La locura del 'c¨ªrculo de Arezzo'
Los cinco tenistas italianos sancionados por apostar compart¨ªan entrenamientos, consejeros y partidas de p¨®quer por Internet
Alessio di Mauro es un tenista con el nombre manchado. Hace cinco meses, cuando la polic¨ªa y los ex agentes de Scotland Yard tomaron el mundo del tenis, el italiano se convirti¨® en el primer jugador sancionado por apostar en la historia de su deporte. Hoy tiene previsto que el Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) estudie su sanci¨®n, nueve meses sin competir y 60.000 d¨®lares (unos 38.000 euros) para castigar al desconocido n¨²mero 124 del mundo, de 31 a?os. Di Mauro, sin embargo, no est¨¢ solo. Le acompa?a el c¨ªrculo de Arezzo. Potito Starace, Giorgio Galimberti, Daniele Bracciali y Federico Luzzi. Todos italianos. Todos amigos. Todos relacionados con la base de entrenamientos de Arezzo. Todos, sancionados por la ATP, el organismo rector del tenis, que husmea en busca de apostadores y mu?idores de resultados desde que el ruso Nikolay Davydenko se retir¨® de un partido que iba ganando en 2007 cuando las apuestas en su contra subieron alocadamente.
El TAS estudia hoy una sanci¨®n de nueve meses y 38.000 euros de multa
Los tenistas castigados asistieron a una reuni¨®n llena de advertencias en 2006. Fue en Arezzo. Acudieron el patr¨®n de las instalaciones, los t¨¦cnicos y los jugadores. Los t¨¦rminos de la conversaci¨®n fueron claros. "Buscan a los que venden partidos", les dijeron, seg¨²n recuerdan testigos presenciales. "No apost¨¦is m¨¢s", les insistieron, aunque no jugaran m¨¢s que una decena de euros y no en sus propios partidos. "Hay gente que ofrece dinero por perder. Decirles que se vayan a tomar por el culo. Es un tema peligroso. Ten¨¦is que ser listos si vais a jugar en Rusia, o el Este de Europa". Nadie, sin embargo, les habl¨® del peligro de las apuestas por Internet. Hoy, sus amistades se lamentan: "?Nadie pens¨® que pudiera ser un problema!" Del lamento a la publicidad de la infracci¨®n reglamentaria, un paso.
"?He apostado cinco euros por ti!". El grito, pronunciado por un tenista italiano, resuena hoy con la contundencia de un anatema. Corren tiempos dif¨ªciles para los apostadores en partidos de tenis. Roland Garros ha demandado a las tres grandes casas de apuestas para intentar impedir que puedan hacer negocio con los partidos del torneo. La ATP ha prohibido el uso de port¨¢tiles las pistas. Los partidos se graban en v¨ªdeo para detectar si los tenistas hacen algo extra?o. Hay jugadores a los que se ha pedido el balance de sus cuentas bancarias y el registro de sus llamadas de tel¨¦fono. Y existe, adem¨¢s, un convenio con las principales casas de apuestas para que avisen en cuanto el patr¨®n de las inversiones en un partido sea anormal.
La exclamaci¨®n de los cinco euros, sin embargo, fue frecuente durante un tiempo. Se pod¨ªa escuchar en la mism¨ªsima sala de jugadores de cualquier torneo con los italianos presentes. Los tenistas usaban, seg¨²n fuentes conocedoras de la investigaci¨®n, su tarjeta de cr¨¦dito y su nombre para contratar cuentas en Internet "a la luz del d¨ªa". La distancia que impone la competici¨®n no supuso tampoco un problema. Las largas noches solitarias pasadas en las cuatro esquinas del mundo serv¨ªan a los amigos para citarse en Internet. Jugaban al p¨®quer online, seg¨²n su c¨ªrculo ¨ªntimo.
"Todo el mundo sab¨ªa que Di Mauro jugaba porque le gustaba mucho", reconoce Corrado Tchaburnich, su agente. "No era una enfermedad, pero pod¨ªa serlo. Pon¨ªa 10 euros todos los d¨ªas. La ATP quiso matar al chico. Necesitaban demostrar su dureza. No sab¨ªan su edad, lo que gan¨®, su ranking. Nunca apost¨® sobre sus partidos, en sus torneos o en encuentros de sus amigos. ?C¨®mo pueden sancionarle nueve meses? No tiene ning¨²n otro trabajo. Es romperle la carrera. Para ¨¦l significa empezar de cero", contin¨²a.
"En realidad, es una tonter¨ªa. Ser¨ªa mejor que leyeran un libro, que fueran a la Universidad, pero ganando un mill¨®n de euros al final del a?o tengo que decirles 'vale' a que apueste 300. Son chivos expiatorios. Si hubieran jugado de verdad hubieran apostado 1.000, 2000 euros... y hubieran pedido a su manager, a una chica, a alguien a 5.000 kil¨®metros que lo hiciera por ellos. Los jugadores se han vuelto locos: saben de otros cien que apuestan y contra los que no se ha hecho nada".
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