Las Olimpiadas de la verg¨¹enza
Celebrar unos Juegos Ol¨ªmpicos supone invocar la historia", declar¨® Pierre de Coubertin, fundador de las Olimpiadas de la era moderna. Los Juegos Ol¨ªmpicos que deben celebrarse este verano en Pek¨ªn ya suponen invocar el nombre del T¨ªbet, invocar a monjes budistas vestidos de t¨²nicas color azafr¨¢n y a un Dalai Lama amante de la paz y que busca por modos no violentos la libertad para su reprimido pueblo. Sin embargo, las autoridades chinas lo ven de forma totalmente distinta.
Para esas autoridades, el T¨ªbet forma hist¨®ricamente parte de China y el Dalai Lama y sus seguidores son unos reaccionarios oscurantistas que van contra el progreso econ¨®mico y social que en los ¨²ltimos 58 a?os ha proporcionado el r¨¦gimen chino a una cultura atrasada. Seg¨²n las autoridades de Pek¨ªn, todas las protestas de los monjes budistas y de otros tibetanos son fruto de una conspiraci¨®n orquestada por el Dalai Lama desde Dharamsala, sede de su Gobierno en el exilio. Seg¨²n la versi¨®n oficial china, el Dalai Lama, con ayuda de la CIA, ya dirigi¨® una insurrecci¨®n violenta contra las tropas chinas, despu¨¦s de que Pek¨ªn se hiciera con el poder en la regi¨®n en 1950. Pero la campa?a subversiva fracas¨® y el Dalai Lama se vio obligado a huir a la India, donde ha vivido exiliado durante medio siglo.
Si no se respetan los derechos humanos en el T¨ªbet, habr¨¢ que boicotear los Juegos
Haber elegido Pek¨ªn como sede va en contra de la ¨¦tica de los Juegos
O sea, para los pol¨ªticos y altos funcionarios de Pek¨ªn, el Dalai Lama no es tanto un religioso budista de credo no violento como un rebelde secesionista.
No obstante, despu¨¦s de la ofensiva desatada contra los manifestantes tibetanos en Lhasa, la peor de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, Pek¨ªn es ahora observado atentamente -y condenado- por la comunidad internacional. Y ello en un momento en que los Juegos Ol¨ªmpicos est¨¢n a la vuelta de la esquina. China se teme que las protestas de las ¨²ltimas semanas puedan apartar al mundo, o a buena parte de ¨¦l, de las Olimpiadas. El problema tibetano est¨¢ de nuevo en muchas mentes de todo el planeta.
Es cierto que, en teor¨ªa, los Juegos Ol¨ªmpicos tienen que centrarse en el deporte y no en la pol¨ªtica, pero el esp¨ªritu ol¨ªmpico y su promoci¨®n comportan la defensa de una determinada ¨¦tica deportiva y el fomento del respeto a los derechos humanos. Y las pruebas constantes de que en el T¨ªbet el r¨¦gimen chino realiza persecuciones y vulnera los derechos humanos no pueden conciliarse con el esp¨ªritu que proclama el Art¨ªculo 2 de la Carta Ol¨ªmpica, que busca "el respeto por principios ¨¦ticos fundamentales universales".
De hecho, el haber elegido Pek¨ªn como sede de los Juegos Ol¨ªmpicos de 2008 sin tener en cuenta la situaci¨®n de los derechos humanos en China ya va en contra de la ¨¦tica de dichos juegos, que se basa en "el esp¨ªritudel humanismo, la fraternidad y el respeto a los individuos que inspira el ideal ol¨ªmpico". Esa ¨¦tica precisa que "los Gobiernos de los pa¨ªses que alberguen los Juegos Ol¨ªmpicos se comprometen a que sus pa¨ªses respeten escrupulosamente los principios fundamentales de la Carta Ol¨ªmpica" (C¨®digo ?tico del COI, E, Relaciones con los Estados).
Ahora, tras los ¨²ltimos acontecimientos, ha llegado el momento de que los pa¨ªses que se preparan para asistir a los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn aborden el problema tibetano y animen al r¨¦gimen chino a hacer honor a sus compromisos ol¨ªmpicos mejorando la situaci¨®n de los derechos humanos en ese territorio y en toda China. S¨ª, las Olimpiadas son un acontecimiento deportivo, pero conllevan el respeto a ciertas normas internacionales y a los valores ¨¦ticos del olimpismo.
La falta de ilusi¨®n que suscitan los Juegos Ol¨ªmpicos pone de manifiesto el desencanto respecto a los valores ¨¦ticos que se percibe en la comunidad internacional. Para revitalizar la credibilidad de las Olimpiadas es preciso reformularlas, convirti¨¦ndolas en una plataforma desde la que desarrollar un marco de valores ¨¦ticos globales que suponga un contrapeso de las descarnadas prioridades econ¨®micas y pol¨ªticas.
Si queremos que la Carta Ol¨ªmpica tenga sentido en el siglo XXI y que los Juegos Ol¨ªmpicos sean algo m¨¢s que un acontecimiento deportivo de ¨ªndole especulativa, hay muchas razones para que ¨¦stos incluyan un imperativo ¨¦tico que aliente y fomente los derechos humanos, utiliz¨¢ndolos para educar. En manifiesto contraste con el historial del r¨¦gimen chino en materia de derechos humanos de car¨¢cter universal, como los relativos a la pena de muerte, la tortura, la libertad de expresi¨®n y la represi¨®n en el T¨ªbet, la Carta Ol¨ªmpica y el C¨®digo ?tico mencionan expl¨ªcitamente el concepto de derechos humanos y aluden a la "conservaci¨®n de la dignidad humana", al "desarrollo armonioso del ser humano", al "respeto por principios ¨¦ticos fundamentales universales" y a la "dignidad del individuo".
No debemos olvidar que el objetivo del olimpismo es situar en todo momento el deporte al servicio del desarrollo moral del hombre, con vistas a establecer una sociedad no violenta preocupada por la conservaci¨®n de la dignidad humana. En consecuencia, ha llegado el momento de exigir a China que, si va a albergar un acontecimiento internacional tan importante como los Juegos Ol¨ªmpicos de verano de 2008, rinda cuentas a sus socios extranjeros. Los l¨ªderes chinos deben comprender que, si se niegan a respetar los derechos humanos en el T¨ªbet, se enfrentar¨¢n a una campa?a extremadamente vigorosa, implacable y omnipresente, seguida de un boicot a las Olimpiadas.
El boicot de los Juegos Ol¨ªmpicos tiene una larga historia. En 1976, veintis¨¦is pa¨ªses africanos boicotearon los de Montreal por la participaci¨®n en los mismos de Nueva Zelanda, que en ese momento segu¨ªa teniendo relaciones estrechas con el r¨¦gimen racista surafricano. En 1980, Estados Unidos lider¨® un amplio boicot contra los Juegos Ol¨ªmpicos celebrados en Mosc¨². A ese boicot se sumaron Jap¨®n, Taiwan, Alemania Occidental, Canad¨¢ y otros sesenta y un pa¨ªses.
El mundo est¨¢ convocado a acudir a Pek¨ªn este verano para la celebraci¨®n de las Olimpiadas. Por el momento, ning¨²n Estado importante ha accedido a boicotearlas. Sin embargo, los ciudadanos de muchos pa¨ªses apoyar¨ªan a sus Gobiernos si ¨¦stos llegaran a adoptar esa medida.
En 1936, Avery Bundage, presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Internacional, manifest¨® sus dudas ante lo que cre¨ªa rumores diseminados por conspiradores jud¨ªos sobre la existencia de campos de concentraci¨®n en la Alemania de Hitler, y decidi¨® que las Olimpiadas deb¨ªan celebrarse all¨ª, a pesar del car¨¢cter totalitario del r¨¦gimen nazi. Al contrario que en 1936, hoy en d¨ªa los ciudadanos del mundo saben a ciencia cierta lo que est¨¢ ocurriendo entre bambalinas en el T¨ªbet. Por eso ha llegado el momento de que todos los personajes p¨²blicos del mundo actual hagan o¨ªr sus voces disidentes en nombre de quienes no pueden permitirse ese lujo en el T¨ªbet a causa de la represi¨®n china. Ha llegado el momento de decir "no" a las Olimpiadas de la verg¨¹enza.
Ramin Jahanbegloo, fil¨®sofo iran¨ª, es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Toronto. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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