Memoria fotogr¨¢fica
A los m¨¢s j¨®venes les parecer¨¢ inaudito, pero hubo una ¨¦poca en la que lo que distingu¨ªa a la izquierda no era el halago incondicional a las identidades colectivas, mejores cuanto m¨¢s ficticias y cerradas, sino la reflexi¨®n sobre las clases sociales. El mundo se divid¨ªa, recuerdan los mayores, entre explotadores y explotados, entre pobres y ricos, entre los que mandan y los que obedecen, entre los conformes y los sublevados, y la posici¨®n que a cada uno le hubiera correspondido en ese reparto tajante determinaba en gran medida no s¨®lo su biograf¨ªa sino tambi¨¦n su visi¨®n de las cosas. Un t¨¦rmino tan rotundo y tan familiar hasta hace no mucho como clase social ha desaparecido por completo. No he hablado con ¨¦l desde hace mucho tiempo, pero tengo la impresi¨®n de que Publio L¨®pez Mond¨¦jar, nuestro m¨¢s eminente historiador de la fotograf¨ªa, es de esas personas ya canosas que siguen convencidas de que la raya del privilegio sigue siendo la frontera m¨¢s decisiva entre los seres humanos, tan radical en las artes como en casi todos los campos de la vida.
Dice Publio L¨®pez Mond¨¦jar que la divisi¨®n entre arte y artesan¨ªa le pone enfermo. Sabe de lo que habla
Ha sido el guardi¨¢n de una memoria a punto de perderse, el buscador solitario de tesoros que a nadie le importaban
L¨®pez Mond¨¦jar sabe que todav¨ªa hay clases. Hay artistas y hay artesanos. Hay fot¨®grafos documentales que miran las cosas con atenci¨®n y humildad y se apresuran a dar cuenta de lo que sucede ante sus ojos y fot¨®grafos artistas que aspiran a no contaminarse por la vulgaridad de lo real y a que sus obras cuelguen dotadas de may¨²sculas en las m¨¢s selectas galer¨ªas y las ferias de arte; dotadas de may¨²sculas y tambi¨¦n de una etiqueta con un precio y de una explicaci¨®n urdida en la jerga conveniente por un comisario o experto. Publio L¨®pez Mond¨¦jar se atreve a disentir, fen¨®meno curioso en un ¨¢mbito como el de las artes pl¨¢sticas, en el que reina una abrumadora monoton¨ªa, a pesar de que diversidad sea una de sus palabras fetiches. "Los expertos son un peligro", dice en una estupenda entrevista de ?ngeles Garc¨ªa. Una de las razones por las que sospecho que L¨®pez Mond¨¦jar sigue creyendo en la existencia de las clases sociales es porque se expresa con la claridad vehemente de quien ha dedicado todo su esfuerzo y su talento a remediar una injusticia, a militar en una causa necesaria y en parte perdida.
La injusticia que subleva a Publio L¨®pez Mond¨¦jar es la falta de consideraci¨®n hacia el trabajo de los grandes artesanos de la fotograf¨ªa espa?ola, muchos de ellos an¨®nimos, otros olvidados, todos sometidos a dosis variables de desd¨¦n por haberse dedicado no a la celebraci¨®n de la propia egolatr¨ªa sino a la tarea de retratar el mundo, la vida que est¨¢ sucediendo delante de nuestros ojos y en ese mismo momento se deshace en olvido. Cuesti¨®n de clases: los h¨¦roes de L¨®pez Mond¨¦jar son trabajadores que no se dedican a la fotograf¨ªa para dar rienda suelta a las exquisiteces de su alma sino para ganarse honradamente la vida. Algunos tienen nombres insignes, ennoblecidos por el tiempo -Alfonso, Masats, Catal¨¤-Roca, Centelles, Cristina Garc¨ªa Rodero- y otros existen tan s¨®lo en la s¨®lida permanencia de sus obras, tan an¨®nimos como cualquier maestro del arte popular, como los que labraron la piedra de un dintel o concibieron una hermosa casa campesina, o como los que inventaron -y no llegaron a escribir, porque eran analfabetos- una estrofa flamenca; como el tip¨®grafo que compon¨ªa una p¨¢gina impecable o la costurera que bordaba con primor unas s¨¢banas.
Dice L¨®pez Mond¨¦jar que la divisi¨®n entre arte y artesan¨ªa le pone enfermo. Sabe de lo que habla. La causa en la que ¨¦l lleva militando tantos a?os es el rescate de la memoria fotogr¨¢fica espa?ola, que es casi lo mismo que decir la memoria, a secas: nada como una fotograf¨ªa para preservar las cosas tal como verdaderamente fueron, las caras que cambian tan r¨¢pido y se pierden sin rastro y se olvidan con tanta facilidad, la palpitaci¨®n cotidiana de las ciudades, las ropas y las expresiones de la gente, la instantaneidad de los sucesos, lo mismo los memorables y los triviales: los que parecieron memorables y con el paso de los a?os se volvieron triviales o rid¨ªculos; los que escond¨ªan en su apariencia de trivialidad el secreto de un tiempo. L¨®pez Mond¨¦jar tiene una idea novelesca de la fotograf¨ªa, de su capacidad cervantina y galdosiana de contener indiscriminadamente la experiencia de los seres humanos. Cervantes y Gald¨®s, y James Joyce, y Dickens: pero tambi¨¦n Proust, que dispara la atenci¨®n siempre algo febril de sus grandes ojos negros para capturar el instante ¨²nico que seguir¨¢ siendo presente cuando se haya convertido en pasado lejano, el rasgo preciso y distintivo que retrata entero un car¨¢cter o revela un deseo oculto. Cervantes, Gald¨®s, Joyce, Dickens, Proust, quisieron abarcar en sus libros el mundo que ellos conoc¨ªan. L¨®pez Mond¨¦jar se ha remontado mucho m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites de su propia experiencia y de su memoria personal. Contagiado por sus b¨²squedas incesantes, por sus colecciones rescatadas de fotos de muertos de hace m¨¢s de un siglo, Publio L¨®pez Mond¨¦jar tendr¨¢ espejismos de recuerdos que lo devuelvan al Madrid sitiado de la Guerra Civil o a los des¨¦rticos caminos espa?oles por los que transitaban como exploradores los primeros fot¨®grafos, llevando sus pesados equipos a lomos de mulos.
Cuesti¨®n de clases: en las salas de los museos la pintura preserva casi exclusivamente las caras de los poderosos; si aparecen los pobres, los campesinos, los indigentes, es -salvo en Vel¨¢zquez- como personajes de caricatura. Gracias a la fotograf¨ªa irrumpen perdurablemente los trabajadores y la gente com¨²n en la memoria colectiva, igual que s¨®lo desde la invenci¨®n del fon¨®grafo hay constancia directa de la m¨²sica popular. A mediados del siglo XIX la fotograf¨ªa desbarat¨® las mentiras de la literatura y de la pintura y cont¨® por primera vez de verdad el espanto de la guerra, en la que los hijos de los pobres mueren en masa y de cualquier manera. Si no hubiera sido por las c¨¢maras de los fot¨®grafos no quedar¨ªan testimonios visuales de los infiernos del ¨²ltimo siglo: tampoco de las ciudades, de los barrios vibrantes, de las densas vidas populares que fueron borradas por invasiones y bombardeos.
En un pa¨ªs tan adicto a la invenci¨®n de pasados mentirosos como a arrasar b¨¢rbaramente cualquier rastro de lo que s¨ª existi¨® y merecer¨ªa preservarse, Publio L¨®pez Mond¨¦jar ha sido durante muchos a?os el guardi¨¢n de una memoria a punto de perderse, el buscador solitario de tesoros irrepetibles que a nadie le importaban: colecciones desbaratadas, archivos guardados en cajas de cart¨®n, olvidados en desvanes, en la soledad espectral de los estudios de fot¨®grafos muertos, tirados a la basura. Como a veces hay justicia en el mundo, a Publio L¨®pez Mond¨¦jar acaban de hacerlo acad¨¦mico de Bellas Artes. Su discurso de ingreso ha sido un elogio de la condici¨®n artesanal de la fotograf¨ªa, de su don ¨²nico para contar la verdad. Va siendo hora de vindicar la artesan¨ªa, y de hacerlo con algo de instinto de clase. Como bien sabe L¨®pez Mond¨¦jar, hoy en d¨ªa artista o genio es cualquiera. Lo dif¨ªcil, lo que requiere trabajo diario, perseverancia, honradez y talento, es ser un buen artesano.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.