?Cu¨¢ndo termina un exilio?
Mar¨ªa Zambrano escribi¨® que el exilio se presenta ante quienes lo padecen como una condici¨®n interminable o eterna: "La inmensidad, el ilimitado desierto, la inexistencia del horizonte y el cielo fluido. La existencia del ser humano a quien esto acontece ha entrado ya en el exilio, como en un oc¨¦ano sin isla alguna a la vista, sin norte real, punto de llegada, meta". Sin embargo, Mar¨ªa Zambrano regres¨® a su patria en 1984, despu¨¦s de 45 a?os de peregrinaci¨®n, y muri¨® como persona en democracia.
La actual sucesi¨®n cubana da la raz¨®n a quienes, en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, han sostenido que la revoluci¨®n, entendida como cambio social promovido por un Estado, termin¨® hace mucho tiempo, y que lo que subsiste en la isla es un Gobierno autoritario que administra conflictos dom¨¦sticos. Pero que la revoluci¨®n haya terminado no significa que su contraparte hist¨®rica, el exilio, tambi¨¦n concluya.
El exilio cubano seguir¨¢ mientras la isla carezca de libertad de expresi¨®n y asociaci¨®n
Ra¨²l Castro sigue sin reconocer la legitimidad de la oposici¨®n y el exilio
En el lenguaje del poder cubano la palabra revoluci¨®n funciona como sin¨®nimo de socialismo y patria, a pesar de que los tres t¨¦rminos posean significados distintos. La confusi¨®n se debe a que en el habla oficial todos los conceptos y s¨ªmbolos nacionales desembocan en el mismo campo sem¨¢ntico: el de un r¨¦gimen de partido ¨²nico y econom¨ªa estatal, encabezado desde hace medio siglo, por los hermanos Fidel y Ra¨²l Castro.
Llamar revoluci¨®n a un orden institucional, copiado del sovi¨¦tico, como el que funcion¨® entre 1971 y 1992, no pasa de un ardid simb¨®lico de las ¨¦lites del poder insular. M¨¢s absurdo a¨²n resulta entender como revoluci¨®n lo que viene sucediendo en Cuba en los ¨²ltimos 16 a?os, cuando se ha producido un cambio social que el Gobierno no quiso ni propici¨® y que apenas en los ¨²ltimos meses comienza a ser legalmente reconocido.
El exilio, como es sabido, no surgi¨® como reacci¨®n contra aquella revoluci¨®n que triunf¨® en enero de 1959, sino contra la radicalizaci¨®n comunista del Gobierno revolucionario entre 1960 y 1961. Lo decisivo para la formaci¨®n de cualquier comunidad exiliada, en la Espa?a de Franco, la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler, el Chile de Pinochet o la Cuba de Fidel, es la ausencia de libertades p¨²blicas, la imposibilidad de ser opositor sin arriesgar la vida o perder la libertad.
De ah¨ª que aunque la revoluci¨®n haya terminado y aunque la definici¨®n ideol¨®gica del r¨¦gimen tome una t¨ªmida distancia del "marxismo-leninismo", la experiencia del exilio seguir¨¢ reproduci¨¦ndose mientras la ciudadan¨ªa carezca de derechos de asociaci¨®n y expresi¨®n.
El Gobierno de Ra¨²l Castro puede declararse ma?ana a favor de una "econom¨ªa social de mercado", abrir la peque?a y mediana empresa privada, dejando intacto el partido ¨²nico y penalizando el ejercicio de algunos derechos. A¨²n en ese escenario poco probable, de verdadera apertura econ¨®mica con cierre pol¨ªtico, habr¨¢ exilio.
Si en Cuba se produjera una transici¨®n a la democracia y dentro de cinco o diez a?os se concedieran plenos derechos civiles y pol¨ªticos, muy pocos de los exiliados actuales se repatriar¨ªan. En Miami, Madrid, Barcelona, Par¨ªs y M¨¦xico seguir¨¢n viviendo cubanos, afincados en esas ciudades, pero con una relaci¨®n muy distinta con el pa¨ªs de origen que, finalmente, reabre sus puertas. Entonces no dejar¨¢ de haber emigrantes cubanos, pero ser¨¢ muy dif¨ªcil llamarlos exiliados.
Los exilios duran lo mismo que los reg¨ªmenes que los producen. En el caso de Cuba, por lo prolongado del r¨¦gimen, es inevitable que el exilio cambie. Cambia de muchas maneras, pero, sobre todo, generacional e ideol¨®gicamente. Las diferencias entre un cubano que lleg¨® a Miami en 1961, otro que lleg¨® por el Mariel en 1980, un balsero del 94 o uno que se gan¨® la loter¨ªa de las visas en el 2002 son palpables. Los cuatro dejaron atr¨¢s un pa¨ªs diferente, aunque sue?en con un futuro parecido.
El exilio y el r¨¦gimen que lo produce son ant¨ªpodas, pero no entidades equivalentes. Un exilio es una comunidad civil, cultural y pol¨ªtica, no un Gobierno y mucho menos un Estado. Es error de algunos exiliados considerarse gobierno y es malicia del r¨¦gimen de la isla presentar a Miami como un Estado opositor. De ah¨ª que sean injustos la medici¨®n del ¨¦xito o el fracaso y el veredicto sobre la eficacia pol¨ªtica de sujetos tan dis¨ªmiles.
Mucho se ha hablado, y con raz¨®n, del triunfo econ¨®mico del exilio y de la din¨¢mica inserci¨®n de los cubanos en la pol¨ªtica de Estados Unidos. Muchas veces se contrapone esa historia de ¨¦xito al fracaso que representa la persistencia del r¨¦gimen cubano. El exilio, en efecto, no ha logrado su objetivo hist¨®rico: generar un cambio de r¨¦gimen en la isla. Sin embargo, pocas veces se repara en el hecho de que, ideol¨®gicamente, el exilio y la oposici¨®n tambi¨¦n pueden atribuirse la victoria.
Cuando por mero af¨¢n continuista o por malabares de la sobrevivencia, los gobernantes cubanos reconocen que la pol¨ªtica econ¨®mica de la isla es "obsoleta", que la gran literatura exiliada "forma parte del patrimonio nacional" o que el "socialismo debe democratizarse", es dif¨ªcil no concluir que, a rega?adientes, est¨¢n dando la raz¨®n a sus cr¨ªticos y adversarios. Los nuevos gobernantes de Cuba se apropian, de manera incompleta y autoritaria, de las ideas que durante medio siglo han sostenido la oposici¨®n y el exilio.
?Cu¨¢ntos intelectuales, acad¨¦micos o funcionarios han tenido que exiliarse en los ¨²ltimos veinte a?os por defender abiertamente el mercado libre campesino, la peque?a y mediana empresa privada, la tolerancia de la cr¨ªtica en los peri¨®dicos o el respeto a la comunidad exiliada? Los 75 disidentes encarcelados en la primavera de 2003 y los 300 presos pol¨ªticos, que malviven en Cuba, perdieron su libertad por sostener p¨²blicamente muchas ideas que hoy acepta el Gobierno de Ra¨²l Castro.
La meta de los exiliados cubanos, con independencia del m¨¦todo utilizado, ha sido siempre la democracia. Aunque todav¨ªa se vea lejana, cuesta trabajo imaginar que esa meta no se alcanzar¨¢ en el futuro de Cuba. Quienes la alcanzar¨¢n no ser¨¢n, probablemente, muchos exiliados y s¨ª algunos de los que hoy se presentan como sus enemigos m¨¢s feroces. Esa paradoja, de derrota pol¨ªtica y victoria ideol¨®gica, debe ser asumida en toda su tragedia, en toda su amarga epopeya. Reconocer al exilio como precursor de la democracia cubana ser¨¢ una tarea intelectual del futuro.
El Gobierno de Ra¨²l Castro, aunque aparentemente dispuesto a avanzar en una reforma econ¨®mica limitada, mantiene la misma actitud de soberbia de su antecesor, al desconocer la legitimidad hist¨®rica de la oposici¨®n y el exilio. Ese Gobierno no s¨®lo conserva las mismas pr¨¢cticas represivas, como vimos recientemente con la "dispersi¨®n" de las Damas de Blanco, sino el mismo lenguaje descalificador que identifica a los opositores con un sujeto "antinacional".
Las ¨¦lites sucesoras parecen no advertir que el inmovilismo pol¨ªtico puede conspirar contra la deseada popularidad de las reformas, dentro y fuera de la isla.
Rafael Rojas es historiador cubano, exiliado en M¨¦xico, premio Anagrama de Ensayo por su libro Tumbas sin sosiego.
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