Autom¨®viles injertados y fingidos
Chrysler y Nissan han llegado esta semana a un superacuerdo que luce como una perla en el actual capitalismo de ficci¨®n. Se trata de una especial asociaci¨®n o get-together que no sigue ya el modelo de matrimonio tradicional, como el de Mercedes y Chrysler de amargo final, sino el patr¨®n moderno del living apart together, un vivir conectados pero no fundidos, aliados pero no comprometidos.
Entre ellos, el planteamiento ha venido a ser ¨¦ste: puesto que Nissan reconoce a Chrysler mayor eficiencia en la fabricaci¨®n de grandes pick ups, la planta de la firma norteamericana ubicada en M¨¦xico se encargar¨¢ a partir de 2011 de realizar todas las camionetas semejantes que se lancen con la marca Nissan. Paralelamente, como Chrysler reconoce la insuperable fiabilidad de Nissan en los coches peque?os, le confiar¨¢ la producci¨®n de todos los modelos de este tipo para comercializarlos, en cambio, con su logo.
Con su acuerdo, Chrysler y Nissan hacen que la capacidad fabril del uno mejore la imagen del otro
La capacidad fabril de una marca sirve ins¨®litamente para mejorar la imagen de su competidor. Una y otra firmas entregan su realidad material como fabricantes para lograr, gracias al juego de dos nombres, la ficci¨®n de haber perfeccionado cada uno su calidad fabril. O bien, cada cual abdica de su ser real para fiar su distinci¨®n ante el cliente s¨®lo en la fina m¨¢scara del logo.
?La m¨¢scara del logo? ?Qui¨¦n seguir¨¢ creyendo que el logo consiste en una piel? Y si fuera ciertamente piel, ?qui¨¦n podr¨¢ negar que representa, como en los seres humanos, el ¨®rgano mayor del cuerpo?
Como escenifican estos dos gigantes de la automoci¨®n, el logo ser¨ªa funcionalmente el cerebro de su todo. Quien realmente fabrique el autom¨®vil quedar¨¢ en el anonimato sobrepasado por el imperio mercurial del nombre. Habituados ya al outsourcing, instruidos en la universalidad de la falsificaci¨®n, el producto llega a distinguirse no por su ensamblaje, su procedencia geogr¨¢fica o su dise?o especial, sino, ante todo, por el car¨¢cter de su marca.
La buena marca requiri¨® un noble pasado para fundar su fama y exige condiciones para conservarla, pero la fama al crecer se comporta como una llama que prende en series de vestidos, artefactos, complementos o autom¨®viles compuestos no se sabe d¨®nde ni por qui¨¦n.
Lo decisivo de un art¨ªculo es, en suma, la dorada voz que le procura su adorable logo. Al rev¨¦s, por tanto, de lo que supon¨ªa Benjam¨ªn sobre la p¨¦rdida del aura en la reproducci¨®n seriada, la reproducci¨®n extiende hoy a cada unidad -sin importar de qu¨¦ se trate- el ung¨¹ento de su prestigio.
Todas las buenas marcas poseen una buena historia que contar, como ha expuesto el magn¨ªfico publicista espa?ol Antonio N¨²?ez. Este cuento es, literalmente, "el cuento de la marca". El relato de ficci¨®n que se inscribe en el capitalismo de ficci¨®n como una pieza del Tetris.
Cada marca tiene algo que decirnos, y en ese dicho del logo se desarrolla y sintetiza su valor propio. Unas se diferencian de otras a trav¨¦s de esta dicci¨®n de su emblema mitol¨®gica: la "seguridad" en Volvo, el "malditismo" en Nike, la fiabilidad en los coches peque?os de Nissan, la robustez en las supercamionetas Chrysler.
Estos partenaires podr¨ªan perjudicarse rec¨ªprocamente en la confesi¨®n de sus debilidades, pero, de inmediato, uno y otro reciben la inoculaci¨®n del bien de la otra marca en su debilitada divisi¨®n, y ese injerto se reabsorbe finalmente. En adelante, los potenciales compradores de Chrysler podr¨¢n a?adir a su anterior adhesi¨®n al logo el plus de la calidad Nissan en la parcela donde los americanos flaqueaban. Y, rec¨ªprocamente, Nissan se fortalecer¨¢ con la musculatura de la pick up americana.
El injerto (supuestamente) japon¨¦s en lo norteamericano se corresponde con el injerto (formalmente) norteamericano en lo japon¨¦s. ?Adulteraci¨®n de los cuerpos? ?P¨¦rdida de la verdad? De todo esto se trata. No hay supervivencia sino en la mixtura y no hay porvenir sino la figuraci¨®n. La producci¨®n ha superado la realidad efectiva para culminar en la realidad efectista en la escena general de la ficci¨®n y los efectos especiales de lo no fingido.
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