Los hambrientos salen de nuevo a las calles
Volvemos a ver en muchas ciudades del mundo disturbios por la carest¨ªa de los alimentos. Esto revela hasta qu¨¦ punto est¨¢ podrido el coraz¨®n de la pol¨ªtica y la econom¨ªa de tantos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo
Recientemente, los precios de los alimentos han experimentado en todo el mundo unas subidas extraordinarias. Tanto es as¨ª, que Naciones Unidas ha anunciado que necesitan 500 millones de d¨®lares antes de que transcurra un mes a fin de evitar que se produzca una hambruna generalizada. El pasado marzo, el precio del arroz subi¨® en los mercados asi¨¢ticos un 30% en un solo d¨ªa. ?sta y otras subidas de precios son el resultado de una tormenta perfecta en la que se han combinado los efectos de las malas cosechas, la escasez de alimentos almacenados, la sustituci¨®n de cultivos de alimentos por otros que producen biocombustibles, el aumento de la demanda de carne, el precio r¨¦cord del petr¨®leo, y la especulaci¨®n financiera.
Los disturbios por la comida son un s¨ªntoma agudo de la ausencia de una verdadera democracia
En Hait¨ª prospera hoy la industria de las "galletas de barro", hechas con margarina, sal y arcilla
El aumento del coste de los alimentos ha llegado a ser tan grave que incluso se ha inventado un nombre para bautizarlo: agroflaci¨®n (agflation). Una fea palabra, sin duda, cuyos efectos son todav¨ªa m¨¢s feos. Y que ha producido el regreso de una de las formas de activismo colectivo m¨¢s antiguas del mundo: los disturbios callejeros de los hambrientos.
"Antes gan¨¢bamos 14 d¨®lares a la semana y nos llegaba justo para ganarnos la vida. Pero desde que han subido tanto los precios, no nos alcanza para vivir. Nos limitamos a existir". La mujer que pronunci¨® esta frase podr¨ªa haber sido ciudadana de cualquiera de los pa¨ªses pobres donde, durante los ¨²ltimos meses, se han producido disturbios callejeros provocados por la agroflaci¨®n. Pero estas frases desesperadas fueron pronunciadas en Nueva York, el a?o 1971, y las dijo una de las Mujeres Jud¨ªas del East Side que protestaban por los precios inalcanzables que los alimentos ten¨ªan en aquel momento en la ciudad. Sus circunstancias encuentran un eco en la actualidad.
Y es que la similitud entre las protestas hist¨®ricas y las de este comienzo del siglo XXI no es meramente cosm¨¦tica. Vale la pena analizar los v¨ªnculos entre los precios de los alimentos y la inestabilidad pol¨ªtica. Muchas de las protestas actuales han ocurrido en pa¨ªses considerados como bastiones de la estabilidad. Ha habido revueltas en ciudades de Mauritania, Senegal y Burkina Faso, por ejemplo. Pero estos disturbios se han distribuido de forma irregular.
En Hait¨ª, uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del hemisferio occidental, el hambre ha propiciado en los ¨²ltimos tiempos la aparici¨®n de nuevas estrategias de supervivencia, fruto de una desesperaci¨®n cada vez m¨¢s acentuada. En las chabolas de Cit¨¦ Soleil prospera hoy la industria de las "galletas de barro". Es decir, galletas hechas con margarina, sal y arcilla. La gente se las come porque no puede comprar nada mejor. Pero incluso all¨ª la gente ha terminado saliendo a la calle y enfrent¨¢ndose a las fuerzas del orden.
Hait¨ª representa un caso extremo, pero su trayectoria parece una versi¨®n acelerada del camino que van a ir siguiendo decenas de pa¨ªses, muchos de los cuales han sufrido a?os de crisis alimenticia, siempre al borde de la hambruna. Dado que los ingresos familiares en esos pa¨ªses se dedican en su mayor parte a la compra de alimentos, es indudable que es all¨ª donde la agroflaci¨®n tendr¨¢ efectos m¨¢s dolorosos.
Ahora bien, los disturbios callejeros no se producen necesariamente en los pa¨ªses m¨¢s pobres. Egipto y la India, por elegir dos de los pa¨ªses en donde ha habido recientemente manifestaciones, ocupan una posici¨®n intermedia.
?C¨®mo explicar entonces la explosi¨®n de los disturbios, si su causa no es el hambre extrema? El historiador brit¨¢nico E. P. Thompson nos brinda alguna luz al respecto. Analizando los disturbios provocados por la carest¨ªa de los alimentos en la Inglaterra del siglo XVIII, localiz¨® los dos factores cruciales que se suman para dar lugar a las revueltas. En primer lugar, el capitalismo trajo consigo una brutal diferencia entre lo que la gente entend¨ªa como sus derechos y las cosas que en realidad consegu¨ªa. En segundo lugar, las protestas surg¨ªan cuando los hambrientos pensaban que ¨¦sa era la ¨²nica forma de hacerse o¨ªr.
La suma de estos dos criterios, a saber, la distancia muy marcada entre aquello a lo que uno cree tener derecho y aquello que en realidad obtiene, por un lado; y, por otro, el que no haya mejor manera de articular una protesta pol¨ªtica que mediante la protesta callejera, permite explicar los disturbios causados por la falta de comida en circunstancias diversas. Esta clase de disturbios fueron frecuentes en Europa hasta la mitad del siglo XIX, pues entonces Europa comenz¨® a importar cereales procedentes de sus colonias para alimentar as¨ª a sus masas de trabajadores. Paralelamente, las protestas callejeras fueron sustituidas por otro tipo de actividades m¨¢s sofisticadas y coordinadas, como las huelgas.
Los disturbios reaparecieron en Estados Unidos justo al t¨¦rmino de la Primera Guerra Mundial. Las mujeres estaban en la primera l¨ªnea de las manifestaciones en Filadelfia, Chicago, Toronto y Nueva York, por ejemplo. Esas mujeres cre¨ªan tener el derecho de alimentar a sus familias. Cosa cada vez m¨¢s imposible, debido a la fuerte inflaci¨®n que se produjo al terminar la guerra. Adem¨¢s, esas mismas mujeres estaban excluidas de la participaci¨®n pol¨ªtica y no ten¨ªan m¨¢s alternativa que la protesta callejera. En cuanto las mujeres consiguieron el derecho a voto y comenz¨® a producirse una mejor redistribuci¨®n de los bienes, los disturbios por la carest¨ªa de los alimentos fueron perdiendo fuerza.
As¨ª pues, la historia nos dice que prestemos atenci¨®n a ambos factores, la distancia entre expectativas y realidades, por un lado, y por otro la inexistencia de un aut¨¦ntico sistema democr¨¢tico. Se producen disturbios callejeros por la comida en aquellos pa¨ªses en donde las subidas r¨¢pidas de los precios hacen prohibitiva la compra de alimentos. Y en donde, adem¨¢s, el desarrollo ha agudizado las desigualdades econ¨®micas entre sus propios ciudadanos, lo cual hace que crezcan las expectativas al tiempo que las probabilidades de satisfacerlas van disminuyendo. Son pa¨ªses en donde el abismo entre expectativas y logros se ha hecho enorme. Al mismo tiempo, los disturbios ocurren en pa¨ªses que s¨®lo tienen sistemas de participaci¨®n meramente formal, de manera que los pobres no encuentran modos eficaces de expresar su descontento.
En otras palabras, los disturbios por la comida son un s¨ªntoma agudo de la ausencia de una verdadera democracia, junto con una grave disminuci¨®n de la posibilidad de obtener aquello a lo que los ciudadanos creen tener derecho. Desde Hait¨ª hasta la India, este doble deterioro tiene una causa com¨²n. Ambos son subproductos de las pol¨ªticas de desarrollo aplicadas con criterios neoliberales. Aunque se ha hecho correr la especie de que ya no tiene validez ni se sigue aplicando, en realidad el llamado "consenso de Washington" sigue vigente, y ha supuesto para los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo un recorte radical de las ayudas de los Estados a los pobres, y, adem¨¢s, una profundizaci¨®n del hiato entre expectativas y realidades.
Adem¨¢s, las pol¨ªticas de austeridad impuestas a esos pa¨ªses requieren la intervenci¨®n de gobiernos capaces de ignorar las presiones democr¨¢ticas de sus ciudadanos. Las instituciones financieras internacionales les conceden cr¨¦ditos solamente si ponen en marcha pol¨ªticas de austeridad, por mucho que se quejen sus ciudadanos. Esas mismas instituciones incentivan a los gobiernos a acallar las protestas populares. De modo que, finalmente, en lugar de un debate democr¨¢tico en esos pa¨ªses apenas si se produce una escenificaci¨®n pol¨ªticamente inocua de la "participaci¨®n" ciudadana, lo cual permite seguir poniendo en pr¨¢ctica pol¨ªticas de desarrollo contrarias a la voluntad de las mayor¨ªas.
Frustradas las expectativas, y sin nada que permita a los ciudadanos expresar sus necesidades, la agroflaci¨®n provoca una conmoci¨®n social que puede conducir a la revuelta popular. El hecho de que volvamos a ver en las ciudades del mundo disturbios ocasionados por la carest¨ªa de los alimentos muestra hasta qu¨¦ punto est¨¢ podrido el coraz¨®n mismo de las econom¨ªas y los sistemas pol¨ªticos de muchos pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Y qu¨¦ descomunal es el fracaso de las instituciones internacionales que han pretendido llevar el desarrollo econ¨®mico y democr¨¢tico tanto a los pa¨ªses donde hay disturbios como a aquellos en donde no se han producido.
Raj Patel es autor de Obesos y fam¨¦licos. El impacto de la globalizaci¨®n en el sistema alimentario mundial (Los Libros del Lince). Traducci¨®n de Enrique Murillo.
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