"D¨¦monos prisa. En 10 a?os no habr¨¢ v¨ªctimas de Hitler"
"En realidad soy una profesora de matem¨¢ticas que hace 20 a?os cambi¨® de vocaci¨®n". Sentada en un caf¨¦ de un gran centro comercial de la avenida Corrientes de Buenos Aires, Graciela Jinich, porte?a de 57 a?os, transmite la energ¨ªa de quienes se han abierto paso a pesar de las dificultades. En unos minutos responde a las constantes llamadas en su m¨®vil o convierte la mesa en un panel improvisado lleno de documentos. Es una de las mayores expertas de Suram¨¦rica en discriminaci¨®n y trabaja para evitar que se repita una de las mayores tragedias de la humanidad. Jinich es la directora del Museo del Holocausto de Buenos Aires, la ¨²nica mujer que dirige una instituci¨®n as¨ª en Suram¨¦rica.
Ayud¨® a Spielberg a reunir cientos de testimonios del Holocausto
"Me hago un l¨ªo con las tarjetas", confiesa mientras extiende la que la identifica como representante regional del proyecto de Steven Spielberg para filmar todos los testimonios posibles de supervivientes del exterminio nazi. El director tuvo la idea mientras rodaba La lista de Schindler y busc¨® colaboradores en todo el mundo. Jinich conoc¨ªa a unos 70 supervivientes y organiz¨® una cadena de mensajes con la que finalmente consigui¨® m¨¢s de 1.000 testimonios de Argentina, Uruguay, Per¨² y Chile. "Y hay v¨ªctimas que todav¨ªa no han podido hablar de lo que vivieron o que no soportan el olor de la carne quemada, por ejemplo, en una parrilla". Era y es una carrera contra el tiempo, porque los a?os se van llevando a las v¨ªctimas. "En 10 a?os no quedar¨¢ nadie que pueda hablar como testimonio directo. ?Qu¨¦ pasar¨¢ entonces?", se pregunta.
Los 52.000 relatos de v¨ªctimas recogidos por todo el mundo en formato digital -con m¨¢s de 100.000 horas de grabaci¨®n- sirven, a trav¨¦s de la Fundaci¨®n Sho¨¢, para elaborar documentales y material educativo que explica en primera persona lo sucedido en guetos y campos de exterminio.
Los caf¨¦s a duras penas tienen su espacio sobre la mesa entre papeles, informes y publicaciones. Mientras con una mano atiende mensajes y llamadas, con la otra saluda a todo el mundo, desde guardias de seguridad a dependientes y camareros. "Esto es como el cuarto de estar de mi casa", revela. Su sonrisa se difumina cuando recuerda la historia de sus parientes que quedaron en Europa despu¨¦s de que sus abuelos llegaran de Polonia a Argentina a finales de los a?os veinte. "La verdad es que yo misma la desconoc¨ªa hasta que comenc¨¦ a estudiar a fondo el Holocausto". Sus bisabuelos eran panaderos en un pueblecito. Un d¨ªa, los soldados alemanes se presentaron en la panader¨ªa, les hicieron subir a la terraza y directamente les arrojaron desde all¨ª. Pensaban que ni siquiera merec¨ªa la pena gastar balas para matar jud¨ªos. Ellos forman parte de sus 60 familiares que fueron asesinados por los nazis.
Tal vez por ello, para esta mujer en un mundo de hombres, casi tan importante como recordar es educar. El Museo de Buenos Aires elabora materiales con destino a las escuelas e imparte charlas no s¨®lo a colegios, sino a instituciones como la Polic¨ªa Federal argentina o a adolescentes criminales. "Hay momentos que de verdad son muy reconfortantes", se?ala. Uno: cuando recibi¨® el pasaporte con el que Adolf Eichmann, organizador del exterminio, entr¨® en Argentina. Otro: cuando un superviviente le regal¨® un caramelo con una frase: "Para que pases un d¨ªa dulce".
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