Los castores y su h¨¢bitat
Los castores, seg¨²n los sociobi¨®logos, son ingenieros f¨ªsicos de ecosistemas, porque modifican o mantienen sus h¨¢bitats alterando el espacio f¨ªsico en el que intervienen, lo que afecta a su vez a la disponibilidad de recursos de las dem¨¢s especies. Lo m¨¢s asombroso del comportamiento de los castores es su incre¨ªble capacidad para cooperar. Cooperan para construir sus legendarias presas en los r¨ªos; pero tambi¨¦n realizan conjuntamente muchas otras actividades: el marcado del territorio (secretando cast¨®reo, una sustancia oleosa y amarga utilizada en la medicina tradicional, en la perfumer¨ªa y hasta en la fabricaci¨®n de chicles, lo que junto al valor de su piel los coloc¨® al borde de la extinci¨®n, al menos en Europa); en la acumulaci¨®n de alimentos, o en el establecimiento de un servicio de alertas (palmeteando con la cola en el agua) ante la presencia de depredadores. Y lo hacen, adem¨¢s, sin el menor atisbo de discriminaci¨®n por raz¨®n de sexo: tanto los castores como las castoras trabajan en las presas, secretan cast¨®reo, acumulan recursos y avisan del peligro. Dadas sus caracter¨ªsticas, no resulta extra?o que muchas instituciones hayan hecho del entra?able roedor su emblema, incluidas las acad¨¦micas de mayor prestigio: el Instituto Tecnol¨®gico de Massachussets lo tiene por mascota, dadas sus habilidades constructivas; y la London School of Economics lo luce en su emblema, como ejemplo de especie de ¨¦xito basado en la cooperaci¨®n social.
Puede que estemos, como sucede entre castores, ante una disputa por las marcas del territorio
De la misma forma que los castores, en cuanto que especie animal que practica de forma m¨¢s intensa la ingenier¨ªa f¨ªsica de ecosistemas, los humanos tienden tambi¨¦n a alcanzar acuerdos cooperativos que conforman un h¨¢bitat acogedor y estable. Por ejemplo, en las c¨¢maras legislativas de las democracias representativas. Porque si el proceso pol¨ªtico democr¨¢tico (y particularmente el legislativo) no es, en s¨ªntesis, m¨¢s que una constante y continua aprobaci¨®n de decisiones p¨²blicas utilizando reglas de votaci¨®n (generalmente la de la mayor¨ªa), su estabilidad se basa en el intercambio de votos que garantiza la aprobaci¨®n de las decisiones p¨²blicas. El proceso de intercambio de votos se denomina, en ciencias sociales, como logrolling; expresi¨®n que en traducci¨®n literal significa "rodar troncos", y que alude a los acuerdos cooperativos entre le?adores, o entre vecinos, por los que uno ayuda al otro a empujar el tronco del ¨¢rbol que ha cortado a cambio de que el otro tambi¨¦n ayude al uno con el suyo.
En el Congreso norteamericano el logrolling suele ser expl¨ªcito, y visible: el honorable senador de Florida apoya el gasto para la construcci¨®n de una presa (de nuevo, como los castores) en el r¨ªo Snake, que pasa por Idaho, garantiz¨¢ndose as¨ª el apoyo del tambi¨¦n muy honorable senador de Idaho para la construcci¨®n de otra presa en el r¨ªo Appalachicola a su paso por Florida, en el extremo contrario de la Uni¨®n. En las democracias parlamentarias, como la nuestra, en las que impera la disciplina de los grupos parlamentarios, el logrolling es, precisamente por la disciplina del voto, de tipo impl¨ªcito: no se ve tanto, pero se produce igualmente. Cuando los gobiernos se soportan en un ¨²nico grupo parlamentario el intercambio de apoyos o votos tiene lugar dentro de cada grupo (recu¨¦rdense, al respecto, los pactos territoriales que subyac¨ªan a muchas de las acciones pol¨ªticas del anterior gobierno auton¨®mico). Cuando el gobierno es de coalici¨®n, adem¨¢s del logrolling interno, que persiste, el intercambio se extiende hacia afuera de cada grupo a trav¨¦s de discretas negociaciones entre las ¨¦lites coaligadas o en el Consejo de Gobierno.
La estabilidad parlamentaria de cualquier gobierno, pero especialmente en los de coalici¨®n, depende crucialmente de la capacidad de mantener el pacto por el que cada uno apoya al otro, o a los otros, a rolar su madero. No deja de ser curioso que dicha estabilidad se resienta ahora, una vez m¨¢s, en el contexto del debate sobre unas normas del h¨¢bitat (aunque m¨¢s que en el h¨¢bitat se centren en la habitabilidad de nuestras madrigueras).
Puede que estemos, como a menudo sucede entre castores, ante una disputa por las marcas del territorio. O puede que estemos ante una modificaci¨®n del entorno de ¨¦sas que al alterar el entorno pol¨ªtico acaban a su vez tambi¨¦n por afectar a la disponibilidad de recursos de las dem¨¢s especies de nuestro ecosistema pol¨ªtico. En este caso, favoreciendo su crecimiento.
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