China y la "anormalidad" asi¨¢tica
Casi nadie duda ya del traslado del epicentro econ¨®mico hacia el Pac¨ªfico, fen¨®meno determinado por el ascenso de potencias como China e India. Tan vertiginoso proceso en lo econ¨®mico, plagado de enormes fragilidades y contradicciones en el orden interno, ha tenido, por el momento, escaso impacto en la estructura de poder internacional. En el caso de China, es verdad que hay indicios de cierta proyecci¨®n, pero su peso econ¨®mico actual es claramente asim¨¦trico con respecto a su presencia, peso y responsabilidades contra¨ªdas en organismos clave del sistema mundial.
En ello influyen varios factores. En primer lugar, el propio deseo chino de no precipitarse, lo que no equivale a un ejercicio de modestia, sino m¨¢s bien a una estrategia precisa que trata de evitar ser engullida por las dem¨¢s potencias. El bajo perfil y escasa influencia de Rusia en el G-8 es una evidencia clara para Beijing de que la simple presencia no garantiza el disfrute de una cuota de poder real.
El entendimiento de China con Jap¨®n e India es clave para su peso pol¨ªtico en el mundo
En segundo lugar, las dudas y temores que rodean el enigma chino, es decir, cu¨¢l ser¨¢ el pa¨ªs resultante del actual proceso, en qu¨¦ medida se sumar¨¢ a la comuni¨®n de valores occidentales o si, por el contrario y como reiteran sus dirigentes, seguir¨¢ un camino propio que pudiera llegar, aun sin desearlo, a entrar en conflicto con las potencias occidentales. En tercer lugar, las dificultades existentes para la superaci¨®n de lo que podr¨ªamos llamar la "anormalidad" asi¨¢tica.
S¨®lo ateni¨¦ndonos a tres casos (Jap¨®n, Corea o la propia China) nos podemos percatar de las inmensas dificultades que encara la normalizaci¨®n regional. Ni Jap¨®n, ni Corea, ni la propia China, pueden ser considerados pa¨ªses "normales". En el caso de Tokio, el ex premier Shinzo Abe plante¨® un programa pol¨ªtico ambicioso para superar esta pesada herencia, pero s¨®lo pudo llevarlo a cabo muy parcialmente con la creaci¨®n del Ministerio de Defensa y el impulso a la participaci¨®n en misiones internacionales. En el caso coreano, la divisi¨®n de la pen¨ªnsula y la problem¨¢tica que generan las ambiciones nucleares de Pyongyang, establecen una seria hipoteca para la seguridad regional. Y en el caso de China, el problema de Taiwan, que no renuncia del todo a ser un pa¨ªs "normal", complica enormemente la superaci¨®n de uno de los hechos que m¨¢s pesa en el imaginario chino, la unificaci¨®n, sin cuyo logro, nunca China se dar¨¢ por satisfecha aun cuando pueda llegar a ser la primera potencia econ¨®mica del planeta.
China, Jap¨®n, Corea del Sur, India, por supuesto, se han comprometido con una clara estrategia de proyecci¨®n internacional que le facilita una mayor presencia en determinados entornos geogr¨¢ficos como tambi¨¦n un mayor impulso a la significaci¨®n en organismos clave. No obstante, tanto empe?o aparece lastrado por sus taras internas, una herencia producto de la historia m¨¢s o menos reciente, y por las dificultades para entablar un di¨¢logo interasi¨¢tico sincero y franco en aspectos que no s¨®lo tengan en cuenta la dimensi¨®n econ¨®mico-comercial, sino tambi¨¦n lo pol¨ªtico, la seguridad y lo estrat¨¦gico. Esa incapacidad impide la efectiva autonomizaci¨®n de la regi¨®n en el escenario internacional y facilita la permanente intervenci¨®n arbitral y moderadora de Estados Unidos.
Sin que se produzca un salto cualitativo en las relaciones entre las principales potencias asi¨¢ticas, acorde con su peso econ¨®mico y significaci¨®n, resultar¨¢ complicada tanto su normalizaci¨®n individual como la traslaci¨®n de ese poder econ¨®mico a otros ¨¢mbitos de las relaciones internacionales. Lo que facilita, en cierta medida, la proyecci¨®n mundial del poder estadounidense, adem¨¢s de la fuerza de su econom¨ªa y sus ej¨¦rcitos, es contar con un entorno regional inmediato en un relativo orden. Igualmente, en Europa, el entendimiento entre Francia y Alemania es la clave de la estabilidad continental. ?Podr¨ªa darse en Asia oriental una relaci¨®n similar entre China y Jap¨®n? ?O la ecuaci¨®n requiere un entendimiento que incluya tambi¨¦n a India? Las diferencias, a pesar de lo avanzado ¨²ltimamente, parecen enormes a¨²n para que pueda llegarse a ese estadio.
China es consciente de los temores que suscita su creciente poder, no s¨®lo en Occidente, tambi¨¦n en el entorno regional, entre pa¨ªses grandes y peque?os. Por eso, ha tratado de conducirse como una potencia responsable tanto en situaciones de crisis econ¨®mica (como la financiera de 1997), como pol¨ªtica (caso del di¨¢logo hexagonal sobre Corea o multiplicando los foros de di¨¢logo subregional). Pero en el entendimiento con Jap¨®n e India radica la clave para que el ascenso econ¨®mico asi¨¢tico pueda derivar tambi¨¦n en una m¨¢xima incidencia pol¨ªtica global, superando y acomodando las rivalidades naturales por el liderazgo. Los disensos, la considerable influencia en la regi¨®n de otros actores globales y la superaci¨®n de las propias anormalidades heredadas del pasado -y en gran medida derivadas de una relaci¨®n conflictiva con Occidente- constituyen las taras mayores.
Mientras esto siga as¨ª, sin hegemon¨ªa regional clara y con desaf¨ªos de tanta envergadura, la revisi¨®n en lo pol¨ªtico parece lejana y China podr¨ªa necesitar mucho tiempo para consolidar del todo su emergencia y para visibilizarla de modo efectivo en las principales instancias internacionales.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China (Casa Asia-IGADI).
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