Econom¨ªa para aficionados
En alg¨²n art¨ªculo aparecido hace tiempo en el Financial Times, le¨ª la expresi¨®n amateur economics, empleada con condescendencia, para referirse al flujo de opiniones y an¨¢lisis sobre los problemas econ¨®micos que salen de los labios o las plumas de los legos. Debe haber un sentimiento de frustraci¨®n entre los sacrificados profesionales de la disciplina al ver que dos siglos y pico de esfuerzo intelectual, y m¨¢s de uno desde que la formalizaci¨®n matem¨¢tica irrumpiera entre los m¨¦todos del an¨¢lisis econ¨®mico, no han bastado para impedir el acceso de los profanos a los arcanos de una ciencia sombr¨ªa.
Pero una ciencia que trata de las riquezas y su distribuci¨®n o, como prefieren los ortodoxos, de la m¨¢s eficiente distribuci¨®n de los recursos escasos, tiene pocas posibilidades de mantenerse al abrigo de los intrusos. Mucho m¨¢s si, como ocurre en estos momentos, aparecen se?ales alarmantes en aspectos tan sensibles y tan visibles para el gran p¨²blico como la vivienda, el precio de los alimentos o las compras de coches.
Ante la crisis, vuelven a la actualidad las buenas y viejas recetas keynesianas
Los expertos est¨¢n algo perplejos a la hora de interpretar esas se?ales y ofrecer pron¨®sticos sobre la profundidad de la crisis que parecen anunciar. Lo cierto es que muchos de esos expertos s¨®lo pueden culparse a s¨ª mismos por el apuro en el que se encuentran. Durante meses han estado ofreciendo an¨¢lisis, por as¨ª decir, constructivos, atentos a los que ellos consideraban los superiores intereses del pa¨ªs o de su gobierno. Es decir, comport¨¢ndose m¨¢s como elevados estadistas que como artesanos respetuosos con las reglas de su oficio. Y la realidad no siempre se muestra comprensiva con los altruistas.
Pero son especialmente los economistas ortodoxos los que acumulan m¨¢s razones para removerse inc¨®modos en sus asientos. La principal es el s¨²bito retorno de las recetas keynesianas. Cuando parec¨ªa haberse cumplido con ¨¦xito la tarea de cerrar con siete llaves el sepulcro de Keynes, he aqu¨ª que, ante la amenaza de una crisis severa, todo el mundo redescubre el encanto de los est¨ªmulos a la demanda: la receta keynesiana por excelencia, aunque no la ¨²nica ni la m¨¢s revolucionaria de su arsenal.
Adem¨¢s, como recordaba hace poco Paul Krugman en las p¨¢ginas del New York Times, los est¨ªmulos a la demanda que resultan m¨¢s eficaces son los que se dirigen a los sectores sociales m¨¢s desfavorecidos; algo que choca con la ortodoxia econ¨®mica prevaleciente en los ¨²ltimos a?os. Son aquellos sectores, explic¨® Keynes, los que con m¨¢s seguridad trasladar¨¢n cualquier d¨®lar o euro suplementario que les llegue a los bolsillos en decisiones de gasto susceptibles de estimular la econom¨ªa.
Otro comentarista prestigioso, ¨¦ste desde el Financial Times, se permit¨ªa hace alg¨²n tiempo apuntar a otra inc¨®moda verdad keynesiana como origen de los problemas actuales. Escribiendo en su blog hace ahora algo m¨¢s de un a?o, Martin Wolf dec¨ªa que, aunque, seg¨²n la opini¨®n dominante, los nubarrones que se cern¨ªan entonces sobre la econom¨ªa -transformados luego en sonora tormenta- s¨®lo pod¨ªan ser pasajeros (porque la econom¨ªa mundial ten¨ªa el viento de popa gracias al efecto combinado de las nuevas tecnolog¨ªas, el crecimiento de China y la India y los beneficios de la globalizaci¨®n), exist¨ªa otra perspectiva menos tranquilizadora.
La econom¨ªa actual, dec¨ªa Wolf, sufre de un enorme excedente de ahorro en relaci¨®n con la inversi¨®n; una situaci¨®n que, como es bien sabido, era uno de los supuestos centrales que Keynes plante¨® en su Teor¨ªa General y cuya posibilidad era negada por la doctrina ortodoxa. La absorci¨®n de ese excedente ha generado, en opini¨®n de Wolf, dos consecuencias estrechamente relacionadas: los denominados "desequilibrios globales", que han convertido a los EE UU en el destino de m¨¢s de tres cuartas partes de ese exceso de ahorro, y un relajamiento de la pol¨ªtica monetaria. Y el resultado ha sido la subida en los precios de los activos (algo que me he permitido calificar algunas veces como la inflaci¨®n de los ricos para distinguirla de la otra, tan vapuleada, que tiene su origen en las alzas salariales) y en particular del mercado de la vivienda, el motor que ha impulsado la demanda hacia los altos niveles de crecimiento de estos a?os.
Wolf citaba como ejemplo de este encadenamiento de causas y efectos a las econom¨ªas de Estados Unidos, Reino Unido y Espa?a, y conclu¨ªa que, debido a ¨¦l, la correcci¨®n de la situaci¨®n (es decir, en nuestro caso, de la burbuja inmobiliaria, del repunte de la inflaci¨®n y de la p¨¦rdida de impulso de la econom¨ªa) podr¨ªa ser m¨¢s dolorosa de lo que la opini¨®n dominante preve¨ªa.
Las sorpresas que depara la realidad deber¨ªan servir de aviso a los economistas profesionales de que no siempre el consenso de los expertos o las opiniones establecidas constituyen una garant¨ªa de acierto. Despu¨¦s de todo muchas de las grandes correcciones experimentadas por el pensamiento econ¨®mico -al igual que en otras ramas de la ciencia- debieron llevarse a cabo a base de romper con la sabidur¨ªa recibida.
Y desde luego son un incentivo para que los ciudadanos, por definici¨®n simples aficionados en la dura disciplina del an¨¢lisis econ¨®mico, sigan atrevi¨¦ndose a pensar con su propia cabeza.
Mario Trinidad, ex diputado socialista, es escritor.
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