'No wave': Revoluci¨®n en tiempo real
HACER cosas. Moverse. Crear cuanto antes y pasar al siguiente proyecto. No parecerse a nadie, ni siquiera a tus amigos. Rebelarse. Anular las leyes del rock y sus estructuras. Y aunque s¨®lo hac¨ªa media hora que hab¨ªa llegado, ir contra el punk. Eso era la no wave: revoluci¨®n en tiempo real. Tan agresiva que ninguna de sus manifestaciones duraba m¨¢s de dos a?os. Artistas que en vez de actuar explotaban. Un fen¨®meno a priori demasiado radical para trascender.
Nueva York, all¨¢ por 1977, arrastraba la crisis econ¨®mica. Los supermercados de drogas y la delincuencia hicieron que la clase media huyera del barrio del East Village. Manzanas enteras quedaron abandonadas y los rid¨ªculos alquileres atrajeron a una colonia de j¨®venes artistas que pod¨ªan vivir con poco dinero y no prostituir su arte. Estudiantes de Miami, Cleveland, Boston o Chicago se asentaron all¨ª. Mark Cunningham fue uno de ellos: "Llegu¨¦ en 1974 para estudiar teatro. Cuando vi la diferencia entre lo que ocurr¨ªa en los teatros y en los clubes, lo tuve claro".
La no wave existi¨® porque viv¨ªan en una urbe en la que, noche tras noche, actuaba Suicide, Talking Heads, Ramones, Patti Smith? Y porque los grandes del free jazz como Ornette Coleman daban conciertos gratuitos en sus lofts. La ruptura que supon¨ªa todo aquello era contagiosa. S¨®lo que optaron por transgredir un poco m¨¢s. "?ramos autodidactos y los que no, tocaban como si lo fueran. Todo val¨ªa. No hubo un manifiesto. Simplemente ten¨ªamos claro lo que no quer¨ªamos ser: comerciales. Pero cre¨ªamos en lo que hac¨ªamos". Cunningham fund¨® Mars. Su amigo Arto Lindsay form¨® DNA poco despu¨¦s. "Quer¨ªamos ser una continuaci¨®n de la tradici¨®n underground neoyorquina, no una negaci¨®n", explica por tel¨¦fono.
Con 15 a?os, Lydia Koch robaba comida para d¨¢rsela a sus artistas favoritos, que pasaban tanta hambre como ella. Por eso a Willy DeVille le dio por llamarla Lydia Lunch. Meses despu¨¦s del bautismo, Lydia era l¨ªder de un combo fren¨¦tico. Tocaban temas que, m¨¢s que m¨²sica, parec¨ªan ataques epil¨¦pticos. Las canciones duraban 90 segundos y el concierto m¨¢s largo, 30 minutos. Eran Teenage Jesus & The Jerks, y aparecieron poco despu¨¦s que Mars y DNA. Tambi¨¦n debutaron los Contortions del saxofonista James Chance, que ten¨ªa la costumbre de saltar del escenario y pegarle al p¨²blico. "Lo que s¨ª neg¨¢bamos era la homogeneidad. Cada banda desarrollaba su estilo. Detest¨¢bamos los estereotipos, por eso las chicas tuvieron un papel activo e importante. Hab¨ªa muchas tocando guitarras, teclados, percusi¨®n? Era algo raro hasta entonces. El punk era muy masculino, igual que el rock", prosigue Cunningham. Pero el p¨²blico punki les detestaba. "Nos consideraban pretenciosos porque hac¨ªamos m¨²sica abstracta y letras incomprensibles".
Nadie imagin¨® que aquellos kamikazes que hac¨ªan canciones brutales, que hablaban de psicosis y metaliteratura, y encima sin estribillos, llegar¨ªa a tener repercusi¨®n alguna. Hoy, con su herencia ya asimilada con la ayuda de MySpace y YouTube, la breve historia de la no wave est¨¢ siendo revisada a fondo. En los ochenta y noventa, Sonic Youth eran los ¨²nicos que la reivindicaban. Entonces llegaron Blonde Redhead y dijeron que su nombre era un tema de DNA. Luego alguien escuch¨® a The Rapture y se acord¨® de que, en un tiempo ya lejano, hab¨ªa cuatro majaras que se atrev¨ªan a hacer ruido sobre ritmos funkies y tambi¨¦n tocaban un cencerro. As¨ª que los viejos discos se reeditan, aparecen antolog¨ªas y algunos grupos resucitan. Un documental, Kill your idols, traza la conexi¨®n entre la escena que alumbr¨® a aquellos grupos y la de sobrinos lejanos como Liars. Se han editado dos libros (No wave, New York noise) y Thurston Moore sacar¨¢ otro en breve.
Pero volvamos al lado oscuro de la nueva ola, al bienio 1977-1978. All¨ª segu¨ªan los no wavers construyendo su propia escena, incestuosa como pocas. La facci¨®n dedicada al cine tocaba tambi¨¦n. Y los no m¨²sicos actuaban. Cuando alguien quer¨ªa rodar y no ten¨ªa un centavo, se organizaba un concierto ben¨¦fico. Y una regla t¨¢cita: vestirse de tal modo que nadie pudiera pensar que eran artistas. "La imagen era no fashion. El punk era fashion y eso no nos interesaba, as¨ª decidimos parecer gente normal y no uniformarnos, pas¨¢bamos del cuero". Pero hasta en eso eran diversos porque James Chance iba hecho un pincel. A ¨¦l lo vest¨ªa su novia y representante, la dise?adora Anya Philips, que creaba ropa femenina de inspiraci¨®n sadomasoquista. Como las pel¨ªculas de Scott y Beth B, pareja en cuyos cortos el secuestro y la tortura mandaban. Lydia Lunch sac¨® la dominatrix que llevaba dentro protagonizando algunas de ellas.
Fue ella quien logr¨® que el fanzine, No magazine, perdiera a uno de sus redactores el d¨ªa que lo desvirg¨® para convencerle de que tocara la bater¨ªa en su grupo. Fue por poco tiempo. La no wave implosion¨® enseguida. "Mars dur¨® 22 meses. Dimos 35 conciertos, todos en Manhattan. El fen¨®meno fue muy local. Los medios no lo percibieron, no sab¨ªan muy bien qu¨¦ ¨¦ramos. Tampoco hab¨ªa discos, s¨®lo sacamos singles. Pero sobre todo, imperaba la necesidad de cerrar un cap¨ªtulo y pasar al siguiente". Un recopilatorio llamado No New York los puso en el mapa porque llevaba el nombre de Brian Eno como productor. 16 cortes. Cuatro grupos: los cuatro divinos del noise. "Lydia convenci¨® a Eno para que s¨®lo estuvi¨¦ramos Mars, DNA, Contortions y Teenage Jesus. Hab¨ªa otras bandas pero proven¨ªan del mundo del arte, del Soho, nunca tocaban en el CBGB ni en el Max's Kansas City, como nosotros. Apenas nos separaban dos kil¨®metros, pero no quer¨ªamos mezclarnos". Todos ten¨ªan algo en com¨²n: en comparaci¨®n, P.I.L. parec¨ªan Abba.
De todos modos, la mezcla cristaliz¨® despu¨¦s de 1979. La segunda generaci¨®n de no wavers colabor¨® con videoartistas y performers. Fue la ¨¦poca de clubes como el Hurrah y tambi¨¦n del TV Party, un an¨¢rquico show que era lo que el nombre auguraba: una fiesta de colegas en un plat¨® decorado con p¨®sters de Lenin y Marx, donde Debbie Harry tocaba la trompeta y Basquiat depart¨ªa con Arto Lindsay.
Pero el caos ya no estaba. Nueva York empezaba a cambiar. "La herencia es dif¨ªcil de sintetizar", concluye Cunningham, que vive en Barcelona desde 1991 y sigue en la m¨²sica a trav¨¦s de proyectos como B¨¨stia Ferida. "Lo que est¨¢ claro es que se recuerda m¨¢s a los que ten¨ªan l¨ªderes carism¨¢ticos como Lydia o Arto". Abstractos, perversos, bailables? lo importante es que durante un corto periodo de tiempo escuchar m¨²sica fue peligroso.
Mark Cunningham act¨²a con B¨¨stia Ferida el 25 de abril (Centre d'art Santa M¨°nica, Barcelona); 8 de mayo (La Pedrera, Barcelona). En solitario el 27 de abril (Museu Picasso, Barcelona). Los libros New York noise book y No wave est¨¢n disponibles s¨®lo v¨ªa Internet. El programa Tv Party est¨¢ distribuido en DVD en Espa?a por PIAS.
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