Aguirre y los medios
Las ¨²ltimas intervenciones de Mariano Rajoy ante los militantes de su partido han confirmado que los populares se enfrentan a una lucha descarnada por el liderazgo y, tambi¨¦n, a una decisi¨®n trascendental sobre el futuro de la derecha en Espa?a. Por el momento, no se trata de un debate ideol¨®gico, como se empe?a en repetir la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Se trata, por el contrario, de una opci¨®n inaplazable sobre dos formas de conducir la acci¨®n pol¨ªtica.
Aguirre se remite a los grandes principios, a una pomposa "batalla de las ideas", en la que las ideas son pocas y la batalla, ruidosa, para ocultar c¨®mo est¨¢ traduciendo sus creencias en la comunidad que gobierna. El liberalismo de Aguirre ha consistido hasta ahora en abrir un espacio creciente al sector privado dentro de los servicios p¨²blicos. Pero no tanto como f¨®rmula para mejorar su eficiencia o para garantizar la universalizaci¨®n de algunos derechos, como la sanidad y la educaci¨®n, sino como ardid para desactivar uno de los fines m¨¢s importantes del Estado de bienestar, como es promover la igualdad de oportunidades. La sanidad y educaci¨®n que apoya Aguirre con grandes gestos de propaganda, entre los que se incluyen inauguraciones de pega, s¨®lo sirven de coartada para promocionar la sanidad y la educaci¨®n que ella prefiere, la privada. De ah¨ª que los hospitales y escuelas p¨²blicas gestionadas por la Comunidad de Madrid se est¨¦n convirtiendo, poco a poco, en variantes auton¨®micas de las casas de caridad, a las que s¨®lo acuden los inmigrantes y los ciudadanos con rentas m¨¢s bajas. El liberalismo que invoca la presidenta puede acabar conden¨¢ndolos de por vida a un circuito social de segunda divisi¨®n.
Rajoy pierde el apoyo de sus medios afines, pero esos medios tampoco pueden ya usar a Rajoy
Resulta sorprendente comprobar que la confianza de Aguirre en el sector privado cesa de inmediato cuando, en lugar de la sanidad o la educaci¨®n, se refiere a otra esfera del sector p¨²blico: los medios de comunicaci¨®n. El control de su Gobierno sobre la televisi¨®n auton¨®mica es absoluto, puesto que la deliberada confusi¨®n de la informaci¨®n con la propaganda y el adoctrinamiento no parece repugnar al liberalismo que dice profesar Aguirre. Para un ciudadano que s¨®lo conociera la actualidad a trav¨¦s de Telemadrid, el doctor Montes no ser¨ªa otra cosa que un asesino en serie al que, sin embargo, la Justicia no ha logrado poner entre rejas; la Iglesia espa?ola estar¨ªa sometida a una persecuci¨®n fan¨¢tica y el Gobierno de Zapatero seguir¨ªa preparando entre bambalinas la reanudaci¨®n de las conversaciones con los terroristas, ante los que ya habr¨ªa claudicado. Para la creaci¨®n de este enfebrecido espejismo dirigido a favorecer sus intereses, Aguirre cuenta, adem¨¢s, con la adhesi¨®n voluntaria de algunos sectores de la prensa escrita y radiof¨®nica que piensa que su tarea no consiste en informar, sino en instalar y derrocar Gobiernos.
Es pronto para saber si Mariano Rajoy conseguir¨¢ imponerse, no en esta sobrevenida "batalla de las ideas", sino en la guerra sin cuartel sobre la manera de conducir en el PP la acci¨®n pol¨ªtica. Luego se sabr¨¢ adem¨¢s, si es que logra mantener el liderazgo, cu¨¢les ser¨ªan esos principios sobre los que pretende recomponer la derecha en Espa?a despu¨¦s de la nueva derrota del 9 de marzo. Entretanto, y mientras se siguen desarrollando las escaramuzas internas en el Partido Popular, algunos territorios distintos del pol¨ªtico se est¨¢n viendo afectados por el enfrentamiento entre Rajoy y Aguirre. Cediendo, sin duda, al influjo de la promiscuidad malsana entre algunos medios de comunicaci¨®n y algunos partidos durante estos a?os de crispaci¨®n, se suele destacar que Rajoy est¨¢ perdiendo el apoyo de los sectores medi¨¢ticos que han jaleado la estrategia m¨¢s extremista del PP. Pero, junto a este hecho incuestionable, existe otra perspectiva a la que no se presta mayor atenci¨®n: al mismo tiempo que Rajoy pierde el apoyo de algunos medios, esos medios est¨¢n perdiendo al dirigente que redim¨ªa su sensacionalismo, su condici¨®n de prensa amarilla, por la v¨ªa de introducir sus delirios en la agenda pol¨ªtica y en las instituciones del Estado. Baste recordar que, gracias al PP, el culebr¨®n conspirativo en torno a los atentados del 11 de marzo lleg¨® al Congreso de los Diputados, o que un simple art¨ªculo period¨ªstico, por lo dem¨¢s falaz, se convirti¨® en el principal argumento para intentar la recusaci¨®n de dos magistrados del Tribunal Constitucional.
Puede que Rajoy encuentre un serio obst¨¢culo para revalidar su liderazgo en la desafecci¨®n de los medios que han actuado como mentores del PP durante la ¨²ltima legislatura. Pero tambi¨¦n esos medios, privados de un partido que d¨¦ traducci¨®n institucional a sus delirios, tendr¨¢n que enfrentarse a lo que son: prensa sensacionalista, que no distingue entre informaci¨®n y fantas¨ªa. El resultado del congreso del PP ser¨¢ el que sea, pero una de las claves de la crispaci¨®n y de la pol¨ªtica de trincheras ha quedado, finalmente, al descubierto.
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