La enfermedad del dogmatismo
El texto del Convenio firmado entre la Comunidad Aut¨®noma y el Arzobispado de Madrid en que se establece que los miembros del Servicio de Asistencia Religiosa Cat¨®lica formar¨¢n parte de los Comit¨¦s Asistenciales de ?tica (CAE) y de los Equipos Multidisciplinares de Cuidados Paliativos (EMCP) est¨¢ mal redactado y es equ¨ªvoco. Parece imponer dicha presencia de una manera inadecuada, sobre todo en el caso de los EMCP, que son servicios puramente cl¨ªnicos. No es aceptable imponer en ellos sacerdotes cuando muchos no tienen ni siquiera psic¨®logos cl¨ªnicos, una figura m¨¢s acorde con las obligaciones asistenciales de un Estado laico.
Pero lo m¨¢s llamativo de esta pol¨¦mica ha sido no tanto el contenido como el tono de los debates y declaraciones, que a veces han rayado en lo grosero. Sobre todo en lo relativo a la posible presencia de sacerdotes en los CAE, parad¨®jicamente algo menos conflictivo que su integraci¨®n en los EMCP. A mi modo de ver, esta pol¨¦mica encendida muestra lo mucho que nos queda todav¨ªa por avanzar en la senda del pluralismo moral.
Los comit¨¦s de bio¨¦tica son un aut¨¦ntico laboratorio de ¨¦tica c¨ªvica, laica y republicana
El pluralismo moral es uno de los pilares de las sociedades liberales, democr¨¢ticas y modernas. Consiste en aceptar la libre concurrencia de todas las opiniones morales personales y colectivas en el espacio p¨²blico, con el objeto de deliberar y consensuar los m¨ªnimos ¨¦ticos y jur¨ªdicos que deben configurar dicho espacio como un marco de convivencia en paz y libertad.
Dos requisitos formales debe cumplir cualquier posici¨®n moral particular para entrar en dicho debate. Uno es no ejercer ninguna forma de violencia para imponer su punto de vista, sino argumentar desde el respeto a los dem¨¢s. Otro, reconocer a todos los dem¨¢s como interlocutores v¨¢lidos en condiciones de simetr¨ªa moral. Negar al otro la posibilidad de expresar su punto de vista moral cuando cumple las condiciones anteriores, aunque est¨¦ fundamentado religiosamente, es un acto de intolerancia. Neg¨¢rselo, precisamente por estar fundado religiosamente, es un acto de dogmatismo moral. Es el mismo fundamentalismo que ha practicado durante siglos la Iglesia cat¨®lica oficial al negar a los no creyentes la posibilidad de ser interlocutores y actores de la vida moral, pero ahora de signo contrario.
Los Comit¨¦s Asistenciales de ?tica (CAE) nacieron en los hospitales norteamericanos en los a?os setenta. Constituyeron un intento de buscar salida a la dificultad para afrontar los problemas morales del acelerado desarrollo de la tecnolog¨ªa m¨¦dica en marcos de un pluralismo moral extremo: cirujano agn¨®stico republicano, m¨¦dico jud¨ªo dem¨®crata, enfermera protestante, trabajadora social musulmana, paciente afroamericano, etc., etc. El objetivo era tratar de generar espacios deliberativos donde pudieran encontrarse diferentes puntos de vista morales. Por eso, desde entonces, han sido y son espacios multidisciplinares, donde debe haber profesionales sanitarios de todo tipo, juristas, trabajadores sociales y, muy importante, ciudadanos de a pie. En casi todos los pa¨ªses del mundo se acepta adem¨¢s que en dichos Comit¨¦s haya sacerdotes o pastores de las confesiones religiosas prevalentes en la comunidad atendida por el hospital. La Gu¨ªa de creaci¨®n de Comit¨¦s de ?tica de la Unesco as¨ª lo reconoce. Muchos CAE de Espa?a, de comunidades aut¨®nomas de signo pol¨ªtico bien diferente, cuentan con sacerdotes entre sus miembros.
Y es que un CAE no es excluyente respecto a los puntos de vista morales diferentes, sino incluyente. Los ¨²nicos requisitos que debe cumplir un miembro de un Comit¨¦ son los que se han se?alado m¨¢s arriba. El criterio para excluir a alguien de un CAE, por tanto, no es si es creyente o no, porque esto forma parte de la libertad de las personas, sino si es intolerante o no. Es la intolerancia la que incapacita para estar en un Comit¨¦, no la creencia. Si un capell¨¢n de hospital piensa que su punto de vista moral es el verdadero, el ¨²nico que debe aceptarse y seguirse, entonces no puede pertenecer a un CAE, por mucho que lo diga el Convenio de la Comunidad de Madrid. Pero lo mismo sucede si es un m¨¦dico, un jurista o... el especialista de bio¨¦tica.
De todas formas, los CAE nunca emiten dict¨¢menes vinculantes para los profesionales, sino s¨®lo recomendaciones ¨¦ticas basadas en argumentos. Es la propia calidad de esos argumentos la que en todo caso les da peso y autoridad moral ante los cl¨ªnicos. Pero nada m¨¢s. Son los profesionales los que toman las decisiones cl¨ªnicas junto con los pacientes, o con sus familiares si el paciente es incapaz. Para ello deben barajar juntos muchas razones: cient¨ªficas, sociales, psicol¨®gicas, y tambi¨¦n morales. El informe de un Comit¨¦ s¨®lo pretende ayudar a los profesionales y pacientes a determinar cu¨¢les pueden ser las mejores de estas ¨²ltimas.
Por eso, los Comit¨¦s son un aut¨¦ntico laboratorio de ¨¦tica c¨ªvica, laica y republicana, una herramienta al servicio del pluralismo. Tenemos que cuidarlos y no quemarlos con disputas de dogmatismo partidista que lo ¨²nico que revelan es una profunda ignorancia intelectual y moral. Paradojas de la vida, el primer CAE lo cre¨® en Espa?a, en Catalu?a, un sacerdote jesuita, el P. Francesc Abel. Todo un maestro del pluralismo, toda una vida en contra del dogmatismo viniera de donde viniese.
Pablo Sim¨®n Lorda es profesor de Bio¨¦tica en la Escuela Andaluza de Salud P¨²blica en Granada.
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