Praga y Memphis en Mayo
En mayo del 68 Milos Forman estaba en Par¨ªs, a diferencia de tantos encanecidos rebeldes espa?oles que recuerdan vivamente y con tanta nostalgia las barricadas del Barrio Latino, pero en sus memorias los c¨¦lebres acontecimientos de entonces no ocupan m¨¢s de dos o tres l¨ªneas de pasada. Gracias al ¨¦xito internacional de Los amores de una rubia hab¨ªa podido salir provisionalmente de la Checoslovaquia comunista, descubriendo con gran asombro que sus colegas occidentales hac¨ªan compatible el disfrute de la libertad de expresi¨®n y de todas las ventajas de la sociedad de la abundancia con una simpat¨ªa extrema hacia los reg¨ªmenes de los que ¨¦l y sus amigos aspiraban a toda costa a huir. Forman viaj¨® a Par¨ªs para escribir un gui¨®n junto a Jean Claude Carri¨¨re: "Pero poco despu¨¦s", escribe, "los estudiantes de la orilla izquierda empezaron su revoluci¨®n. Quemaron coches, pintaron consignas pol¨ªticas ingeniosas en las paredes, entablaron batallas contra la polic¨ªa...". No dice nada m¨¢s; ni siquiera cuenta que por esos mismos d¨ªas estuvo en el Festival de Cannes, y que all¨ª pudo observar todav¨ªa m¨¢s de cerca el chocante fervor revolucionario de la elite intelectual m¨¢s mimada del mundo. Para ¨¦l las banderas rojas, las hoces y los martillos, la ret¨®rica marxista, eran s¨ªmbolos de la siniestra opresi¨®n pol¨ªtica que padec¨ªa su pa¨ªs: aquella gente las esgrim¨ªa como s¨ªmbolos de rebeli¨®n. M¨¢s raro a¨²n le parec¨ªa que cineastas, periodistas y escritores, cuya forma de vida es la libertad de expresi¨®n, celebraran reg¨ªmenes en los que ¨¦sta no exist¨ªa, y que viviendo declar¨¢ndose tan enemigos de toda autoridad y de toda ortodoxia esgrimieran retratos nada menos que de Lenin y de Mao. En 1968, en China, la llamada Revoluci¨®n Cultural estaba alcanzando su siniestro apogeo de matanzas, encarcelamientos, pavorosos lavados colectivos de cerebro: justo entonces, en Par¨ªs, en medio de la presunta explosi¨®n de todas las heterodoxias, Mao aparec¨ªa como el m¨¢s cool de todos los libertadores. La imaginaci¨®n al poder.
Tanta conmemoraci¨®n de Mayo del 68 me produce un aburrimiento invencible. Ya me lo s¨¦ todo Otros hechos coet¨¢neos me importan mucho m¨¢s, y reciben mucha menos literatura
A Forman todo aquello le parec¨ªa demasiado absurdo como para producirle siquiera enojo. Hace un par de a?os, en una conversaci¨®n en Nueva York con Elvira Lindo que public¨® este peri¨®dico, lo recordaba con cierto sarcasmo, con indulgencia hacia la ingenuidad o la simple ignorancia de tantos de sus colegas de entonces. No cuesta nada imaginar al Forman de 1968, ebrio de la libertad con que se hab¨ªa encontrado al salir de su pa¨ªs, incr¨¦dulo y agradecido por los elogios que le dedicaban maestros a los que hab¨ªa admirado desde muy joven en su Praga lejana, asistiendo en Cannes a los delirios marxistas-leninistas de Godard, observando aquellas sesiones de palabrer¨ªa melodram¨¢tica y banderazos doctrinarios con la distancia esc¨¦ptica de quien ha sufrido de verdad y en propia carne los espantos de la historia. Aquellos hijos de la comodidad burguesa y de las libertades europeas jugaban alegremente a la revoluci¨®n, y ten¨ªan ideas tan desmedidas acerca de s¨ª mismos que imaginaban que boicoteando el Festival de Cannes estaban transformando el mundo. Para Forman, que llegaba a Cannes todav¨ªa con el deslumbramiento de un provinciano, y que depend¨ªa tanto del ¨¦xito de sus pel¨ªculas para eludir la opresi¨®n y la censura de su pa¨ªs, que no hubiera festival ese a?o fue sobre todo una decepci¨®n, y un contratiempo.
Alguien m¨¢s observaba entonces las cosas con una distancia que lo volv¨ªa un solitario. En Cannes, ese a?o, Fran?ois Truffaut consum¨® la ruptura con Godard, y tuvo la audacia de decirle en una carta algo que inmediatamente lo convirti¨® en un proscrito: que en las batallas campales entre polic¨ªas y estudiantes se sent¨ªa m¨¢s cerca de los primeros, hijos de campesinos, que de los sublevados, hijos de burgueses. Palabras semejantes escribi¨® por entonces Pier Paolo Pasolini. Godard acus¨® a Truffaut de haberse convertido en esclavo del capitalismo, si bien no tuvo reparo en incluir, en la misma carta, una petici¨®n de dinero, seg¨²n ¨¦l para invertirlo en una pel¨ªcula revolucionaria. Truffaut ven¨ªa observando que en su antiguo amigo las proclamas de solidaridad se correspond¨ªan con una total indiferencia hacia los sufrimientos y las necesidades de las personas reales. "Entre tu inter¨¦s por las masas y tu propio narcisismo", le escribi¨®, "no hay sitio para nada m¨¢s ni nadie m¨¢s".
La historia de la amistad y de la ruptura, que tiene algo de larga novela cl¨¢sica, la cuenta Richard Brody en un art¨ªculo reciente de The New Yorker. Si Milos Forman lo ha le¨ªdo tal vez le habr¨¢n vuelto recuerdos borrosos, y se le habr¨¢ hecho algo m¨¢s claro su estupor de entonces. Escuchando en la cinta su recia voz centroeuropea yo me acord¨¦ de Tzvetan Todorov, que habla siempre en un tono afable, con un acento mucho m¨¢s cuidadoso que Milos Forman, y que tambi¨¦n lleg¨® a Francia en los a?os sesenta desde otro pa¨ªs comunista, Bulgaria, m¨¢s atrasado que Checoslovaquia, mucho m¨¢s aislado de la cultura europea. Todorov es una de esas raras personas que le devuelven a la palabra "intelectual" un sentido honorable. Hablar con ¨¦l es una experiencia tan iluminadora como leer sus libros. ?l dice siempre que en aquel mayo hubo una mezcla de dos actitudes incompatibles entre s¨ª, un af¨¢n de libertad vital y saludable irreverencia y un obtuso dogmatismo pol¨ªtico.
Como Milos Forman, Todorov sabe de lo que habla. A diferencia de Godard y de una parte muy considerable de la clase intelectual europea, tambi¨¦n sabe que a quien habla o escribe en p¨²blico se le debe exigir una cierta consistencia entre las ideas y los actos. Que se sepa, ni Jean-Luc Godard ni Jean-Paul Sartre llevaron su mao¨ªsmo al extremo de irse a vivir a una de aquellas comunas agr¨ªcolas chinas tan frecuentadas entonces por profesores o intelectuales acusados del delito de llevar gafas o de leer alg¨²n libro que no fuera el Libro Rojo de Mao, ese modelo de libertad de pensamiento.
A m¨ª, sinceramente, tanta conmemoraci¨®n de Mayo del 68 me produce un aburrimiento invencible. Ya me lo s¨¦ todo: lo de la imaginaci¨®n al poder, lo de ser realistas y pedir lo imposible, lo de los adoquines y la arena de la playa, etc¨¦tera. Otros hechos coet¨¢neos me importan mucho m¨¢s, y reciben mucha menos literatura. En la primavera de 1968 la gente se sublevaba en Praga pidiendo libertades democr¨¢ticas, no fantas¨ªas totalitarias, y justo ese verano, cuando los estudiantes revolucionarios de Par¨ªs disfrutaban de las vacaciones, carros de combate sovi¨¦ticos invad¨ªan Checoslovaquia y dejaban a Milos Forman sin un pa¨ªs al que volver. No en mayo, sino en abril de 1968, Martin Luther King viajaba a Memphis para apoyar una huelga de los trabajadores municipales de la limpieza y era asesinado por un pistolero a sueldo. En las ¨²ltimas fotos de su vida se le ve serio y extenuado, ensombrecido por la certeza de que lo iban a matar. Junto a ¨¦l desfilan trabajadores solemnes sosteniendo pancartas en las que hay un ¨²nico letrero que es un grito seco de rabia y deseo de justicia: "I am a man". "Soy un hombre". Como sospech¨® siempre Milos Forman, en todo esto del 68 hab¨ªa un gran malentendido. Era en Memphis y en Praga donde estaba la revoluci¨®n, no en Par¨ªs.
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