La profundidad de una huella
Se podr¨ªa decir que cuando, en 1996, Enrique Morente graba Omega no ten¨ªa necesidad de demostrar nada a nadie que no fuera a s¨ª mismo. Por aquel entonces, el cantaor ten¨ªa ya registrados una docena larga de discos cultivando a los cl¨¢sicos y, a la vez, una manifiesta tendencia a la b¨²squeda creativa que le llev¨® a acercarse a una amplia diversidad de voces de poetas. Y en ¨¦sas, va y hace estallar una bomba con efecto tan premeditado como retardado, o eso es lo que el tiempo ha venido a demostrar. ?Cu¨¢ntos pensaron que Enrique se equivocaba? Muchos, por supuesto. Ni siquiera la propia casa de discos del cantaor se quiso hacer cargo del proyecto. Siempre he sido de la opini¨®n de que quien conozca a Morente puede disentir de ¨¦l, pero es altamente improbable que llegue a dudar de su honestidad. Artista a carta cabal, nadie le puede negar, y s¨ª hay que agradecerle, su querencia a experimentar y a exponerse a un riesgo cierto. Porque, ay, qu¨¦ ser¨ªa del arte sin estos avanzados de la transgresi¨®n.
Que Omega fue un disco decisivo para Morente y para el flamenco es algo que hoy nadie pone en duda. Pero es que, adem¨¢s, no se trata de una obra aislada y s¨ª de un punto real de inflexi¨®n en la trayectoria creativa del cantaor, una l¨ªnea que posteriormente se ha visto prolongada en grabaciones sucesivas, como puedan ser El peque?o reloj (2003) o Morente sue?a la Alhambra (2005). Tanto en Omega como en estas obras, el flamenco nunca deja de estar presente, pero el artista quiere ir m¨¢s all¨¢ y se hace acompa?ar o colabora con m¨²sicos procedentes de otras disciplinas que van del rock m¨¢s heterog¨¦neo (Lagartija Nick, Los Planetas, Se?or Chinarro) al jazz cosmopolita (Pat Metheny).
La aproximaci¨®n del cantaor granadino a una obra lorquiana como Poeta en Nueva York siempre estuvo presidida por la coherencia, por m¨¢s que hayan perdurado de ella la osad¨ªa o la provocaci¨®n, que tampoco faltan. El poemario de Lorca revela la angustia de la vida urbana de la Gran Manzana de aquel tiempo con su carga de soledad, desamor, angustia o incomunicaci¨®n, elementos que, casi setenta a?os despu¨¦s, Morente intenta plasmar en el lenguaje flamenco que le es propio, pero con un sorprendente invitado: el grupo granadino Lagartija Nick. La atm¨®sfera noise es un contundente trasfondo sobre el que se inserta el cante de Enrique, que tambi¨¦n se hace escoltar de una fiable y solvente compa?¨ªa flamenca. En ese juego de opuestos y contradicciones, los temas de Leonard Cohen se integran como un b¨¢lsamo en unas adaptaciones que sorprendieron al autor canadiense.
Liderada por Morente, no se puede olvidar que Omega es tambi¨¦n una gran obra colectiva. Los ecos de aquella explosi¨®n, adem¨¢s de bastante asimilados, parecen estar a¨²n vigentes en la m¨²sica contempor¨¢nea, no solamente flamenca. En el a?o 2004, por ejemplo, la revista Rockdelux situ¨® la grabaci¨®n en el n¨²mero 6 de los 100 mejores discos espa?oles del siglo XX. Una reedici¨®n, que siempre ser¨¢ oportuna, nos puede mostrar la profundidad de la huella que la tan se?alada conmoci¨®n dej¨®.
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