empe?o. He aqu¨ª a los mismos con los mismos collares, anunciando, eso s¨ª muy convencidos, que el resultado del 9 de marzo permite anticipar la segura victoria en 2012. Algo que tenemos o¨ªdo en ocasiones anteriores, sin que tal pretendida y parsimoniosa subida en escalera conduzca a ninguna parte (l¨¦anse las Instrucciones de Julio Cort¨¢zar).
Engullidos los votos del Partido Andalucista, al PP no le cabe otra componenda para llegar a gobernar en la Junta que depender de s¨ª mismo, es decir, alcanzar la mayor¨ªa absoluta en las elecciones futuras. Nadie se imagina que su actual predicamento en el electorado le permita alcanzar semejante cota de esca?os. Pero nada es imposible en democracia, cuya esencia es la alternancia en el poder.
Javier Arenas tiene que optar por hacer una oposici¨®n sin cuartel crispando las relaciones pol¨ªticas o perseverar en la l¨ªnea de asentar el partido en toda la geograf¨ªa andaluza haciendo emerger valores personales ahora ocultos. La primera de las posibilidades se ha demostrado ineficaz en el Congreso de los Diputados. Con la segunda tiene la oportunidad de llegar a 2012 predicando con el ejemplo que la derecha andaluza ya no es aquella que tanta gente tiene todav¨ªa en la retina.
Francisco Gim¨¦nez-Alem¨¢n es periodista.
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