Medidas urgentes para abordar tres crisis
La ¨²nica que hasta hace poco merec¨ªa la caracterizaci¨®n formal de crisis era la que emergi¨® el pasado verano en el sistema crediticio estadounidense y hoy sigue manteniendo estrangulados los correspondientes mercados mayoristas en casi todo el mundo. Ese mismo vocablo ha terminado haciendo valer su capacidad para describir las perturbaciones en la oferta y la escalada en los precios de algunas materias primas; petr¨®leo y alimentos, de forma destacada. El encarecimiento de estos ¨²ltimos no es precisamente ajeno al de la energ¨ªa, conformando un cuadro con serias implicaciones, incluidas las humanitarias, tambi¨¦n poco frecuentes en crisis anteriores.
Aun cuando esas dos crisis sean bastante independientes entre s¨ª, su persistencia puede contribuir a la definitiva confirmaci¨®n de la tercera: la asociada a una severa contracci¨®n en el ritmo de crecimiento de las principales econom¨ªas del mundo. En Estados Unidos ya no se cuestiona tanto la existencia de recesi¨®n como su intensidad y duraci¨®n. La combinaci¨®n del racionamiento del cr¨¦dito con precios de las materias primas en los niveles actuales debilita los fundamentos de las econom¨ªas, por firmes que ¨¦stos sean, amparando el temor a esa perversa coexistencia de estancamiento con inflaci¨®n creciente que hasta hace poco se consideraba una enfermedad de otra ¨¦poca.
Cuando los mercados fallan, las autoridades han de actuar para evitar males mayores
Que el BCE aplique paliativos adicionales a las inyecciones de liquidez es crucial para las econom¨ªas de la eurozona
La capacidad de que disponen actualmente las pol¨ªticas econ¨®micas para, cuando menos, reducir las probabilidades de un escenario tal no son muchas, pero existen. A tenor de la extensi¨®n internacional de las dos crisis reconocidas, la eficacia de las decisiones que se adopten ser¨¢ tanto mayor cuanto m¨¢s coordinada sea su ejecuci¨®n. Es la crediticia la que, sin minimizar sus dificultades, admite un tratamiento m¨¢s inmediato y coordinado. Tambi¨¦n es la que dispone de una mayor capacidad de contaminaci¨®n (entre instrumentos financieros, instituciones y pa¨ªses), y de un impacto sobre las econom¨ªas avanzadas m¨¢s severo en el corto plazo. Las revisiones a la baja de la generalidad de las previsiones de crecimiento econ¨®mico en este y el pr¨®ximo a?o, desde luego las de Espa?a, est¨¢n en gran medida determinadas por la severidad de la restricci¨®n crediticia.
Para cualquier econom¨ªa, la urgencia en la restauraci¨®n del funcionamiento de los mercados de cr¨¦dito es tanto mayor cuanto m¨¢s importante sea el peso espec¨ªfico en los balances de las entidades bancarias de los hoy estigmatizados activos hipotecarios y mayor la dependencia de ese ahorro del resto del mundo; en particular, de los flujos de capital que canalizan esos mercados mayoristas de cr¨¦dito que siguen pr¨¢cticamente bloqueados. Es el caso de la econom¨ªa espa?ola, habituada desde hace a?os a satisfacer con ahorro del resto del mundo unas necesidades de financiaci¨®n significativamente superiores al promedio de las econom¨ªas de la OCDE, y hacerlo mayoritariamente mediante instrumentos representativos de deuda privada, mayoritariamente emitidos por las entidades bancarias espa?olas. Esas emisiones hay que renovarlas para que no se paralice el cr¨¦dito y, con ¨¦l, la inversi¨®n de las empresas y familias. Pero hacerlo ahora es ciertamente dif¨ªcil para todo el mundo, y bastante independiente de la solvencia de los emisores: los mercados no funcionan correctamente, fallan. Y cuando esto ocurre, las autoridades han de actuar, desde luego para restaurarlos, pero en todo caso para evitar males mayores.
La decisi¨®n reciente del Banco de Inglaterra, por la que permite a sus bancos el canje de activos hipotecarios por bonos del tesoro (de m¨¢xima calidad crediticia), trata de ofrecer respiraci¨®n asistida a un sistema bancario que comparte con el de EE UU y los del resto de Europa el temor a que problemas de liquidez acaben erosionando la solvencia de algunas entidades. Y lo hace respetando la preservaci¨®n de los intereses p¨²blicos, sin asumir la resoluci¨®n de problemas privados con el dinero de los contribuyentes. Pero consciente de que la inacci¨®n no puede traer consigo sino males mucho peores a los conocidos. La confianza de que los fallos de mercado que esta crisis est¨¢ revelando los termine por arreglar el propio mercado es una ingenuidad que el Banco de Inglaterra super¨® definitivamente el mismo d¨ªa que se vio obligado a nacionalizar el banco Northern Rock.
La Europa que comparte moneda y banco central no tiene tan f¨¢cil alcanzar una decisi¨®n como la propuesta por el banco central brit¨¢nico, pero su adopci¨®n no es menos necesaria. La persistencia de restricciones en los mercados de cr¨¦dito y el endurecimiento relativo en las condiciones de financiaci¨®n medias (elevados tipos de inter¨¦s y un tipo de cambio apreciado) que soportan las familias y las empresas de la eurozona no facilitan precisamente la superaci¨®n de las amenazas asociadas a las otras dos crisis. Que el Banco Central Europeo, diligente pionero en las inyecciones de liquidez, lo sea en la aplicaci¨®n de paliativos adicionales como el ahora administrado por el Banco de Inglaterra, es crucial para que en las econom¨ªas de la eurozona no se acabe conformando un escenario donde las tres crisis converjan. No hace falta argumentar que el sistema bancario espa?ol es de los m¨¢s interesados en que prosperen terapias de ese tenor.
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