Identificar al ladr¨®n (1? parte)
Frecuentemente, los vecinos de El Raval reciben en sus casas la visita inesperada de j¨®venes marroqu¨ªes que entran a robar por los tejados y, que al ser descubiertos, se ponen tan nerviosos que uno no sabe si llamar a los Mossos o invitarlos a tomar un t¨¦ de tila para que se calmen.
El primero que me top¨¦ acechaba en la oscuridad para hurtar el ordenador que hab¨ªa dejado en la terraza, y al sorprenderlo puso cara de susto e intent¨® explicar en precario castellano que andaba perdido; porque claro, los terrados tienen tantos recovecos que hasta los ladrones se extrav¨ªan, as¨ª qu¨¦, para ayudarlo a regresar a casa sano y salvo, llam¨¦ a los Mossos. El joven marroqu¨ª huy¨® al terrado contiguo, donde qued¨® atrapado, y cuando los Mososs llegaron, bien peinados y uniformados, subieron a la azotea por una escalera improvisada que les provoc¨® v¨¦rtigo. Los cuidadores del orden pisaban cada escal¨®n tambale¨¢ndose como si fueran dos ancianitas con tacones. Cuando lo lograron y vieron la haza?a que emprendi¨® el ratero para llegar a mi terraza, soltaron un: "?Hostia! Este tipo es Spiderman".
"Si quieren atraparlo, ah¨ª est¨¢", les dije apuntando tres fincas m¨¢s lejos. "?Lo ven? Ahora se asoma". Mientras los Mossos segu¨ªan est¨¢ticos como las antenas de televisi¨®n que pululan en las azoteas, el ladr¨®n sacaba la cabeza descubriendo sus prominentes rizos, que aparec¨ªan y desaparec¨ªan cada vez que echaba un vistazo.
-?Imposible llegar ah¨ª!
-Si uno de ustedes se queda vigilando y el otro sube al otro edificio por la calle de al lado, seguro que lo atrapan.
-No. Est¨¢ muy dif¨ªcil.
-Entonces tendremos que poner como en M¨¦xico una alambrada electrificada.
-?Esto no es su pa¨ªs se?ora! Si el ladr¨®n se lastima y la denuncia, a usted la meter¨¢n a la c¨¢rcel. As¨ª es en Espa?a. Las leyes protegen al delincuente.
La segunda ocasi¨®n, otro chaval bastante confianzudo entr¨® hasta el sal¨®n de mi casa, y entonces record¨¦ a mi abuela, que al encontrarse en apuros dec¨ªa que llamar¨ªa a su esposo militar, as¨ª que recurr¨ª al mismo truco y le dije en voz baja: "Mi esposo est¨¢ atr¨¢s en la habitaci¨®n, es militar y es muy violento". El joven se asust¨® tanto que sali¨® disparado por donde entr¨®. Cuando vi la proeza que hizo saltando una barda que de haber ca¨ªdo estar¨ªa magullado 20 metros abajo, me arrepent¨ª de no obsequiarle siquiera con mi reloj como recompensa a su esfuerzo.
Varios meses despu¨¦s, se escuch¨® en la finca el raspado de una tarjeta pl¨¢stica con la que otro manilargo intentaba entrar en un piso aprovechando que no estaban sus due?os. Esta vez, los Mossos llegaron casi de inmediato con cierta adrenalina en el rostro al estilo Starsky and Hutch. Al parecer, es la nueva generaci¨®n de agentes que cuidan la calle del Hospital y que portan una moda entre bohemia y hip-hopera para camuflarse entre la muchedumbre del barrio, tanto, que los malhechores ya saben que son polis. La pareja de agentes tom¨® la declaraci¨®n e inform¨®:
-Tendr¨¦is que testificar cuando llegue el juicio para reconocer al ladr¨®n.
-?Y despu¨¦s qu¨¦ pasar¨¢?
-Todo depende de si tiene antecedentes, y aun as¨ª hay muchas probabilidades de que lo pongan en libertad. As¨ª es en Espa?a. Nosotros los aprehendemos y los jueces los liberan.
Suavecita la justicia, la polic¨ªa y, la verdad, tambi¨¦n la delincuencia, pues quienes venimos de pa¨ªses donde a uno le matan para llevarse su cartera o los mafiosos tiran las cabezas decapitadas del enemigo en plena v¨ªa y mutilan el cuerpo del secuestrado si la familia no da pronto el rescate, los rateros del barrio son de baja intensidad. Hasta ahora.
El juicio lleg¨®. Hubo que ir a los juzgados para verle la cara al ladr¨®n y a que nos vieran la nuestra. Nom¨¢s le cuento a usted, lector, la de cosas que ah¨ª se ven y se escuchan, dignas de otra cr¨®nica.
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