Emperador Karajan
Me despierto por la ma?ana con Herbert von Karajan en la radio y tengo que frotarme los ojos y comprobar el calendario para asegurarme de que el general¨ªsimo Franco no est¨¢ vivo ni la Uni¨®n Sovi¨¦tica es una potencia mundial. Hubo una ¨¦poca, definida por las dictaduras, en la que Karajan suministr¨® el tel¨®n de fondo musical. En el tercer cuarto del siglo XX, su sonido era ubicuo y su poder absoluto.
Como director musical y explotador comercial, gobern¨® los imperios de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn y el Festival de Salzburgo y ejerci¨® un control similar sobre las casas discogr¨¢ficas de m¨²sica cl¨¢sica Deutsche Grammophon y EMI, con las que hizo casi novecientas grabaciones. Las cajas registradoras vibraban con el sonido de Karajan, de la misma forma que las ondas radiof¨®nicas de todo el mundo.
Su hegemon¨ªa no dio resquicio a las contradicciones. Aplast¨® la independencia y la creatividad
Era un sonido inconfundible. Todo lo que dirig¨ªa Karajan parec¨ªa de una suavidad extrema, como unas camisetas de algod¨®n tras pasar por suavizante. Ya fuera Bach o Bruckner, Rigoletto o las Rapsodias espa?olas, la m¨²sica se caracterizaba por una l¨ªnea perfecta de belleza artificial que no era tanto creaci¨®n del compositor como resultado del empe?o del director en ofrecer un producto reconocible.
Y no hay duda de que era inconfundible. En una ocasi¨®n entr¨¦ en una tienda de libros de arte en Manhattan, de altos techos y paneles de madera, y tuve que pedir al dependiente que sustituyera el concierto de Chaikovski que sal¨ªa de los altavoces por una grabaci¨®n m¨¢s aut¨¦ntica. "?C¨®mo sab¨ªa que era Karajan el que dirig¨ªa?", exclam¨®. "Porque tiene una forma de dirigir obvia", fue mi respuesta.
Un ¨¢lbum de homenaje en Deutsche Grammophon realizado por su viuda, Eliette, pone de relieve lo mejor y lo peor del director. El primer disco empieza con una Pastoral de Beethoven doblemente pasteurizada, sint¨¦tica en extremo, seguida de unos Debussy y Ravel homogeneizados y un Adagietto de Mahler en el que se ha anestesiado todo dolor, una parodia de Mahler. El segundo disco contiene extractos de oratorios y ¨®peras, algunos de una emotividad trascendental -un resplandeciente 'Erbarme mich' de La Pasi¨®n seg¨²n San Mateo, un emocionante 'Dies Irae' del R¨¦quiem de Verdi y fragmentos de las Valquirias de Wagner. Cuanto m¨¢s grandes eran las fuerzas, mejor era su interpretaci¨®n.
Si Karajan ten¨ªa alg¨²n talento, era para la organizaci¨®n y la oportunidad. Creci¨® en Salzburgo despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial, cuando una diminuta ciudad de monta?a se convirti¨® en la segunda ciudad de un Estado austriaco en declive, y all¨ª aprendi¨® los peligros de la falta de poder. Con la ascensi¨®n de Hitler, en 1933, se uni¨® al Partido Nazi, no una sino dos veces, y fue recompensado con un puesto de director de m¨²sica en Aquisgr¨¢n, el m¨¢s joven del Reich. La prensa controlada por Goebbels empez¨® pronto a aclamarlo como "Das Wunder Karajan (el Milagro Karajan)", en contraste con Wilhelm Furtw?ngler, que era poco de fiar pol¨ªticamente. Karajan aprendi¨® de Goebbels el arte siniestro de enfrentar a una potencia art¨ªstica contra otra.
Despu¨¦s de la guerra, a Karajan le impidieron subirse al podio mientras dur¨® la desnazificaci¨®n, pero un ejecutivo de EMI, Walter Legge, le llev¨® a Londres a grabar con la Philharmonia Orchestra, compuesta por combatientes brit¨¢nicos reci¨¦n desmovilizados. La relaci¨®n, que dur¨® 10 a?os, otorg¨® a Karajan una experiencia fundamental en la pol¨ªtica de la controversia y una genuina afici¨®n a los conflictos. Tras la muerte de Furtw?ngler, en 1954, fue nombrado director vitalicio en Berl¨ªn, y la deshecha capital del Reich le sirvi¨® de cabeza de puente para la expansi¨®n imperial. Si hubo una lecci¨®n que Karajan aprendi¨® de los nazis, fue la necesidad de dominar el mundo.
Ning¨²n m¨²sico en la historia ha buscado el poder que alcanz¨® Karajan, el poder de dictar el repertorio y los m¨²sicos en las salas de conciertos y los salones del mundo. Reaccionario por naturaleza, excluy¨® la m¨²sica contempor¨¢nea atonal y diversos estilos de interpretaci¨®n. Christoph von Dohnanyi ha llegado a acusarle de destruir la tradici¨®n alemana de direcci¨®n musical al imponer sus gustos y su estilo propios de forma tan imperativa. Nikolaus Harnoncourt, que toc¨® el violonchelo en la orquesta de Karajan, vio prohibida su entrada en Salzburgo y Berl¨ªn cuando empez¨® a dirigir conjuntos de instrumentos de ¨¦poca. Cada vez que Karajan grababa un ciclo de Beethoven -y lo hizo en cinco ocasiones-, era una oportunidad menos de interpretaci¨®n alternativa.
Su hegemon¨ªa fue autocr¨¢tica y no dio resquicio a las contradicciones. Cuando los m¨²sicos de Berl¨ªn, en 1983, se negaron a aceptar a la clarinetista que hab¨ªa seleccionado, Sabine Meyer, ¨¦l increment¨® sus actividades con la orquesta rival, la Filarm¨®nica de Viena. Trabaj¨® con y contra dos compa?¨ªas discogr¨¢ficas; a su muerte, en julio de 1989, estaba prepar¨¢ndose para abandonar Deutsche Grammophon y pasarse a sus amigos japoneses de Sony. No conoc¨ªa la lealtad, excepto hacia s¨ª mismo. Su amor a la m¨²sica se limitaba a su forma de hacer m¨²sica.
El pasado nazi de Karajan no es secundario, aunque no fue de los que cometieron holocaustos. No hay ninguna sospecha de que cometiera cr¨ªmenes raciales, y su carrera en el Reich sufri¨® a partir de 1942 cuando se cas¨® con una rica heredera de ascendencia parcialmente jud¨ªa. Lo que adquiri¨® de los nazis fue un sistema de valores que aplic¨® a la inocente e ineficaz industria de la m¨²sica a partir de 1945 de forma despiadada e implacable. Demostr¨® que la m¨²sica era, sobre todo, cuesti¨®n de poder. Muchos se sintieron, y permanecen, impresionados. A algunos, como a m¨ª, su actitud nos pareci¨® antimusical. Yo la analic¨¦ en El mito del maestro (1991) y en The life and death of classical music (2007). Todav¨ªa me cuesta escucharle en la radio con ecuanimidad.
"Celebrar" ahora su vida, con ocasi¨®n de su centenario, representa un ¨²ltimo esfuerzo a la desesperada, por parte de una industria discogr¨¢fica moribunda, para sacar provecho de un le¨®n muerto desde hace mucho tiempo. Algunas conmemoraciones del festival est¨¢n subvencionadas con subsidios ocultos de los reverentes y obscenamente ricos herederos del director, que ten¨ªa un patrimonio de m¨¢s de trescientos millones de euros en el momento de morir.
El hecho de que Karajan fuera un hombre malo o bueno no viene al caso. Fue un director inteligente, con talento para hacer que una orquesta se adaptara a su sonido personal, una capacidad que explot¨® con fines inmorales. Impuso su ego en el mundo de la m¨²sica cl¨¢sica de tal forma que aplast¨® la independencia y la creatividad. Su legado es regresivo, y su centenario es el momento perfecto para dejar caer el tel¨®n de una vez sobre una vida poco meritoria que no produjo ninguna idea original ni defendi¨® ning¨²n valor humano que mereciera la pena. Karajan est¨¢ muerto. La m¨²sica est¨¢ mucho mejor sin ¨¦l.
? Norman Lebrecht. Marzo, 2008 http://www.normanlebrecht.com/ Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. El cr¨ªtico brit¨¢nico Norman Lebrecht (London Evening Standard y BBC, Radio 3) es autor, entre otros libros, de El mito del maestro (Acento Editorial, 1997) y de The secret life and shameful death of the classical record industry (Hardcover).
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