Hegemon¨ªa 'negativa'
Desde la desaparici¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1991 el mundo se busca a s¨ª mismo, necesitado de una urgente geopol¨ªtica explicativa. Antes de la dilapidaci¨®n del muro (1989) el planeta viv¨ªa bajo alg¨²n tipo de bipolaridad, dominada por Washington y Mosc¨²; y al derrumbe del comunismo, una cierta l¨®gica impuls¨® a Estados Unidos a tratar de llenar ese espacio estrat¨¦gico evacuado por el Kremlin; lo intent¨® el primer Bush con prudente parsimonia y una gran coalici¨®n internacional para echar a Sadam Hussein de Kuwait, pero sin pasar de ah¨ª.
El 11-S, el segundo Bush, y una patrulla de exploradores del futuro, los llamados neocon, decidieron, sin embargo, que hab¨ªa llegado el momento de poner en pr¨¢ctica una estrategia de destrucci¨®n masiva para hacerse los amos de la unipolaridad. Y las guerras de Afganist¨¢n e Irak, etiquetadas por Estados Unidos como episodios de la lucha contra el terrorismo internacional son hoy medios para el establecimiento de esa unipolaridad; como lo ha sido tambi¨¦n la pasada cumbre de la OTAN en Bucarest, en la que se acordaba el ingreso en la organizaci¨®n de Croacia y Albania y, a plazo indeterminado, Georgia y Ucrania. Esta hinchaz¨®n de la Alianza, junto con la eventual instalaci¨®n de un escudo antimisiles en Polonia, son mojones sobre el terreno en el nuevo cerco de Rusia -como antes lo hubo contra la URSS- por si el coloso del Este osa volver.
EE UU carece de la capacidad de estructurar el planeta de acuerdo con un orden reconocible
La marcha de los dos conflictos, cuya simultaneidad es ya mala en s¨ª misma para los designios occidentales, pone en entredicho las posibilidades de ¨¦xito de ese envite a la unipolaridad. Estados Unidos se muestra incapaz de imponerse a sendas coaliciones de ra¨ªz isl¨¢mica, y como consecuencia de ello, los reg¨ªmenes sucesores de Sadam en Bagdad y el talib¨¢n Omar en Kabul, son s¨®lo d¨¦biles proconsulados sin una metr¨®poli de fiar que los sustente. Aunque a¨²n peor que esa imposibilidad de ganar dos guerras menores, es el fracaso de la paz en Oriente Pr¨®ximo. Tras la defunci¨®n sovi¨¦tica, la Casa Blanca acaparaba la totalidad de geoestrategia que pudieran generar ¨¢rabes y jud¨ªos y, sin embargo, a¨²n siendo la due?a absoluta del terreno, es hoy la viva imagen de la inoperancia, de la incapacidad de pensar un Oriente Pr¨®ximo que no est¨¦ rendido a Jerusal¨¦n. Esa paz inalcanzable, m¨¢s incluso que la guerra interminable, prueba que a la hegemon¨ªa norteamericana le pasa algo.
El mundo ha dejado de ser bipolar, pero no por ello ha podido instalarse en una unipolaridad que encarnara Estados Unidos. La potencia norteamericana est¨¢ fracasando en ese empe?o, pero eso tampoco significa que ni real ni tendencialmente el planeta marche hacia la multipolaridad, como ser¨ªa el gobierno compartido o disputado de un c¨®nclave de potencias; antes bien, el mundo geoestrat¨¦gico parece perdido en una tierra de nadie, entre Pinto y Valdemoro. Y el hecho de que Washington sea mucho m¨¢s por su mismo poder material que un primus inter pares, pero, por el fracaso en su tentativa de ordenar el mundo, bastante menos que un hegemon indiscutible, crea una nueva figura geoestrat¨¦gica de borrosa definici¨®n.
Y as¨ª es como Estados Unidos ejerce hoy una hegemon¨ªa negativa; la de impedir que rompa aguas la multipolaridad, porque su fuerza material y militar es superior a la de todas las dem¨¢s potencias coligadas, pero, en cambio, su incapacidad de estructurar el planeta de acuerdo con un orden reconocible, produce un estancamiento con tendencia a la putrefacci¨®n de los conflictos en curso. ?stos son el combate contra los enemigos islamistas de Occidente, que el car¨¢cter casi exclusivamente militar de su hegemon¨ªa, amenaza con hacer eterno; el enfrentamiento ¨¢rabe-israel¨ª, donde las miasmas generadas por la negativa de Washington a actuar como ¨¢rbitro imparcial lo hacen cada d¨ªa m¨¢s insoluble y purulento; la relaci¨®n con Rusia, a la que, como se ha visto en la pasada cumbre de la OTAN, se puede medio sitiar, pero no integrar en un nuevo orden mundial, porque ¨¦ste tendr¨ªa que ser para ello necesariamente multipolar; y, muy en especial, la relaci¨®n con Europa que, a¨²n siendo formalmente buena, padece de una indefinici¨®n galopante, puesto que Estados Unidos, primero, combate en una serie de conflictos que la UE apoya s¨®lo de forma tibia e insuficiente, y segundo, no se muestra interesado en un enfoque del tipo Alianza de Civilizaciones de esos problemas -caso de Ir¨¢n-, que acaso podr¨ªa suscitar una adhesi¨®n m¨¢s org¨¢nica de Europa.
Es una hegemon¨ªa de destrucci¨®n masiva. La de Marte, como dijo el polit¨®logo norteamericano Robert Kagan; pero Marte cuando ataca a la Tierra.
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