Asalto a las cajas
El control pol¨ªtico de los ¨®rganos de gobierno de las cajas de ahorro no es un fen¨®meno particularmente vasco ni viene de ayer. Sin embargo, hasta hace unos pocos a?os no se hac¨ªa notar demasiado. Se dilu¨ªa en la ocupaci¨®n que ha hecho el nacionalismo institucional de casi todas las organizaciones del pa¨ªs como si fuera algo natural.
Ha sido el m¨¢s reciente resquebrajamiento de su hegemon¨ªa lo que ha permitido vislumbrar la abusiva presencia de los partidos en estas entidades financieras, sobre todo cuando otras fuerzas han comenzado a disputar su predominio al PNV, que lleg¨® a perderlo en ?lava hace ocho a?os. Pero lo peor es que el exacerbamiento de la competencia por estar en y dominar los ¨®rganos de poder de las cajas -la asamblea general, el consejo de administraci¨®n y la comisi¨®n de control, principalmente- no ha hecho sino despojar a los partidos de los escasos dep¨®sitos de pudor que guardaban a la hora de manifestar sus apetencias. El zafarrancho en que se ha convertido la elecci¨®n del consejo de administraci¨®n de Caja Vital representa el ejemplo m¨¢s extremo, pero los comportamientos perversos est¨¢n compartidos en la Kutxa y la BBK, y en muchas otras entidades espa?olas.
El zafarrancho de la Vital representa el ejemplo m¨¢s extremo del fen¨®meno
La mayor¨ªa de los designados tendr¨ªa problemas para interpretar un balance
La singularidad de las cajas -unas empresas financieras sin propiedad definida y que reparte sus beneficios en obras sociales- concede un papel fundamental en la constituci¨®n de sus ¨®rganos de gobierno y decisi¨®n a los partidos pol¨ªticos. Tienen asignada por ley nada menos que la mitad de los representantes en la asamblea general y el consejo de administraci¨®n, a trav¨¦s de las entidades fundadoras -diputaciones y ayuntamientos de las capitales (20%)- y de las corporaciones de los municipios (30%) donde las cajas cuentan con oficinas. Los mayores esfuerzos, sin embargo, se concentran en apoderarse de ese 43% de representaci¨®n que se reserva a los impositores. De forma parad¨®jica, pero explicable, la confrontaci¨®n m¨¢s intensamente partidista se produce para apropiarse de la porci¨®n de poder que la ley atribuye a los clientes. Las candidaturas de los partidos, apenas emboscadas bajo denominaciones bien sonantes, desplazan obscenamente a cualquier impositor que s¨®lo pretenda defender sus intereses depositados en la entidad.
El esc¨¢ndalo que deber¨ªa producir esta apropiaci¨®n habitual ser¨ªa menor si los partidos se molestaran en buscar para sus candidaturas a profesionales reconocidos socialmente y con unas m¨ªnimas nociones del negocio bancario. Pero no. Lo que predomina es el perfil del militante, cuando no del pol¨ªtico con asiento ya en las instituciones o en la c¨²pula del partido. Basta repasar los listados de vocales y consejeros de las tres cajas. De nuevo, con el estrambote de la Vital, que puede rizar el rizo de tener como vicepresidente con dedicaci¨®n plena al presidente provincial de un partido (I?aki Gerenabarrena, del PNV), mientras socialistas y populares dan el espect¨¢culo forzando las normas y procedimientos hasta el paroxismo: los unos para conseguir la continuidad de Gregorio Rojo en la presidencia, y los otros, una vez desplazados de los ¨®rganos de gobierno, con el fin de impedirlo.
Para tranquilidad de sus clientes, la solvencia y buena administraci¨®n de las cajas se asienta en la profesionalidad de sus ejecutivos y personal, y en la estricta supervisi¨®n del Banco de Espa?a, vigilante de los peligros que acechan a unos sistemas financieros cada vez m¨¢s sofisticados. No descansa en la capacitaci¨®n de los miembros que colocan los partidos en sus ¨®rganos de gobierno para, en teor¨ªa, fiscalizar con una visi¨®n social la marcha de las entidades y las decisiones de sus equipos directivos. Porque la mayor¨ªa de los designados tendr¨ªa serias dificultades para interpretar un balance, y no se diga ya para calibrar los riesgos de un fondo de inversi¨®n sobre futuros o de la variaci¨®n en medio punto de la morosidad en la cartera hipotecaria.
La cuesti¨®n es m¨¢s primaria y contagia a todas las formaciones. Responde a la pulsi¨®n por controlar cualquier resorte de la vida social y, de paso, asegurar a los adictos y al propio partido una retribuci¨®n adicional en forma de dietas. Sin embargo, este tipo de actuaciones no deja de tener su coste, aunque el cobro llegue de forma diferida. Se pagan en forma de descr¨¦dito y desinter¨¦s hacia la pol¨ªtica as¨ª entendida, como vuelve a advertir el ¨²ltimo Soci¨®metro. Contemplando la voracidad con la que los partidos se disputan el control de las cajas, ?por qu¨¦ los ciudadanos han de creerles cuando dicen que la fusi¨®n planteada responde ¨²nica y exclusivamente a motivaciones de ¨ªndole empresarial?
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