Escritora a secas
Narrativa / Poes¨ªa.
La literatura escrita por mujeres no es algo nuevo: existe a lo largo de los tiempos -bastar¨ªa con citar los ejemplos de Safo y de las mujeres-relato de Sahrazad-, pero conserv¨® su car¨¢cter minoritario y exc¨¦ntrico hasta mediados del pasado siglo. Si nos ce?imos al ¨¢mbito de nuestra lengua, las excepciones al monopolio masculino -Teresa de ?vila, Mar¨ªa de Zayas, sor Juana In¨¦s de la Cruz- revelan la extraordinaria energ¨ªa rupturista de quienes osaron adentrarse en un territorio hostil. Conducta impropia de su sexo, dir¨¢n algunos sesudos varones. Peor a¨²n: anomal¨ªa condenada al silencio, como muestra el admirable ensayo de Octavio Paz sobre la autora de Primero sue?o.
Deja que la vida llueva sobre m¨ª
Nuria Amat
Lumen. Barcelona, 2008
368 p¨¢ginas. 18,90 euros
Poemas impuros
Nuria Amat
Bruguera. Barcelona, 2008
132 p¨¢ginas. 15 euros
Por fortuna, las cosas han cambiado un tanto: despu¨¦s de la novela y poes¨ªa "femeninas", objeto primero de burla y luego de condescendencia, la irrupci¨®n de la literatura feminista propulsada por Simone de Beauvoir y el Women's Liberation Front aguz¨® de nuevo al filo de las cr¨ªticas, antes de digerida y normalizada por la instituci¨®n literaria europea y norteamericana. En la segunda mitad del siglo XX se trazaron nuevas fronteras y se delimitaron nuevos campos. La novela, la literatura y el pensamiento cr¨ªtico pod¨ªan ser espec¨ªficamente "femeninos" (y mirados, claro est¨¢, por encima del hombro) o feministas (ciertamente inc¨®modos, pero tolerados con paternalista resignaci¨®n). Quedaban no obstante a la intemperie, en tierra de nadie, algunas figuras que no encajan en tal esquema. ?D¨®nde situar a Mar¨ªa Zambrano, Rosa Chacel, Ida Vitale, Blanca Varela, Ana Mar¨ªa Matute y otras voces po¨¦ticas o narrativas reacias a toda normativa o clasificaci¨®n? ?Son, pueden ser, representativas de la supuesta alma femenina? Obviamente, no. Entran, como en la atera o coso de la pol¨ªtica, en un espacio de dur¨ªsima competencia. Han de abrirse camino en un gremio celoso de sus privilegios, "frente a peque?as mafias", dir¨¢ Nuria Amat, "en posici¨®n de ataque contra una literatura que jam¨¢s podr¨¢ pertenecerles".
La autora de Deja que la vida llueva sobre m¨ª -que acaba de publicar tambi¨¦n Poemas impuros- no escribe obras femeninas ni reivindicativas. Tampoco novelas de tem¨¢tica previsible ni productos de venta f¨¢cil. No asume identidad alguna, ni siquiera la del "segundo sexo". Sus fuentes de inspiraci¨®n habr¨¢ que buscarlas en Virginia Woolf y Emily Dickinson, cuya poes¨ªa tradujo mientras compon¨ªa el libro. Nuria Amat quiere ser, y es, escritora a secas. Su ¨²ltima novela -como La intimidad o El pa¨ªs del alma- contiene numerosos elementos autobiogr¨¢ficos, pero no es una autobiograf¨ªa novelada sino una propuesta literaria que afronta el reto de la novedad y en la que el pasado vivido o imaginado se integra en el conjunto del libro como un componente m¨¢s. Las contradicciones no asustan a la autora. Si afirma que "escribir es un desaf¨ªo a morir", admite tambi¨¦n que "contar es traficar con la verdad". "Embarazada de su mesa de trabajo", se autodefine "peregrina de la letra" y prosigue su "cruzada en solitario".
La cita que abre el libro, la respuesta de Hannah Arendt a una pregunta de Heidegger -"nunca me he sentido mujer alemana y, desde hace tiempo, he dejado de sentirme mujer jud¨ªa. Me siento como aquello que soy, ni m¨¢s ni menos: como una persona en tierra extra?a"-, nos da la clave de su escritura en cuanto proceso de desidentificaci¨®n. El rechazo de las identidades fijas, establecidas de una vez para siempre, ya sean nacionales, ideol¨®gicas, religiosas o sexuales en la medida en que excluyen lo ajeno y niegan la preciosa diversidad del ser humano, le conduce al contrario de los m¨¢rgenes de lo consensuado, a esa periferia desde la cual la realidad puede ser vista en toda su complejidad, como un rompecabezas de dif¨ªcil reconstituci¨®n. As¨ª ser¨¢ "mujer, divorciada, hijastra, hu¨¦rfana y escritora". En suma, desterritorializada, como lo fue la autora de Orlando.
La propuesta de Deja que la vida llueva sobre m¨ª, no reitera lo ya dicho y repetido hasta la saciedad. En una ¨¦poca en la que la letra tiende a convertirse en sierva de la imagen -de ah¨ª el af¨¢n de parir novelas adaptables a la peque?a o gran pantalla- resulta t¨®nico leer: "El televisor se ha convertido en un mueble sospechoso. Oculto y mudo como un general sin mando en el centro de un desierto". El p¨²blico lector puede escoger a¨²n, no s¨¦ por cu¨¢nto tiempo, entre la propuesta literaria enriquecedora y el producto de consumo destinado al mueble sospechoso que le encandila con su ventanita abierta a la inanidad. -
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