Ego¨ªstas, mani¨¢ticos y desinformados
Llegu¨¦ a la econom¨ªa por accidente. Creo que casi todo ocurre por accidente; ¨¦se, al menos, es mi caso. Hacia finales de los setenta me dedicaba a los sucesos. Mis tratos con polic¨ªas y delincuentes coincidieron en el tiempo con una crisis devastadora en la industria catalana. Las empresas textiles se hund¨ªan por docenas, y algunos de sus propietarios, habituados a la doble contabilidad y al desfalco, no se sent¨ªan con ¨¢nimo para explicarse ante el juez. Cuando la empresa suspend¨ªa pagos, el due?o ya hab¨ªa volado. Aquellos emprendedores de manos y pies ligeros sent¨ªan preferencia por Brasil.
El caso es que asuntos puramente mercantiles se convert¨ªan en policiales, y las p¨¢ginas econ¨®micas del diario donde trabajaba (El Correo Catal¨¢n, extinto hace ya muchos a?os) eran una colecci¨®n de anuncios de b¨²squeda y captura. Poco a poco fui instal¨¢ndome en esas p¨¢ginas, y me qued¨¦ en ellas, saltando de peri¨®dico en peri¨®dico, durante una d¨¦cada.
Queremos soluciones que se ajusten a nuestro ego¨ªsmo y nos parezcan, a la vez, moralmente satisfactorias
?Qu¨¦ aprend¨ª? Fundamentalmente, dos cosas. Una, que el libre comercio es mejor que el proteccionismo. Dos, que la pol¨ªtica econ¨®mica es demasiado importante para dejarla en manos de bur¨®cratas. Estoy desaprendiendo, me temo, la segunda. No estoy nada convencido de que la gesti¨®n de la econom¨ªa pueda dejarse en manos de los electores y de los pol¨ªticos. Por desgracia, sigo sin fiarme de los bur¨®cratas.
Acabo de leer El mito del votante racional. Por qu¨¦ las democracias eligen malas pol¨ªticas, un libro que va m¨¢s all¨¢ de la provocaci¨®n acad¨¦mica. El autor, el profesor Bryan Caplan, no propone la vuelta a reg¨ªmenes dictatoriales u olig¨¢rquicos. Se limita a constatar, de entrada, que el votante es un tipo mal informado, cargado de prejuicios y, sobre todo, muy emocional. No hace falta estudiar mucho para ser consciente de eso. Si uno se pregunta por qu¨¦ vot¨® a quien vot¨® en las ¨²ltimas elecciones, encuentra miedos, man¨ªas e ideolog¨ªa (que en un terreno de juego tan estrecho como el nuestro tiene mucho de prejuicio), y un poderoso sentimiento negativo hacia el rival del candidato que elegimos.
Eso es normal, y no necesariamente grave. En un grupo lo bastante amplio, la ignorancia individual tiende a convertirse en sabidur¨ªa colectiva gracias al "milagro de la agregaci¨®n", un fen¨®meno que funciona gracias al car¨¢cter aleatorio de nuestros errores. Si los errores son sistem¨¢ticos, el "milagro de la agregaci¨®n" se va al garete. El profesor Caplan demuestra (tambi¨¦n lo hace la historia) que en lo tocante a la econom¨ªa y sus derivados (energ¨ªa, agua), somos propensos al error sistem¨¢tico.
En Espa?a, eso tampoco es muy grave. Desde el ingreso en la Uni¨®n Europea, la pol¨ªtica macroecon¨®mica espa?ola no ha dado demasiados bandazos; desde la adopci¨®n del euro, menos. Carecemos de autonom¨ªa. Imaginemos, sin embargo, que ciertas cuestiones se sometieran a refer¨¦ndum. La cuant¨ªa del salario m¨ªnimo, por ejemplo. Nuestro buen coraz¨®n nos impulsar¨ªa a establecer un m¨ªnimo generoso, y, de un d¨ªa para otro, crear¨ªamos millones de parados. Lo mismo ocurrir¨ªa con el comercio. Sospecho que, por razones de todo tipo, los votantes limitar¨ªamos las importaciones chinas, y crear¨ªamos un tir¨®n de los precios. O devaluar¨ªamos para exportar m¨¢s, e importar¨ªamos inflaci¨®n.
Las se?ales de cambio clim¨¢tico nos ofrecen ahora la posibilidad de cometer espl¨¦ndidos errores, de terror¨ªficos efectos a nivel planetario. La coyuntura resulta id¨®nea: urgencia, emoci¨®n, profec¨ªas apocal¨ªpticas e informaci¨®n escasa. Nosotros, la opini¨®n p¨²blica y los bur¨®cratas en quienes delegamos, queremos soluciones que se ajusten a nuestro ego¨ªsmo y nos parezcan, a la vez, moralmente satisfactorias. Para afrontar el problema de las emisiones de gases y, a la vez, mantener nuestro estilo de vida, nos ha parecido buena la opci¨®n de los biocombustibles limpios, fabricados con biomasa y, sobre todo, con cereales.
Combustible limpio. Suena bien, ?no? Hemos conseguido un combustible caro, con un proceso de fabricaci¨®n contaminante y da?ino para los bosques (que absorben carb¨®nico). Hemos conseguido, adem¨¢s, disparar el precio de los cereales y condenar al hambre a cientos de millones de personas en todo el mundo.
Y esto es s¨®lo el principio. -
The myth of the irrational voter. Why democracies choose bad policies, de Bryan Caplan. Princeton University Press. 276 p¨¢ginas.
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