El pensar clandestino de un partisano
Jan Patocka alcanz¨® notoriedad cuando en enero de 1977 se present¨® ante la opini¨®n p¨²blica mundial como portavoz de la "Carta 77", el movimiento de resistencia c¨ªvica que reclamaba al Gobierno checoslovaco respeto por los derechos humanos. Fue un gesto necesario pero inhabitual en un hombre que llevaba a?os luchando por la libertad pero con las discretas armas de la filosof¨ªa. Los nazis primero y luego los comunistas comprendieron el peligro de un pensador socr¨¢tico, por eso prohibieron sus escritos y le impidieron la docencia. Muri¨® en marzo del mismo a?o, tras once horas de interrogatorio, no sin antes haber firmado su sentencia de muerte en la declaraci¨®n ante la polic¨ªa: "Hay que vivir con dignidad, sin dejarse intimidar. Hay cosas por las que vale la pena sufrir". Demasiado para el comunismo checo.
Libertad y sacrificio
Jan Patocka
Traducci¨®n de Iv¨¢n Ortega Rodr¨ªguez
S¨ªgueme. Salamanca, 2008
398 p¨¢ginas. 25 euros
La primera impresi¨®n que transmiten los escritos recogidos bajo el t¨ªtulo de Libertad y sacrificio, notablemente editados y traducidos, es de autenticidad. Patocka estaba pagando tan alto precio -privado de la docencia, sin poder publicar, sospechoso, vigilado- por pensar libremente que no pod¨ªa permitirse los vicios habituales de los fil¨®sofos profesiones, a saber, confundir la estanter¨ªa de libros con la vida real, y esconder su ignorancia en formulaciones incomprensibles. Eso no ten¨ªa sentido en el cuchitril de Praga en el que trabajaba y daba sus seminarios semiclandestinos. Ejemplo de la claridad y actualidad de su discurso es el comentario a la entrevista p¨®stuma de Heidegger al Der Spiegel. Explica como nadie que si el fil¨®sofo de Friburgo se mete en el charco del hitlerismo es porque entiende que vivimos un nuevo tiempo pol¨ªtico (el del gobierno mundial) y que si Alemania se postula con todo el derecho a dirigirle, ah¨ª est¨¢ ¨¦l y la filosof¨ªa para explicar el alcance del Aufbruch/Alzamiento que se impone. Heidegger explica, "como nadie lo ha hecho antes que ¨¦l", el alcance del dominio planetario de la t¨¦cnica, que ha hecho del hombre, presunto se?or, un ser dominado. Es tan profunda esta invasi¨®n de la t¨¦cnica, viene tan de antiguo, est¨¢ tan interiorizada en la metaf¨ªsica, que, si queremos superar esa maldici¨®n, no valen pa?os calientes: ni un nuevo humanismo ni una t¨¦cnica humanizada. Hasta ah¨ª le sigue Patocka, pero se queda perplejo cuando analiza la soluci¨®n que avanza Heidegger con aquello de que "s¨®lo un dios puede salvarnos". El hombre del juicio claro confiesa al pu?ado de disc¨ªpulos all¨ª congregados que ¨¦l no entiende nada.
Su muerte, su ense?anza, su doctrina tiene mucho del S¨®crates que protagoniza los di¨¢logos plat¨®nicos. Cuando se pregunta a s¨ª mismo que de d¨®nde saca fuerza en el combate por la libertad, se responde que en las Ideas plat¨®nicas, que no son tesoros escondidos en el Olimpo, sino ese plus que tiene la vida, plus que nos permite relativizar el presente. Elabora entonces un "platonismo negativo" cuyo n¨²cleo es el chorism¨®s, esto es, el reconocimiento de la indigencia de este mundo y la referencia a un horizonte que trascienda lo dado, o, dicho de otro modo, que conquista la libertad renunciando a las ataduras de los t¨®picos, de las convenciones y de las seguridades.
?l sabe de qu¨¦ habla. Si Europa no ha aprendido nada de las dos guerras mundiales es porque ha renunciado al sacrificio que conlleva la conquista de la libertad, en nombre de una "paz", la de la guerra fr¨ªa, que es la de los cementerios.
El pensar clandestino tiene su grandeza y sus miserias. La violencia que marc¨® a Europa en el siglo XX acab¨® pas¨¢ndole factura. Las guerras, a las que ¨¦l se enfrenta con valent¨ªa, acaban, sin embargo, triunfando en su filosof¨ªa. Con Teilhard de Chardin y Ernst J¨¹nger, a los que cita generosamente, comparte el vicio de la aristeia, esto es, el convencimiento de que el Frente (de guerra) es, por un lado, el momento de la verdad en el que se ponen a prueba las grandes virtudes del hombre y, por otro, "la ola que lleva al mundo humano hacia nuevos destinos". Patocka se deja seducir por el juego de fuerzas c¨®smicas que desencadena la guerra, sin parar mientes en las v¨ªctimas que jalonan esa marcha triunfal. El tributo a Her¨¢clito -"el ser es polem¨®s"- no consigue, sin embargo, oscurecer un pensamiento y una vida, trazados bajo el signo de la pasi¨®n por la libertad. -
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