Una espa?ola, esp¨ªa en el KGB
?frica de las Heras, una espa?ola guapa y liberal, fue la esp¨ªa espa?ola m¨¢s activa al servicio de Mosc¨² durante cerca de medio siglo
Veinte a?os se cumplieron en marzo desde la muerte en Mosc¨² de la m¨¢s c¨¦lebre esp¨ªa sovi¨¦tica de nacionalidad espa?ola, que mantuvo actividades al servicio de los intereses del Kremlin en Europa y Am¨¦rica del Norte y del Sur. Mar¨ªa P¨¢vlovna, Mar¨ªa de la Sierra, Ivonne, Znoi, Patricia y Patria son algunos de los nombres que utiliz¨® esta esp¨ªa que alcanz¨® el grado de coronel de los servicios secretos sovi¨¦ticos y obtuvo numerosas condecoraciones de la URSS. Su nombre verdadero suena m¨¢s bien a un 'alias de guerra': ?frica. Pero es el que le dio su padre y el que figura en su partida de nacimiento. El escribiente militar Zoilo de la Heras se lo puso no por sentido del humor sino por el gran amor que sent¨ªa por ese continente. Fue all¨ª, en Ceuta, donde naci¨® hace casi 99 a?os ?frica de las Heras.
Su vida ha estado rodeada de misterios y mitos que ella misma fomentaba. A Patria, seud¨®nimo con el que ?frica firm¨® sus informes cifrados a Mosc¨² despu¨¦s de Segunda Guerra Mundial, parec¨ªan gustarle los mitos e inexactitudes. Por ejemplo, en Rusia se dec¨ªa que era hija del general Manuel de las Heras. Quiz¨¢ le parec¨ªa m¨¢s interesante y rom¨¢ntico hacerse pasar por la hija de su t¨ªo, muerto en diciembre de 1930 a consecuencia de las heridas de bala que recibi¨® cuando se enfrent¨® a los sublevados republicanos de Jaca. Otra versi¨®n de su padre que ?frica sol¨ªa contar es que era un militar de ideas progresistas y que, en castigo por ellas, fue destinado a Melilla en la d¨¦cada del veinte. Incluso su a?o de nacimiento los rusos lo ten¨ªan mal, pues daban el del documento con el que ingres¨® en diciembre de 1948 en Montevideo y s¨®lo a fines de los noventa pudieron corregir el error gracias a la copia del certificado correspondiente que envi¨® Germ¨¢n S¨¢nchez, especialista en la historia de espa?oles relacionados con los servicios sovi¨¦ticos, y que El PA?S entreg¨® al Servicio de Espionaje Exterior de Rusia (SEER) para el museo que mantiene en su sede moscovita en el barrio de Y¨¢senevo. Este museo no est¨¢ abierto al p¨²blico, ya que all¨ª hay exposiciones dedicadas a esp¨ªas a¨²n no desclasificados.
Se dice que fue secretaria de Le¨®n Trotski y que su labor fue fundamental para organizar en M¨¦xico el atentado contra el enemigo n¨²mero uno de I¨®sif Stalin, aunque no hay nada que lo confirme. Este mito proviene de P¨¢vel Sudopl¨¢tov, dirigente del espionaje sovi¨¦tico quien en sus memorias asegura que ?frica fue infiltrada en el c¨ªrculo de Trotski en Europa, concretamente en Noruega. Despu¨¦s habr¨ªa viajado con el jefe de la IV Internacional a M¨¦xico, donde habr¨ªa trabajado en su secretariado.
?frica habr¨ªa dibujado los planos primero de la Caza Azul de Frida Kahlo ?hoy museo de la pintora- donde Trotski fue alojado por el gran muralista Diego Ribera, y despu¨¦s los de su fortaleza en la calle Viena, adonde se hab¨ªa mudado el revolucionario ruso.
Sin embargo, no hay ning¨²n rastro que confirme que ?frica estuvo cerca de Trotski. Y si las memorias de Sudopl¨¢tov son indudablemente valiosas, hay que reconocer que contienen inexactitudes y que como fuente objetiva no pueden ser consideradas muy fiables (fueron escritas por su hijo Anatoli con lo que le cont¨® Sudapl¨¢tov cuando ya ten¨ªa m¨¢s 85 a?os).
En realidad, si ?frica hubiera estado en el secretariado de Trotski, ser¨ªa bastante sencillo comprobarlo. Habr¨ªa que buscar a una mujer cercana a los treinta, que trabaj¨® con Trotski en Noruega, que despu¨¦s viaj¨® con ¨¦l a M¨¦xico y que finalmente abandon¨® su entorno entre mediados de 1938 y agosto de 1940. Todos los que han buscado a un personaje de esas caracter¨ªsticas han fracasado, entre ellos, el nieto de Trotski Esteban V¨®lkoff y director del museo dedicado a su abuelo revolucionario en Ciudad de M¨¦xico, o el historiador franc¨¦s Pierre Brou¨¦. Este ¨²ltimo, que falleci¨® en 2005, afirmaba categ¨®ricamente que ?frica nunca estuvo en el entorno de Trotski.
Si queremos creer que ?frica algo tuvo que ver en los planes para asesinar al principal enemigo de Stalin, podemos suponer que ya en los a?os treinta era operaria de radio o violinista, como dicen en la jerga de los servicios secretos. Eso le hubiera permitido no estar nunca cerca de Trotski y, al mismo tiempo, trasmitir la informaci¨®n de otras personas que s¨ª ten¨ªan acceso a ¨¦l o incluso viv¨ªan en la casa-fortaleza de Coyoac¨¢n, como, por ejemplo, la cocinera Carmen Bel¨¦n o Robert Sheldom. ?ste ¨²ltimo fue el guardia ?agente de Mosc¨²- que abri¨® la puerta al grupo de Siqueiros que entr¨® a balazos en la residencia tratando, infructuosamente, de matar a Trotski.
Pero esto se contradice con el relato autobiogr¨¢fico que ?frica hizo a unos estudiantes. All¨ª dice que lleg¨® a la URSS en 1941 "despu¨¦s de cumplir una misi¨®n" (en 1939, seg¨²n el SEER), realiz¨® unos cursillos de enfermera y luego el KGB le propuso convertirse en violinista, es decir, en responsable de las radiotransmisiones que los esp¨ªas env¨ªan al Centro. "Termin¨¦ con sobresaliente los cursos r¨¢pidos" de radiotelegraf¨ªa, se?ala ?frica, que entonces fue destinada al destacamento guerrillero Los Vencedores. Curiosamente, el agente al mando del destacamento ten¨ªa el mismo nombre que el presidente electo ruso: Dmitri Medv¨¦dev.
Por cierto, su relato autobiogr¨¢fico ?frica lo comienza as¨ª: "Nac¨ª en un atrasado pa¨ªs capitalista; all¨ª ingres¨¦ en la Uni¨®n de Juventudes Comunistas y, como centenares de j¨®venes, luch¨¦ por la libertad del pueblo. Despu¨¦s trabaj¨¦ en el Comit¨¦ de Seguridad del Estado", el KGB. En la biograf¨ªa que aparece en la p¨¢gina web del SEER se dice que "en 1937 comenz¨® a colaborar con el espionaje exterior sovi¨¦tico".
Fue precisamente su trabajo para los servicios secretos sovi¨¦ticos en Espa?a lo que la oblig¨® a abandonar M¨¦xico, en el supuesto de que Sudopl¨¢tov tenga raz¨®n y ?frica realmente cumpliera alguna misi¨®n all¨ª. El problema era que Alexandr Orlov ?jefe del espionaje de Stalin en Espa?a y en cuya red presumiblemente hab¨ªa sido incluida ?frica- hab¨ªa huido y hab¨ªa llegado a M¨¦xico de paso a Estados Unidos, donde pensaba instalarse. En la URSS hab¨ªa comenzado ya el terror y Orlov ?conocido tambi¨¦n como Nikolski y cuyo verdadero apellido era Feldbin- tem¨ªa ser liquidado. Naturalmente, Orlov pod¨ªa reconocer a ?frica y delatarla.
Sea como fuere, despu¨¦s de llegar a la URSS ?frica fue enviada a la retaguardia alemana en mayo de 1942. Salt¨® en paraca¨ªdas con sus armas: una pistola, un pu?al y dos granadas. Las ¨®rdenes que ten¨ªa eran terminantes: ante el peligro de caer en manos del enemigo, deb¨ªa usar las granadas para destruir su radio y el libro de claves y luego suicidarse. Dos a?os m¨¢s tarde, regres¨® a Mosc¨² donde realiz¨® un curso especial de espionaje antes de ser enviada a Europa y de ah¨ª a Am¨¦rica del Sur.
?frica era una mujer guapa, "muy liberal en lo amoroso" seg¨²n una compa?era de las Juventudes Comunistas, que con facilidad conquistaba a los hombres. En Par¨ªs, donde se hab¨ªa establecido en 1946 con el nombre de Mar¨ªa Luisa de las Heras haci¨¦ndose pasar por una refugiada espa?ola, utiliz¨® sus encantos para conquistar al escritor uruguayo Felisberto Hern¨¢ndez, con quien se cas¨® en 1948 y gracias al cual pudo llegar a Montevideo, el destino que le hab¨ªa asignado el KGB. El matrimonio dur¨® s¨®lo dos a?os, aunque el divorcio se formaliz¨® s¨®lo en 1955, y Felisberto nunca se enter¨® que su esposa, a quien cre¨ªa modista, era en realidad una esp¨ªa sovi¨¦tica. Mar¨ªa Luisa pudo obtener la ciudadan¨ªa uruguaya y establecer una radioconexi¨®n fluida con Mosc¨². All¨ª, en Montevideo, recibe instrucciones desde la URSS para la red de esp¨ªas sovi¨¦ticos en Am¨¦rica Latina. A veces tiene que viajar a alg¨²n pa¨ªs de la zona ?Argentina, Brasil o Chile- para entrevistarse con esp¨ªas que le entregan informaciones en las que el Kremlin est¨¢ interesado.
En 1956 Mosc¨² env¨ªa a un nuevo jefe de espionaje para la zona, al que Mar¨ªa Luisa va a esperar a Buenos Aires. Ese mismo a?o, en aras del trabajo conjunto en favor de la URSS, se casar¨¢ con ¨¦l. Se trataba de Valentino Marchetti, en realidad Giovanni Antonio Bertoni, italiano que huy¨® a la URSS en 1925 y volvi¨® a Italia en 1944 para organizar una red de espionaje.
Aunque en Mosc¨² sostienen que, a pesar de ser un matrimonio de conveniencia, tuvieron una feliz vida familiar, por lo visto la realidad fue muy distinta. Fernando Barreiro, que ha hecho una exhaustiva investigaci¨®n sobre ?frica en Uruguay, cuenta que ten¨ªan serias diferencias pol¨ªticas ?Mar¨ªa Luisa increpaba a Marchetti de "tito¨ªsta"- y "vehementes discusiones". "Ni siquiera ocupaban la misma alcoba en la casa de la calle Williman 551". Marchetti muri¨® "sorpresivamente" en 1964; la polic¨ªa abri¨® una investigaci¨®n, llamaron a declarar a Mar¨ªa Luisa "y el comentario del barrio era que ella lo hab¨ªa matado".
?frica regres¨® aparentemente a Mosc¨² en oto?o de 1967, pero sali¨® al extranjero al menos en tres oportunidades m¨¢s ?en dos ocasiones a Uruguay- y el fin de su carrera como esp¨ªa coincidi¨®, por lo visto, con el comienzo de su labor como instructora de agentes, en 1971. Permaneci¨® en el KGB hasta 1985, ense?ando en una escuela del barrio moscovita cercano al metro Belorr¨²skaya y, probablemente, en la famosa escuela de Mal¨¢jovka, en los alrededores de la capital. FIN
NOTA: "Patria, una espa?ola en el KGB" (Debate), de Javier Su¨¢res, sale a la venta la pr¨®xima semana
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.