Las iran¨ªes desaf¨ªan a los ayatol¨¢s
El feminismo se organiza y se enfrenta a la represi¨®n - La mujeres el motor del cambio social frente al inmovilismo del r¨¦gimen
Delaram Al¨ª descubri¨® el significado de la revoluci¨®n isl¨¢mica a los seis a?os. Fue el d¨ªa en que su madre le explic¨® que ya no pod¨ªa montar m¨¢s en bicicleta ni salir a la calle a jugar con los chicos vecinos porque era una ni?a. "No es que a ella le importara, pero estaba el qu¨¦ dir¨¢n", recuerda ahora cuando se le pregunta c¨®mo despert¨® a la militancia feminista. Corr¨ªa 1989 y el clero ya hab¨ªa afianzado su poder e impuesto su estricta y puritana moral a todos los iran¨ªes. Alg¨²n ayatol¨¢ hab¨ªa decidido, entre otras cosas, que las mujeres no deben montar en bicicleta porque el pedaleo puede excitar a los hombres. Incapaz de entender aquello, la peque?a Delaram se cogi¨® un buen berrinche.
Una campa?a por la igualdad apoyada en redes sociales asusta al Gobierno
Unas 50 mujeres est¨¢n procesadas y varias han pasado ya por la c¨¢rcel
Hay tantas mujeres en la Universidad que se plantean cuotas masculinas
Aumenta la edad del matrimonio y cae la natalidad, se?ales de emancipaci¨®n
Mujeres laicas e isl¨¢micas, incluso conservadoras, unen sus fuerzas
El divorcio, que deja sin derechos a la esposa, es el gran caballo de batalla
A partir de aquel momento, empez¨® a notar que la sociedad no la trataba como a su hermano mayor. "?l s¨ª pod¨ªa salir a la calle a jugar. Ahora bien, si lo hac¨ªa yo, las vecinas se encargaban de decirle a mi madre: 'Tenga cuidado con su hija que es una chica'. Adem¨¢s, ¨¦l iba al colegio en pantal¨®n y camisa, y yo ten¨ªa que ponerme el maqnae y el mant¨®", la capucha y la bata obligatorias para todas las mujeres iran¨ªes a partir de los nueve a?os.
Esas peque?as injusticias forjaron el car¨¢cter luchador y contestatario de la joven Delaram. Supo entonces que iba a pelear por sus derechos. Lo que no pod¨ªa imaginar es que ese empe?o la llevar¨ªa a la c¨¢rcel. Delaram, que hoy tiene 24 a?os, ha sido recientemente condenada a dos a?os y seis meses de privaci¨®n de libertad, acusada de "actuar contra la seguridad del Estado y hacer propaganda contra el r¨¦gimen". Su delito: haber participado en la manifestaci¨®n por la igualdad ante la ley que el movimiento de mujeres organiz¨® en la plaza de Haft-e Tir de Teher¨¢n en junio de 2006. Como ella, cerca de 50 activistas se encuentran procesadas y varias de ellas han pasado por la c¨¢rcel. De momento, su sentencia est¨¢ suspendida, porque su abogada ha recurrido. Pero ya prob¨® las celdas de la infame prisi¨®n de Evin durante los cinco d¨ªas siguientes a la manifestaci¨®n.
"Estamos en un limbo legal. No sabemos qu¨¦ va a pasar con nosotras", admite Sussan Tahmasebi, una de la treintena de mujeres detenidas en marzo de 2007 cuando protestaban ante el tribunal donde se ve¨ªa el caso de las cinco procesadas por la manifestaci¨®n de Haft-e Tir. Aunque tras la liberaci¨®n de Jelve Javaheri y Mariam Hosseinkhah -a principios de enero- ya s¨®lo quedan dos activistas en prisi¨®n (Ronak Safarzadeh y Hana Abdi), los procesos contra la mayor¨ªa de ellas siguen abiertos.
Amnist¨ªa Internacional ha denunciado la "fuerte represi¨®n" de que son objeto y ha pedido a las autoridades iran¨ªes que "dejen de hostigar a quienes defienden los derechos humanos de las mujeres". El marcaje de las mujeres alcanza a su libertad de movimientos. El pasado 2 de marzo, la polic¨ªa impidi¨® a Parvin Ardalan que viajara a Estocolmo para recibir el Premio Olof Palme de derechos humanos. Ardalan, que ya hab¨ªa pasado el control, fue obligada a desembarcar del avi¨®n con el pretexto de que ten¨ªa prohibido salir del pa¨ªs.
"Se han ensa?ado con las que estamos m¨¢s activas en la Campa?a por la Igualdad", se?ala Delaram mientras encadena un cigarrillo tras otro, a pesar de la prohibici¨®n que acaba de entrar en vigor. "No poder fumar en los caf¨¦s perjudica sobre todo a las mujeres porque nosotras no podemos salir a fumar a la calle como los hombres sin ser recriminadas, y a menudo tenemos que hacerlo a escondidas de nuestros padres y hermanos", explica.
La llamada Campa?a por la Igualdad constituye el punto de inflexi¨®n del movimiento feminista iran¨ª. "Ha unido a las feministas laicas y a las islamistas", afirma Delaram Al¨ª. Tal como explic¨® la Nobel de la Paz, Shir¨ªn Ebad¨ª, en oto?o de 2006, se trata de "concienciar a las iran¨ªes sobre su discriminaci¨®n legal y recoger un mill¨®n de firmas para pedir un cambio a las autoridades". Ebad¨ª ha respaldado con su nombre ese proyecto militante, pero la iniciativa no tiene un organigrama de direcci¨®n, para impedir que las autoridades de Ir¨¢n puedan descabezarlo sin m¨¢s deteniendo a sus responsables.
El mensaje de la Campa?a es tan sencillo como potencialmente explosivo. "?Sabes que en caso de accidente de tr¨¢fico el seguro te pagar¨¢ la mitad que a un hombre? ?Que si tienes problemas en tu matrimonio no puedes pedir el divorcio y que si tu marido te divorcia no tendr¨¢s la custodia de tus hijos?", plantean las activistas a unas interlocutoras que no siempre son conscientes de ser ciudadanos de segunda. Se transmite a trav¨¦s del boca a boca, de peque?as reuniones de mujeres (y tambi¨¦n de hombres), en casas particulares, salones de belleza, lugares de trabajo o en la calle.
Y a pesar de la modestia de medios -ni la televisi¨®n ni los peri¨®dicos hablan de ello debido a la censura-, el mensaje est¨¢ calando. Mujeres de 17 de las 30 provincias iran¨ªes han formado sus propios comit¨¦s y voluntarias de Teher¨¢n visitan el resto. M¨¢s de 700 personas han recibido formaci¨®n sobre c¨®mo llegar a la gente y educarla en los derechos de las mujeres. Esas activistas se han convertido en el objetivo prioritario del Gobierno. "Tiene miedo de las redes sociales", interpreta la periodista Maryam Mirza, cuyo procesamiento por apoyar la campa?a acaba de ser sobrese¨ªdo.
"Antes era un movimiento peque?o, de intelectuales", conviene Delaram, "pero ahora se ha convertido en algo general. Las autoridades no quieren que ning¨²n grupo adquiera poder y ven que esta iniciativa puede movilizar a las mujeres en su contra". Las autoridades bloquean con frecuencia su web (http://www.change4equality.com).
"El mill¨®n de firmas es lo de menos. Lo importante es educar a la gente", subraya Delaram. Las j¨®venes feministas destacan el papel clave del Centro Cultural de la Mujer, abierto hace ocho a?os durante el mandato del reformista Mohamed Jatam¨ª y que su sucesor, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, amenaza con cerrar. Fue uno de los primeros foros en los que se habl¨® de la Campa?a. "Sac¨® el movimiento de las mujeres de las casas a las calles", recuerda la activista, que sin embargo se muestra muy cr¨ªtica con Jatam¨ª. "No llev¨® a cabo un cambio de verdad porque no modific¨® las leyes y ahora vuelven a utilizarlas en nuestra contra", explica.
Tahmasebi est¨¢ de acuerdo. Durante las dos primeras d¨¦cadas tras la revoluci¨®n isl¨¢mica, s¨®lo las mujeres religiosas estuvieron presentes en el espacio p¨²blico. Contribuyeron al esfuerzo de guerra (1980-1988) y a la reconstrucci¨®n posterior a trav¨¦s de las organizaciones de caridad. Las feministas laicas s¨®lo pudieron emerger cuando bajo Jatam¨ª se abri¨® un espacio para la sociedad civil. "Los grupos pol¨ªticos abordaron por primera vez los problemas y derechos de las mujeres, pero el Consejo de Guardianes vet¨® las leyes aprobadas en el Parlamento", recuerda. Pero se?ala un avance importante: "Se abri¨® una discusi¨®n p¨²blica".
Aun as¨ª, el inter¨¦s se sigui¨® circunscribiendo a las ¨¦lites. Los dos millares de mujeres que acudieron a la manifestaci¨®n de Haft-e Tir eran universitarias y profesionales. Se dieron cuenta de que los verdaderos problemas de las iran¨ªes eran econ¨®micos y del debate subsiguiente surgi¨® la idea de la Campa?a. "Cuando preguntamos a las mujeres qu¨¦ quer¨ªan cambiar, nos sorprendi¨® que la mayor¨ªa respondi¨®: 'Tener derecho a salir de casa', sin permiso, se entiende", expone Tahmasebi. Y esa aspiraci¨®n es algo que une a tres generaciones de mujeres de todo el espectro social, de estudiantes a profesionales, pasando por amas de casa de las capas m¨¢s modestas.
El caso de Acheraf ratifica el acierto de las feministas. Esta mujer, que se gana la vida limpiando casas, nunca se hubiera planteado manifestarse por la igualdad, pero ha vivido en su propia piel la discriminaci¨®n consagrada en la legislaci¨®n iran¨ª. Cuando el a?o pasado su marido, un militar, decidi¨® divorciarse de ella por su negativa a aceptar que se casara con una segunda esposa, la puso directamente en la calle. "He estado tres meses durmiendo en un parque, as¨ª que no me venga Ahmadineyad diciendo que este pa¨ªs respeta mucho a sus mujeres", se queja. Ahora ha firmado gustosa una tarjeta contra el proyecto de ley para la protecci¨®n de la familia que, entre otras medidas, pretende eximir al marido del permiso de la primera esposa para casarse con una segunda mujer.
Seg¨²n la legislaci¨®n basada en la shar¨ªa (ley isl¨¢mica), un hombre puede divorciarse de su mujer con s¨®lo decirlo tres veces ante dos testigos. Pero si una mujer inicia un proceso de separaci¨®n, pierde su derecho a las propiedades familiares y a sus hijos que, a partir de los siete a?os, pasan autom¨¢ticamente a la custodia del padre. El divorcio es, seg¨²n todas las consultadas, uno de los que m¨¢s llega de la Campa?a. "En todas las familias hay alg¨²n problema por ese motivo", admite G. A., una presentadora de televisi¨®n divorciada, que teme el momento de entregar a su peque?a al padre dentro de dos a?os.
Adem¨¢s, las j¨®venes iran¨ªes, miembros de la llamada generaci¨®n J (la de los nacidos bajo Jomeini y crecidos bajo Jamenei, que suponen un 70% de la poblaci¨®n), no parecen dispuestas a conformarse con ser ciudadanos de segunda. "Crecimos alimentadas con los valores idealistas de la revoluci¨®n y la justicia. Nos educaron para protestar contra las injusticias de la sociedad, pero luego ha resultado que todo era para la galer¨ªa. Cuando hemos querido ejercer lo aprendido, el Gobierno no lo ha tolerado", se duele Mirza.
Y ¨¦se es quiz¨¢ el elemento m¨¢s peculiar del movimiento de mujeres en Ir¨¢n: la misma Revoluci¨®n Isl¨¢mica que ha reforzado el sistema que les oprime, les ha dado instrumentos para reclamar sus derechos. De ah¨ª que su situaci¨®n de partida sea mucho mejor que la de la mayor¨ªa de sus vecinas: saud¨ªes, afganas o paquistan¨ªes. De hecho, las estad¨ªsticas oficiales reflejan las consecuencias de esos avances de la mujer iran¨ª. Ha aumentado la edad media del matrimonio hasta los 25 a?os (27 para el hombre), y ha descendido la tasa de natalidad, dos indicadores asociados a la emancipaci¨®n de la mujer.
El fil¨®sofo Dariush Shayegan lo tiene claro. "Las mujeres son el factor de cambio m¨¢s importante en Ir¨¢n. Son muy valientes. En la actualidad son m¨¢s interesantes que los hombres", asegura, antes de recordar que llevan varios a?os logrando por encima del 60% de las plazas universitarias en la selectividad. El dato no ha pasado inadvertido al Gobierno conservador y en los dos ¨²ltimos cursos algunas facultades ya han reservado a los hombres el 50% de sus puestos. Ahora, el Parlamento estudia un sistema de cuotas que tiene indignadas a las feministas. "La ley est¨¢ dos pasos por detr¨¢s de la sociedad", constata Sussan Tahmasebi, que a pesar de haber pasado su adolescencia en Estados Unidos y de las dificultades judiciales que afronta, no se plantea tirar la toalla.
"El caso de Ir¨¢n es ¨²nico", afirma la soci¨®loga Nayereh Tavakoli, que da clase en el m¨¢ster de Estudios de la Mujer de la Universidad Azad e investiga sobre el patriarcalismo. "Los indicadores se?alan que la situaci¨®n de la mujer iran¨ª por lo que se refiere al patriarcalismo en la esfera privada es mejor que en la p¨²blica", explica Tavakoli. "Pensaron que iba a ser f¨¢cil, pero las mujeres quer¨ªan estar en la escena p¨²blica y eso ha obligado al sistema a aceptar su entrada en nuevos trabajos, fuera de los tradicionales en la ense?anza y la medicina, como profesoras de autoescuela, fot¨®grafas, taxistas o polic¨ªas". En su opini¨®n se ha creado una situaci¨®n contradictoria entre el deseo de confinarlas al hogar y la necesidad de ofrecerlas empleos. Por eso las leyes promulgadas por el Gobierno de Ahmadineyad promocionando el trabajo a tiempo parcial o extendiendo a un a?o el permiso de maternidad son vistas con recelo.
Esa brecha entre el avance de lo privado y los intentos de restricci¨®n de lo p¨²blico es la que en su opini¨®n empuja a las iran¨ªes a desear adquirir posiciones en la sociedad. "Incluso las mujeres conservadoras se muestran firmes respecto a su participaci¨®n social", subraya Tavakoli que pone como ejemplo la inserci¨®n de mujeres en las listas electorales de los fundamentalistas. "Sus diputadas tienen que hablar en p¨²blico y viajar; su sola presencia constituye un mensaje muy potente", asegura. A ojos de una extranjera, da la impresi¨®n de estar produci¨¦ndose una revoluci¨®n silenciosa. Sin embargo, todas las consultadas para este reportaje rechazaron el uso de la palabra revoluci¨®n. "Revoluci¨®n es un proceso largo y suena a destrucci¨®n; luego hay que reconstruir todo. Nosotras no queremos eso sino reparar el sistema", justifica Mirza. "Yo no usar¨ªa esa palabra por sus connotaciones, prefiero hablar de un gran cambio", a?ade Tahmasebi.
Sea como fuere, la causa que promueven parece haber alcanzado a las m¨¢s altas instancias de la Rep¨²blica Isl¨¢mica. El l¨ªder supremo, ayatol¨¢ Al¨ª Jamenei, declar¨® con motivo del ¨²ltimo d¨ªa nacional de la mujer (que en Ir¨¢n coincide con el aniversario del nacimiento de F¨¢tima, la hija de Mahoma), que hay que volver a examinar sus derechos. Por su parte, el virtual n¨²mero dos del r¨¦gimen, Al¨ª Akbar Hachem¨ª Rafsanyani, ha manifestado que espera que "el Parlamento d¨¦ los pasos para [alcanzar] la igualdad legal".
"No creo que [esas declaraciones] se traduzcan en medidas serias. Son s¨®lo esl¨®ganes para tranquilizar a la gente, normales en v¨ªsperas electorales", dice Tavakoli. "Despu¨¦s de dos revoluciones, ya no esperamos que el Gobierno haga nada por nosotras. Est¨¦ quien est¨¦ en el poder, no beneficia a las mujeres", a?ade Mirza. Pero ellas contin¨²an firmes: "Una vez que las mujeres han salido a la calle, nadie va a conseguir volverlas a meter en casa", concluye Delaram.
Una realidad que desborda las leyes
Unas veces por presiones internacionales y otras por la vocaci¨®n de ilustrados de sus dirigentes, en la mayor¨ªa de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo se promulgan leyes de promoci¨®n de la mujer que las sociedades respectivas no terminan de aceptar. Sin embargo, en la Rep¨²blica Isl¨¢mica de Ir¨¢n cada vez son m¨¢s las mujeres que act¨²an como si las restricciones legales no fueran con ellas.
?Que el divorcio es injusto? Reclaman a sus futuros maridos contratos prematrimoniales con condiciones leoninas en casos de separaci¨®n, adem¨¢s de la autorizaci¨®n expresa para trabajar o viajar, ya que una iran¨ª casada no puede hacer ninguna de las dos cosas sin el permiso de su marido. ?Que las leyes de herencia las discriminan porque les corresponde la mitad que a sus hermanos varones? Algunos padres realizan donaciones en vida y otras provisiones que terminan igualando lo que reciben.
As¨ª que su comportamiento cotidiano enga?a. Las feministas denuncian esa situaci¨®n hip¨®crita, que adem¨¢s termina perjudicando a las mujeres menos formadas, que carecen de recursos personales para sortear la discriminaci¨®n legal. "Incluso cl¨¦rigos y juristas recomiendan a las j¨®venes que firmen contratos prematrimoniales para protegerse. Pero, ?por qu¨¦ tiene que cargar la mujer con ese peso de forma individual?", se pregunta la activista Sussan Tahmasebi.
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