El incierto futuro de la OTAN
Por mucho que se ampl¨ªe, la Alianza no puede ser un eficaz gendarme mundial. En Europa, adem¨¢s, su desarrollo choca inevitablemente con la UE. El camino es m¨¢s ONU y m¨¢s Europa, no m¨¢s OTAN
Aparentemente no hay debate sobre el futuro de la OTAN y su adecuaci¨®n a las necesidades de la seguridad y defensa en este arranque del siglo XXI. Superada su primera crisis existencial, cuando la desaparici¨®n de la URSS y del Pacto de Varsovia casi la dejaron sin raz¨®n de ser, su considerable capacidad de supervivencia podr¨ªa llevar a la equivocada conclusi¨®n de que goza de una magn¨ªfica salud cuando se acerca a los 60 a?os de edad (4 de abril de 2009).
Por una parte, sigue halagada por la insistencia de nuevos candidatos ante su puerta (de los 16 miembros con los que contaba al finalizar la Guerra Fr¨ªa pasar¨¢ a los previsibles 28 de la pr¨®xima primavera, a los que se a?adir¨¢n Macedonia, Ucrania, Georgia y alg¨²n otro pa¨ªs balc¨¢nico en el futuro inmediato). Todos ven en ella una garant¨ªa de seguridad contra Rusia y/o una v¨ªa de entrada a la Uni¨®n Europea (recordando el ejemplo de Espa?a). Por otra, ya desde la aprobaci¨®n en 1999 de su vigente concepto estrat¨¦gico, super¨® su limitaci¨®n geogr¨¢fica (Atl¨¢ntico Norte) y asumi¨® nuevas tareas (contra el terrorismo internacional, por ejemplo), aspirando a convertirse en una suerte de polic¨ªa mundial. As¨ª, se ha dejado ver por escenarios tan diversos como Balcanes, Sud¨¢n o Afganist¨¢n. Por ¨²ltimo, el anuncio franc¨¦s de reincorporarse, tras 43 a?os de ausencia, a su estructura militar dar¨ªa a entender que incluso los m¨¢s orgullosos prefieren arrimarse al sol que m¨¢s calienta.
La OTAN no sirve ya para gestionar las relaciones entre la UE y Estados Unidos
La Alianza se empecina en hacer de la victoria en Afganist¨¢n la clave de su supervivencia
Vista de ese modo, no deber¨ªa caber ninguna duda: la OTAN es lo mejor que tenemos hoy para la defensa de nuestros intereses de seguridad, sencillamente porque ya existe y porque nadie la supera en la pr¨¢ctica. Por encima de ella, la ONU es incapaz de asumir su tarea fundacional para gestionar los temas de paz y seguridad. Sumida nuevamente, sobre todo tras el 11-S, en una marginaci¨®n que le impide protagonizar la respuesta preventiva (y reactiva, cuando fuera preciso) a las amenazas multidimensionales que hoy nos afectan, algunos de sus miembros prefieren mantenerla sine die en ese bajo perfil que les evite cr¨ªticas y que ¨²nicamente act¨²e como aval simb¨®lico y como encargada de faenas secundarias. Por debajo, existe el convencimiento de que ning¨²n pa¨ªs en solitario puede garantizar su propia seguridad, lo que cierra el regreso hacia los esquemas de seguridad nacional. En su mismo nivel no hay ninguna organizaci¨®n regional que ofrezca mejores resultados y perspectivas que la Alianza -y esto vale no s¨®lo para MERCOSUR o la Uni¨®n Africana, sino tambi¨¦n para la propia UE. Parecer¨ªa pues que, siendo realistas, s¨®lo quedar¨ªa la OTAN, incluso aunque sea percibida como un mal menor.
No parece ¨¦sta la mejor manera de encarar los retos que nos depara el actual y previsible escenario de seguridad internacional. La vara de medida sobre la validez de la Alianza no puede estar en su pasado (contra el peligro sovi¨¦tico) ni en las carencias de otros, sino en su utilidad para atender a los s¨ªntomas m¨¢s visibles y a las causas profundas de las amenazas que ahora nos preocupan (no s¨®lo la proliferaci¨®n de armas de destrucci¨®n masiva, sino tambi¨¦n el colapso de Estados fr¨¢giles, la lucha contra la pobreza y la exclusi¨®n, el cambio clim¨¢tico, el crimen organizado, los comercios il¨ªcitos o el terrorismo). Visto as¨ª -y tanto desde la perspectiva de la seguridad humana como desde la convicci¨®n de que urge un enfoque preventivo que entienda que las mejores armas son las econ¨®micas, diplom¨¢ticas y sociopol¨ªticas para adelantarse al estallido de la violencia, para fomentar la consolidaci¨®n de sociedades abiertas y para eliminar las enormes desigualdades existentes-, no parece que la OTAN sea precisamente la apuesta m¨¢s aconsejable.
Aunque contin¨²e ampli¨¢ndose indefinidamente, la OTAN no puede ser el gendarme mundial que necesitamos. Sigue siendo, por mucho que se empe?en sus defensores m¨¢s ac¨¦rrimos, una organizaci¨®n militar de defensa colectiva que s¨®lo representa los intereses de sus miembros. Si ayer lo hac¨ªa en un contexto geogr¨¢fico bien definido, hoy aspira a hacerlo a escala planetaria, pero eso no deber¨ªa confundirnos hasta el punto de creer que puede sustituir a la ONU en su misi¨®n de evitar el flagelo de la guerra a las generaciones futuras y de gestionar las crisis y conflictos actuales. Su empe?o actual est¨¢ centrado en mejorar sus capacidades militares, con a?adidos forzados que pretenden resaltar su perfil pol¨ªtico y hasta humanitario, intentando as¨ª aparecer como el m¨¢s eficaz constructor de paz en ejercicio. Se resiste, en definitiva, a aceptar su papel secundario en un mundo en el que los instrumentos militares deber¨ªan limitarse a ejercer sus imprescindibles cometidos de disuasi¨®n y, cuando fallen todos los dem¨¢s, de ¨²ltimo recurso.
Tampoco parece que la OTAN sirva para enmendar el err¨¢tico rumbo que han ido adquiriendo las relaciones euroatl¨¢nticas. Washington ha mostrado un claro desprecio hacia sus aliados (ah¨ª est¨¢ la falta de respuesta a la oferta de Bruselas para responder conjuntamente al 11-S o el modo en que Washington ha gestionado el despliegue en Rep¨²blica Checa y Polonia de parte de su escudo antimisiles). A¨²n hoy se debate entre convertir a la Alianza en un mero caj¨®n de sastre para utilizarlo puntualmente (como segunda opci¨®n tras las "coaliciones de voluntad", como la empleada en la desventura de Irak) o bien, idealmente, transformarla en el principal brazo ejecutor de su pol¨ªtica exterior y de seguridad. No le ha importado para ello incentivar las disensiones internas entre la "vieja" y la "nueva" Europa, contribuyendo a frenar el proceso de construcci¨®n de una Europa de la defensa, o crispar las relaciones de la UE con Rusia.
Lo m¨¢s relevante en este caso es que la OTAN no sirve ya para gestionar las relaciones entre la UE y Estados Unidos, ni de ninguno de ellos con Mosc¨² o con cualquiera de los actores emergentes (con China en primer t¨¦rmino). A d¨ªa de hoy se ha quedado peque?a para tratar asuntos que van m¨¢s all¨¢ de lo estrictamente militar -desde el ¨¢mbito comercial hasta el puramente pol¨ªtico-. Aunque nadie propugne abiertamente su eliminaci¨®n, se abre paso la idea de que la UE no llegar¨¢ a disponer de una aut¨¦ntica PESC/PESD mientras la OTAN siga imponiendo su lastre en la agenda comunitaria. Est¨¢ claro, como sostiene la Estrategia Europea de Seguridad (2003), que con Estados Unidos de nuestro lado podemos mucho m¨¢s. Es mucho m¨¢s lo que a¨²n nos une que lo que nos separa, pero la cortedad de miras de Washington y las dudas de algunos miembros de la UE bloquean el paso a una relaci¨®n entre iguales. La UE necesita mejorar sus capacidades de defensa (sin aspirar a convertirse en un cl¨®nico de EE UU) para defender mejor sus intereses, pero no parece posible imaginar que eso vaya a lograrse mientras la OTAN sirva a algunos como v¨ªa de respuesta a sus temores m¨¢s inmediatos y a otros para so?ar con un trato bilateral especial por parte del l¨ªder mundial. Nos acercamos a un punto en el que el desarrollo de la UE choca, inevitablemente, con el de la OTAN.
Como nos demuestra Afganist¨¢n, la OTAN tampoco parece el actor m¨¢s adecuado para resolver un problema de seguridad que hunde sus ra¨ªces en factores sociales, pol¨ªticos y econ¨®micos. La salida a este problema no vendr¨¢ de la mano de los 800 soldados adicionales que Par¨ªs ha anunciado, ni siquiera del cambio (impensable a corto plazo) de las reglas de enfrentamiento que los miembros de la ISAF puedan acordar. La OTAN insiste en hacer de la victoria en Afganist¨¢n la clave de su propia supervivencia, cuando resulta que cualquier cosa que se parezca a un ¨¦xito en este pa¨ªs s¨®lo podr¨¢ venir de la activaci¨®n de mecanismos e instrumentos que no est¨¢n en sus manos. Los 40 contribuyentes a ISAF no van a triplicar los efectivos all¨ª desplegados (unos 43.000 actualmente) para poder doblegar por la fuerza la amenaza talib¨¢n. Por tanto, su salida airosa del territorio afgano s¨®lo ser¨¢ posible si otros actores, distintos a la OTAN, se implican real y sostenidamente en modificar las negativas tendencias de hoy.
La v¨ªa hoy no es m¨¢s OTAN, sino m¨¢s ONU y, entretanto, m¨¢s UE. ?Una utop¨ªa?
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH)
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