Espa?a federal
En Espa?a el absolutismo y la dictadura han ido asociados al centralismo, la democracia y la libertad a la distribuci¨®n territorial del poder. La primera Rep¨²blica quer¨ªa ser federal con Pi i Margall, en la segunda se aprobaron los Estatutos de Autonom¨ªa catal¨¢n, vasco y gallego, y el actual per¨ªodo democr¨¢tico los ha generalizado. Quien conozca Espa?a desde el fondo de su historia sabe que, o es plural o no es Espa?a. Un aut¨¦ntico patriota espa?ol no s¨®lo reconocer¨ªa ese hecho sino que amar¨ªa esa diversidad, como lo hace hoy el se?or Herrero de Mi?¨®n y como lo ha hecho en el pasado Manuel Aza?a, el Presidente de la Rep¨²blica, que vio en ello una manifestaci¨®n de un liberalismo ajustado a la realidad hispana.
El electorado es cada vez m¨¢s movedizo, pero tambi¨¦n demanda formulaciones m¨¢s precisas
Sin embargo, la derecha ha hecho hegem¨®nico en los ¨²ltimos a?os un discurso que echa ra¨ªces en el imaginario que dej¨® abonado el franquismo y que moviliza las pulsiones de fondo del nacionalismo retr¨®grado espa?ol. La llamada a la recuperaci¨®n de competencias por parte del Estado, la pretensi¨®n de modificaci¨®n de la Ley electoral para evitar el peso del voto nacionalista, el ejercicio de un cierto lerrouxismo ling¨¹¨ªstico -por no hablar de la batalla de Endesa o del control del BBVA por gentes del aznarato- han sido formas en las que se ha manifestado ese proyecto reaccionario de re-nacionalizaci¨®n de Espa?a.
De hecho, el ciclo pol¨ªtico en el que estamos deriva de la segunda legislatura de Aznar, en la que el Partido Popular intent¨® ejecutar ese giro estrat¨¦gico. Su derrota fue debida no s¨®lo a la impopularidad de la Guerra de Irak sino tambi¨¦n a que las sociedades catalana y vasca reaccionaron a esa tentativa -la gallega qued¨® inerte-. Si Zapatero gan¨® las elecciones fue tambi¨¦n porque el electorado demandaba mesura frente a la tensi¨®n que Aznar hab¨ªa creado: un poco m¨¢s de esa clase de espa?olismo y habr¨ªa independentistas hasta en la sopa. Algunos han pretendido ver en el leon¨¦s a un aventurero inexperto, pero ha obrado con m¨¢s sentido de Estado que sus cr¨ªticos. Zapatero comprende, como en el pasado lo hizo Felipe Gonz¨¢lez, que la mejor manera de marear la perdiz es negociando. Con ¨¦l se han abierto camino nuevos Estatutos en Espa?a, pero no a causa de ¨¦l.
? Y qu¨¦ ha significado esto en Galicia? Ese ciclo ha coincidido con un momento en el que el PP ha perdido poder en la Xunta, los ayuntamientos y las diputaciones. Adem¨¢s, los conservadores han procedido a un recambio en el que N¨²?ez Feijoo, de grado o por fuerza, se ha alineado con G¨¦nova 13, tanto en lo que se refiere al Estatuto como a la ruptura del consenso ling¨¹¨ªstico o al patrocinio de los movimientos tipo Galicia biling¨¹e. Es una nueva generaci¨®n de JASP, a lo que se ve m¨¢s en la ortodoxia de la nueva derecha impulsada desde las grandes torres de comunicaci¨®n madrile?as y el conservadurismo episcopal.
El gobierno ha pasado a manos socialistas y nacionalistas. A ellos les compete el poner a Galicia sobre el tapete y contribuir a que Espa?a avance en el camino del federalismo. No s¨®lo se trata de que PSdeG y BNG se reclamen de esa tradici¨®n democr¨¢tica y de izquierdas, o que ambos digan tener en el Castelao republicano una de sus referencias ineludibles. El resultado de las ¨²ltimas elecciones reclama que colaboren en la gobernabilidad del Estado y contribuyan a definir sus prioridades. Tanto los socialistas gallegos como los nacionalistas han de tener una visi¨®n del Estado que se aparte de las generalidades y sea inteligible frente al discurso de la derecha.
En el conjunto de Espa?a se est¨¢ abriendo camino un nuevo bloque de constitucionalidad en el que unos proponen cerrar el modelo y otros preferir¨ªan mantenerlo abierto sobre bases asim¨¦tricas. Antes de que hubiesen llegado al poder tanto el Partido dops Socialistas de Galicia como el Bloque Nacionalista Galego procedieron a elaborar textos pensados para la elaboraci¨®n de un nuevo Estatuto: est¨¢ en su responsabilidad no s¨®lo proponer la reforma del Senado o el reconocimiento de la identidad nacional gallega sino tambi¨¦n, si se procede a una revisi¨®n del texto constitucional, contribuir a establecer el modelo de Estado y el de financiaci¨®n, las formas de colaboraci¨®n con Portugal o las iniciativas de calado europeo.
Todo ello son temas centrales de nuestro futuro. En todos esos ejes ser¨ªa bueno que hubiese consenso con el Partido Popular, que no en balde representa a una buena parte de los gallegos, pero eso no autoriza a socialistas y nacionalistas a perderse en el mar de las gallegas vaguedades o a condescender con la visi¨®n conservadora, muy leg¨ªtima por lo dem¨¢s. Es cierto que el electorado es cada vez m¨¢s l¨¢bil y movedizo, pero tambi¨¦n lo es que demanda formulaciones m¨¢s netas y precisas. Socialistas y nacionalistas han de elaborar su proyecto para la Galicia y la Espa?a del siglo XXI. Los dem¨¢s debatir si nos parecen bien, mal o regular. Es lo que se hace en las democracias, creo recordar.
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