Lord Rochester en la 'cal?otada'
Siendo como soy catal¨¢n, por modestia lo disimulo. Comprendo a ese gobernante que cuando se cruza en la calle con una inmigrante guineana le espeta: "I'm from Catalonia!", pero yo prefiero no alardear, no ostentar atributo tan importante, trascendental. Todo lo contrario: procuro que no se me note, por modestia como ya he dicho. Si voy solo a un restaurante tradicional, finjo -?f¨ªjate qu¨¦ tonter¨ªa!- que no entiendo la carta: "H¨¢game el favor, eso de la esqueixada, ?qu¨¦ es?... Ah, ?bacalao? Pues tiene que estar bien rico... Y perdone, ?qu¨¦ es escalivada?".
?A los camareros del Bergued¨¤ les encanta explic¨¢rmelo! Me viene esto a la memoria porque la ¨²ltima vez que estuve all¨ª, har¨¢ cosa de un mes, los de la mesa de al lado hablaban -a gritos, como a nosotros nos gusta- de Sarkozy y Carla Bruni, y pens¨¦ que ¨¦se era un tema de los de rabiosa actualidad, que como todas las cosas que pasan, efectivamente pasar¨ªa en seguida; pero resulta que ha sucedido todo lo contrario: lo que pasa es el tiempo, mientras que Sarkozy y su mujer duran y duran, subidos en el candelabro; ayer, el Nouvel Obs les ped¨ªa perd¨®n por inventarse el famoso sms a C¨¦cile; hoy les recibe Isabel II en su apolillado palacio; ma?ana le meten el dedo en el ojo a la Merkel... En fin, no paran.
Eran las dos de la tarde en el Bergued¨¤ y yo, camuflado de humilde no-catal¨¢n, llevaba los Diarios de Pepys para sublimar con esa lectura de car¨¢cter hist¨®rico el ef¨ªmero placer de la sopa de cebolla, que all¨ª la bordan, y tambi¨¦n los cal?ots. ("?Ah!, ?cebollinos? ?Y es costumbre muy arraigada comerlos? ?Pues p¨®ngame unos pocos!").
Esos diarios, como es sabido, abordan la ¨¦poca tan interesante de la restauraci¨®n de Carlos II, un monarca gandul y hedonista, que posiblemente era as¨ª por escepticismo y para distinguirse todo lo posible de Cromwell, el aguafiestas puritano que mat¨® a su padre. Pero ojo con Carlos II, que aunque disoluto tambi¨¦n fue valiente. Ya a los 12 a?os, vi¨¦ndose rodeado de enemigos en la batalla de Edgehill, bland¨ªa su pistola y gritaba: "I fear them not!" (?No les tengo miedo!).
-?Sarkozy es humano, co?o! ?Es humano! -dec¨ªa la de la mesa de al lado, en adelante, sra. Z-... ?Y lo de Carla Bruni es la hostia!
Yo buscaba en Pepys alguna observaci¨®n sobre lord Rochester, el poeta y cortesano absurdo que se pas¨® cinco a?os enteros borracho y muri¨® prematuramente, consumido por su libertinaje. Pero no encontraba a Rochester, sino escenas de los celos que Pepys ten¨ªa del profesor de baile de su esposa.
-?Las ben¨¦volas es un best seller europeo que te cagas! -vociferaba la sra. Z-. Es muy duro, pero se puede leer. Despu¨¦s de leer la trilog¨ªa de Primo Levi, que es brutal... Brutal, brutal, pero se lee. Es muy duro, pero es muy bueno...
Luego me distrajo la conversaci¨®n de otra mesa, donde una jovencita mulata le dec¨ªa a un se?or maduro: "No, pero t¨² la inversi¨®n... la inversi¨®n... Pero con los empleados no me sirve de nada ser un tremendo jefe, si independientemente...".
?Ser¨ªan una joven empresaria pidiendo consejos a un veterano, o un jefe con su secretaria, ser¨ªan amantes? Me parec¨ªa de vital inter¨¦s averiguarlo, pero la voz de la se?ora Z lo cubr¨ªa todo: "No, sobre la infidelidad. ?Pero brutal!... Paulina Rubio, Amaya, de La Oreja de Van Gogh...".
No s¨¦, me parece una falta de respeto ponerle a tu grupo La Oreja de Van Gogh. Dese¨¦ amputarle la oreja a esa Amaya, s¨®lo por un ratito, para que la encuentre tirada en el c¨¦sped Kyle MacLachlan en la primera secuencia de Blue Velvet, cuando musita aquello de Qu¨¦ mundo m¨¢s extra?o. Luego se la volver¨ªa a pegar. Y que no se repita.
Me resign¨¦ a leer; no encontr¨¦ a Rochester, pero en la p¨¢gina 187 varios capitanes que hacen la ruta de ?frica le cuentan a Pepys, en el puerto de Londres, que "los negros, cuando se ahogan, se vuelven blancos".
Fen¨®meno que le parece muy curioso, aunque no est¨¢ seguro de que sea verdad...
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