Los exilios literarios
Esta semana se han reunido en Barcelona una docena de buenos escritores cubanos, en varias mesas redondas que pueden definirse como el primer simposio -al menos el primero que yo recuerde- que considera las relaciones entre Espa?a, Cuba y el exilio cubano desde el prisma literario m¨¢s que pol¨ªtico. Aunque entre los ponentes, residentes en Barcelona y Madrid y exiliados (salvo alguno que s¨ª podr¨ªa visitar a los suyos en la isla sin ser preso), al dictador ni se le mencion¨®, y no por directrices de Casa Am¨¦rica ni de la ACEC, que organizaron el simposio, ni del coordinador Rolando S¨¢nchez Mej¨ªas (que el jueves volvi¨® a celebrar ese espect¨¢culo asombroso que es un recital de sus versos), sino porque lo que debat¨ªan Jos¨¦ Luis Arcos, Antonio Jos¨¦ Ponte, P¨ªo E. Serrano, Jorge Ferrer, Pedro Marqu¨¦s de Armas, Ernesto Hern¨¢ndez Busto, Iv¨¢n de la Nuez, Juan Abreu et alii, era esa tradici¨®n literaria suya, familiarmente ligada a la nuestra y formada desde sus inicios a principios del siglo XIX a la sombra del destierro, de la busca constante de fuga, de la huida, de la otredad, tradici¨®n transformada en destino que con la revoluci¨®n cuaja en di¨¢spora permanente, incesante. Dijo Serrano que "es identidad cubana la tensi¨®n entre el sue?o de escapar hacia otras realidades y la imposibilidad de la fuga". Y en los debates se perfilaban las siluetas de algunos literatos que forman parte del canon literario cubano, y sus trayectorias entre la Pen¨ªnsula y la isla dibujan garabatos tan sugerentes como sus propios escritos.
Mencionar¨¦ tres de ellas. Una, la del joven Juli¨¢n del Casal (La Habana, 1863-1893), que adoraba la poes¨ªa simbolista francesa, fue amigo de Rub¨¦n Dar¨ªo y se pas¨® mucho tiempo preparando minuciosamente su viaje a Par¨ªs. So?aba con conocer a sus pares parisienses y patearse los bulevares m¨¢s prestigiosos hablando de literatura... Ten¨ªa sue?os de alejamiento, claramente formulados en su poema Nostalgias, donde suspira por las regiones fr¨ªas, la nieve y las Chinas y Egiptos, y todo lo que es remoto al tr¨®pico... "Mas no parto. Si partiera...".
No era f¨¢cil el viaje, pero por fin logr¨® emprenderlo. Cruz¨® el oc¨¦ano, lleg¨® a Madrid, permaneci¨® all¨ª un par de meses... y regres¨® a Cuba sin haber puesto los pies en Par¨ªs, enfermo y desalentado. Ya no sali¨® m¨¢s de la isla, donde muri¨® a los 30 a?os. Ahora es uno de los cl¨¢sicos de la literatura nacional.
Dos, la de Trist¨¢n de Jes¨²s Medina (Bayano, 1833-Madrid, 1866), autor maldito que estudi¨® en Madrid y a los 18 a?os regres¨® a Cuba, donde publicaba libros de tem¨¢tica europea. Tras enviudar se orden¨® sacerdote y en 1860 regres¨® a Espa?a; sus sensuales descripciones de la Virgen Mar¨ªa desde el p¨²lpito le costaron el permiso de predicar; apostat¨®; se hizo protestante; se orden¨® como pastor; expulsado de la nueva religi¨®n, emigr¨® a Suiza; all¨ª fund¨® una nueva iglesia... Ferrer, que le ha dedicado un libro y no es hombre que hable a humo de pajas, afirma que su novela Mozart ensayando su R¨¦quiem es formidable.
Y tres, la de Manuel de Zequeira (La Habana, 1764-1846), hijo de un se?or vizca¨ªno, que fue militar del ej¨¦rcito espa?ol -"espa?ol de ultramar", como se defin¨ªa ¨¦l-. Hizo su servicio de armas por distintos pa¨ªses americanos hasta instalarse en Matanzas como coronel y convertirse en poeta cubano, autor de la celebrada Oda a la pi?a, la pi?a, "pompa de mi patria". En un rapto de inspiraci¨®n escribi¨® un raro poema radical, La ronda verificada la noche del 15 de enero de 1808, una declaraci¨®n de fantasma, en el que el poeta se transfigura en muerto, en esqueleto, en fantasma, en extranjero, en anfibio, en animal prehist¨®rico. Luego Zequeira perdi¨® la raz¨®n y, convencido de ser el guardi¨¢n de la Corona borb¨®nica, entr¨® en la categor¨ªa m¨¢s absoluta de todos los exilios...
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