Una tarde de toros infumables y descastados
Los toros de Cuadri resultaron infumables. Un verdadero desastre. Atacados de peso -entre 560 y 614 kilos-, mansos, descastados, reservones, aplomados, sin sangre en las venas, sosos e inv¨¢lidos. Un cami¨®n de carne para el matadero.
Y eran unos toros de excelente presencia, serios y con cuajo, pero su comportamiento fue p¨¦simo. Todos sin celo y con andares cansinos, que pensaban un mundo antes de embestir y, cuando lo hac¨ªan, echaban la cara por las nubes o un ga?af¨®n al cuello del torero. Varios de ellos se derrumbaron en varias ocasiones o desarrollaron sentido, y pusieron en verdaderos apuros a los de luces. En fin, peor, imposible, aunque a¨²n queda mucha feria, y todo lo malo puede empeorar.
Cuadri / Vara, Garc¨ªa, Cruz
Toros de Celestino Cuadri, mansos.
S¨¢nchez Vara: ovaci¨®n en ambos. Iv¨¢n Garc¨ªa: silencio en su lote.
Fernando Cruz: ovaci¨®n y palmas.
Plaza de la Maestranza. 31 de marzo. Quinta corrida de feria. Media plaza.
Lo m¨¢s triste de todo es que el ganadero Fernando Cuadri lo es por vocaci¨®n -y no como muchos otros-, un enamorado de la ganader¨ªa brava y un consumado genetista autodidacta. Y, con toda seguridad, elegir¨ªa estos toros en funci¨®n de todas las coordenadas posibles para que embistieran. Y ha fracasado rotundamente. As¨ª de dif¨ªcil es el toro para los ganaderos serios, que se devanan los sesos para conseguir un animal encastado y noble. Miedo da pensar c¨®mo lo har¨¢n los ganaduros, que tanto abundan en esta fiesta.
La tarde fue para el olvido. Y ojal¨¢ tambi¨¦n puedan olvidarse pronto los toreros, y que ning¨²n avispado les pase factura por una actuaci¨®n que, en modo alguno, pudo ser exitosa.
La terna no era de lujo, pero s¨ª valiente, decidida y con muchas agallas. Los tres llegaron a la Maestranza para lidiar toros, pero se encontraron con bueyes amuermados. Y eso tiene toda la justificaci¨®n posible.
S¨¢nchez Vara debutaba en Sevilla y demostr¨® ganas y oficio, que no es poco. Iv¨¢n Garc¨ªa s¨®lo pudo lucirse a la ver¨®nica en los primeros compases al quinto. Ambos banderillearon juntos y por separado y se les agradeci¨® la voluntad, pero podr¨ªan pensarse en no aburrir al personal con pares vulgares. Y Fernando Cruz cal¨® un poco m¨¢s con una actuaci¨®n muy pundonorosa; aguant¨® impert¨¦rrito la peligrosidad del tercero, que buscaba el cuerpo del torero sin contemplaciones, y arranc¨® muletazos muy estimables al sexto, al que exprimi¨® su tard¨ªa embestida.
Una corrida dif¨ªcil para los toreros y el ganadero. El p¨²blico puede limitarse a olvidar...
Babelia
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